Encontrar

43 3 0
                                    

El segundo chico se levantó unos momentos después. Vio a su amigo de pie, con la chica sosteniéndolo y Manu hablándole a manera de reconforte. Estaba alejado de aquella escena que irradiaba inseguridad, sus manos estaban de un tono verdoso muy claro, su brazo resultó tener una herida cerrada y cubierta con baba verde que olía a áloe vera. Concentrado en el dolor, intentó abrir su boca para gritar por su amigo. Tras los segundos más largos de su vida, solo fue capaz de decir un nombre. 

— ¡Agregor! — La cabeza de su amigo se giró tan pronto como lo escuchó, una sonrisa se fue marcando en su rostro. Empezó a correr hacia él, hasta que estuvo tan cerca como para darle un abrazo largo y cálido. El primer chico interrumpió, con voz melosa.

— Uy... ésto me agrada. — tan pronto como lo escuchó, el segundo chico lo tomó de los hombros, lo apartó de sí y le frunció el ceño con inconformidad. 

— ¿No puedes parar ni un día verdad?

— Oye, ¡ni siquiera eres mi tipo! — Y empezó a reír, con fuerza, provocando que su amigo dejara atrás las arrugas de su frente y empezara a reír con él. 

— Así que ahora te llamas Agregor, ¿no? — Escucharon decir a la chica que estaba parada a algunos metros de ellos, a la derecha de Manu.

— ¿Quienes son, Agregor? — preguntó el primer chico.
— No sé loco, desperté y ellos estaban con nosotros. — Respondió el segundo, solo para ser interrumpido por el primero.

— ¿¡Y desde cuándo te llamas Agregor!? — dijo sorprendido, volviendo a mirarlo a los ojos. Él mismo fue quién lo llamó así en primer lugar, ese nombre estaba metido en su cabeza pero nunca antes lo había escuchado. Tanto tiempo viviendo con él, gritos y amistad pero de pronto su amigo tenía otro nombre. 

— Le pasa a muchos. — Dijo Manu, mirándolos atentamente — Aparecemos aquí, solos o acompañados. De pronto apenas y recordamos algo de lo que éramos, nos topamos con más gente, nos hacemos nuestros nombres. Empezamos a vivir.

Agregor y su amigo se sentían todavía atontados, la chica los miraba sonriendo, Manu estaba parado firmemente. Ninguno tenía nada que decir.

— Tuvieron suerte, igual que muchos. Llegar a éste mundo atemoriza, no me imagino como sería estar solo.

— Sobrevaloras éste mundo — Súbita y tontamente dijo la chica.

— Aunque tal vez estar solo sería mejor que tenerte a ti conmigo — Le contestó

— Ay, corazón. Sin mí te mueres. 

— Moriría contento Chikane.

— Te mataré con gusto Manu. 
— Oigan, ¡Oigan! ¿Qué les pasa? — Agregor entró a la discusión, con esperanza de terminarla. — ¡Al menos termina de explicar!

— Ahora mismo vamos a la ciudad chico, no nos molesta si nos acompañan. Conocer tú mismo la manera en que vivimos será mejor que cualquier explicación. — Dijo Manu, sin perder el tono de tranquilidad absoluta que había tenido desde la primer palabra. — Aunque, si tú te sientes perdido, imagina no tener un nombre — continuó mientras miraba al otro chico. Se había puesto a mirar el cielo desde hacía un rato, sin prestar atención.

— Seifer — Dijo.

—¿Seifer? — preguntó Agregor.

— Así me llamo.

— ¡Qué gusto! podías acosarme sin un nombre, no me quiero imaginar qué harás ahora.

— No, Agre, lo digo en serio. Una voz, me lo dijo. — Justo al terminar de decirlo, escucharon la voz de Chikane gritar a lo lejos. 
— ¡Oigan! ¡Apúrense imbéciles! ¡Si llegamos tarde, los voy a aplastar!
— Como mis sueños — dijo Manu en voz baja, para sí mismo.

— ¿¡Qué dijiste!? 
— ¡NADA, NADA, YA VAMOS! — Manu perdió su seguridad por primera vez al hablar — Chicos, hablarán en el camino. Es hora de avanzar, no podemos hacer esperar a Chikane.

Manu empezó a correr, Seifer y Agregor lo siguieron tan pronto como pudieron. Mientras corrían, se miraron el uno al otro. Eran tan diferentes, no era sólo su nombre. Agregor era más bajo, sus orejas parecían tener una forma curviada y extraña, la piel de Seifer estaba verde y Agregor notó la herida en su brazo por primera vez.



BrisasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora