Capítulo 14

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Me incorporo de nuevo y miro hacia la puerta, esperando que suceda algo, que haya una clase de respuesta, pero no es así. Tampoco sé qué pretendo obtener de un colegio abandonado desde hace treinta años y que, supuestamente, no hay nadie en su interior. Puede que esté terminando de volverme loca.

Meto las manos en los bolsillos y suspiro, desesperada. De todas formas, así está bien; si pasara algo, entonces tendría un problema. Así que decido irme de aquí porque, aunque aún queda un tiempo para que anochezca, quiero volver cuanto antes a casa e intentar averiguar algo, investigar sobre el edificio que hay delante de mí y su historia. Porque debe haber algo más, no solo lo que ya sé sobre todas esas muertes que sucedieron en el setenta y seis.

Me giro y comienzo a caminar. Mantengo la mente en blanco, puesto que no me apetece pensar en nada y preocuparme por algo que ni siquiera ha sucedido. O de lo que sí y sentirme peor conmigo misma. Así que vuelvo por el pequeño paseo de baldosas que cruza lo que antes debía de ser una parte de césped, como el que vi en la foto y en el sueño. Ahora no está y solo se ve la tierra solitaria y de un color oscuro, como si alguien la hubiera desvalijado de todo lo que la cubría. Parece muerta y, para colmo, es como si no hubiera vida bajo ella y todos los seres que intentaran brotar perecieran antes de que eso sucediera. Pero dudo que sea así, porque entonces llamaría a una médium sin dudarlo. Quizá debería haberlo hecho el martes por la mañana nada más ver a la chica. Y me voy a poner en contacto con alguna como me vuelva a topar con ella.

Y, como si de un reclamo se tratara, noto que hay algo extraño a mi alrededor y que va a suceder algo en los próximos segundos. Y no es menos porque, sea lo que sea ese algo, hace que me gire, como si me hubiera llamado. Y una brisa me golpea en la cara, junto con el estrepitoso ruido que llega de las puertas chocando con las paredes y permaneciendo abiertas. Y allí, aunque parezca increíble, hay mucha gente. Demasiada. Y todos me miran. Pero algo dentro de mí, tal vez sea mi subconsciente, me dice que están muertos y son fantasmas. Lo peor de todo es que los veo. Veo a mis tres amigos, los que murieron estando junto a mí, en primera fila.

Pero hay más personas de diferentes edades, incluso niños que no sobrepasan los cinco años. Pero todos tienen sus miradas sin brillo clavadas en mí, en mis ojos. Y justo después miro a la ventana por la que vi morir a Ronnie, como si me hubieran guiado también hasta allí. Entonces, la veo. O me veo a mí. O a las dos. Pero está igual que siempre, con ese gesto amenazante en su rostro y que ha influido en el de los demás espectros.

Vuelvo a mirar al grupo, al cual se ha unido la que creo que es la inventora de este sentimiento y dolor. Segundos después, todos estiran un brazo hacia mí y siento que tiemblo, como si un terremoto hubiera tenido lugar bajo mis pies; y es que había sido un terremoto emocional. Miedo, angustia, desesperación..., muerte. Sobre todo muerte.

Trago saliva e intento retroceder, aunque sea un paso. Pero me es imposible. Parece que me han pegado los pies al suelo con cola de secado rápido y no puedo siquiera moverme del sitio. Hasta que sucede algo que hace que un escalofrío me recorra, llegando incluso en lugares que no sabía que existían en mi cuerpo.

—Te estamos esperando —dicen al unísono.

Rápidamente salgo corriendo, alcanzando casi la velocidad de la luz. Y ahora solo es terror. Terror a lo que me pueda pasar, a lo que se refieren con esas palabras. Puede ser que esperan que descubra la verdad de lo que sucedió allí dentro o, quién sabe, puede que sea a unirme a ellos y pasar al mundo de los muertos.

Pero no paro de moverme. Solo me giro un par de veces para asegurarme de que no me sigue nadie. Y, aunque me siento cansada, tengo que seguir corriendo por alguien, como si me lo hubieran pedido. Lo extraño es que no sé ni quién ha podido ser ni a dónde me dirijo. Simplemente voy hacia allí, dejando que mis piernas me guíen a un destino que yo misma desconozco. Y, por no saber ni a donde voy, no sé ni en que barrio estoy, y mucho menos porqué me detengo delante de una casa vieja y abandonada, aunque en un relativo mejor estado que la Academia Willow. Al menos, esta no tiene tanta pinta a muerte como el colegio. Pero todo sigue siendo extraño.

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