Saoirse, capítulo 1

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La taberna del señor O'brien se hallaba repleta de gente. No había hombre que no deseara beber un poco en aquel lugar luego de la inauguración de uno de los festivales más famosos en Irlanda. Agathor Smitt no era ajeno a ello. Aquella noche bebía con gusto frente a sus amigos mientras algunas mujeres bailaban a su alrededor con aquellas ropas vistosas que a cualquiera llamaba su atención. Él era un hombre justo y noble de corazón y dinero, mas todas sus virtudes eran opacadas por su costumbre a beber hasta altas horas de la noche cada que tenía oportunidad. Su hija mayor, la noble Urania, siempre iba tras él para ayudarlo y llevarlo a casa.

- Papá, debemos irnos ahora – dijo la joven dama sosteniendo el brazo de su padre. Intentaba hacerse indiferente ante los comentarios lujuriosos de algunos hombres.

Agathor se puso de pie y caminó con ayuda de su hija hacia la entrada; sin embargo, antes de llegar, la empujó sin darse cuenta, provocando que cayera sobre algunas de las damas bailarinas. Estas rieron y la invitaron a bailar. Varios de los hombres aplaudían ante aquel hecho, mas sin embargo, Urania, luego de una lucha, había logrado zafarse de las danzas.

Corrió en dirección a la puerta, observando que esta se encontraba abierta. Miró de un lado a otro buscando entre la ciudad oscurecida la silueta de su padre, sin éxito. Bajó por la escalera de la taberna hacia el suelo envuelto en un manto blanco. Su padre no debía encontrarse tan lejos, después de todo.

Agathor Smitt, por su parte, caminaba a unos metros con pasos firmes entre las calles llenas de nieve. Cualquiera que viese a aquel hombre podía pensar que era una vieja alma entristecida por la vida y, ciertamente, todo eso era verdad. Tras el nacimiento de su última hija, la pequeña Kaitlyn de ahora 8 años, su amada esposa había fallecido. Con todo el valor que un hombre pudiese poseer, Agathor crio a sus tres hijas ofreciéndoles virtudes y enseñanzas hasta que llegaran a una edad casamentera, tal y como se encontraba Urania en esos momentos. Su bella hija mayor debía ser desposada en cualquier momento por algún noble caballero con dinero que se hiciese merecedor de su primer retoño. Tenía muchos sueños para ella. A comparación de cualquier hombre de la época, Agathor había criado a Urania, Breanne y Kaitlyn para seguir sus sueños mucho más allá de las costumbres. Razón por la cual se había ganador diversos enemigos.

A medida que se adentraba entre las calles, escuchó unos sollozos que llamaron su atención. Desvió su camino, sintiendo como la ebriedad iba bajando de golpe al ritmo de los llantos provenientes de una oscura calle.

Frente a sus ojos se hallaba la figura de un hombre golpeando a una dama.

- ¡No, por favor! –gimoteaba la pequeña muchacha luchando contra el cuerpo del hombre que se hallaba sobre ella. Sus mejillas se hallaban rojas y de su labio salía sangre.

El hombre, sin compasión, cacheteó fuertemente a la muchacha, dejándola atontada al instante. Se apresuró a subir las faldas de la joven para luego llevar sus manos a su pantalón.

El corazón de Agathor se encogió. Aquella pequeña muchacha podría ser alguna de sus hijas. Sin poder evitarlo, extendió sus manos hacia el muchacho. Las ondeó en aire mientras una luz azulada emanaba de estas. Pronto y, sin poder comprender del todo lo sucedido, el hombre se había chocado contra una pared cercana, provocando que, con el golpe, muriera al instante. La muchacha observó anonadada la situación. Una fuerza invisible había empujado al hombre, una fuerza guiada por la luz de las manos de aquella extraña persona frente a ella.

Sin embargo, antes de poder decir palabra alguna, varias personas salieron de su hogar. Todas y cada una de ellas observaron anonadados como la luz se iba apagando de a pocos de las manos de Agathor.

Saoirse ForittDonde viven las historias. Descúbrelo ahora