Capítulo 1

251 27 48
                                    

Intento parecer tranquila, pero me es imposible. La leyenda que cuentan de ese lugar es tan siniestra como, al parecer, real. Todos los años hay un grupo de valientes que deciden meterse aquí y dicen que suceden cosas extrañas. Ellos, está claro que no lo pueden comentar, porque desaparecen como si fueran polvo, y nadie se atreve a entrar a buscarlos.

Antes de que Iago ponga la mano sobre la puerta, no puedo evitar mirar a Ronnie en busca de apoyo. Él, en ese momento, me da la mano y me la aprieta, sonriente. Esa es su forma de decir "Tranquila, no va a pasar nada".

—Sigo sin entender por qué vamos a hacerlo —murmuro—. No vamos a...

—Es una leyenda, una historia para no dormir —me interrumpe el chico que tengo al lado en el mismo tono, pero de una forma que me infunde confianza—. Todo saldrá bien.

—Ya, pero ¿y si...?

—Cállate —me espeta Shaila—. Cierra la boca si no quieres que el fantasma te mate.

Su tono de voz me ha recordado a una burla, como si se estuviera metiendo conmigo otra vez por creer en algo que lleva saliendo en las noticias durante tanto tiempo.

—Simplemente no quiero que salgan nuestros cuatro nombres mañana en los periódicos —susurro.

Suelta una carcajada, de nuevo, riéndose de mí. No sé qué le he hecho, porque únicamente quiero salvarnos el pellejo a los presentes. ¿Quién sabe si la historia es un simple cuento para niños o no?

—Vas a entrar, ¿sí o no? —pregunta Iago.

Noto la mirada chulesca de Shaila, retándome, mientras que la de Ronnie me manda todos los ánimos que puede. No quiere que me rinda ante la asquerosa y prepotente gata.

Asiento con la cabeza, con la vista fija en sus ojos. Entonces me dedica una media sonrisa y, sin girarse para decirle nada, le ordena al vampiro que abra la puerta.

Antes de que le haga caso, trago saliva. El chico rubio que me está apoyando en este preciso momento debe de estar notando cómo tiemblo mientras que, los otros dos, puede que me escuchen tiritar. Quizá estén de los nervios por eso, quizá no, pero lo que sé es que no tengo la más remota idea de por qué estamos haciendo esto. Todavía sigo sin tenerla pese a llevar mucho tiempo pensándola.

El moreno aunque pálido vampiro empuja la puerta, pero no se abre. Dice que puede estar bloqueada para que nadie volviera a entrar desde la última vez. Pero yo no recuerdo exactamente cuándo fue eso, aunque estoy segura que hace poco más de un par de meses. Esa vez no fue un grupo de chicos como nosotros que derrochaban bravuconería por cada poro de su piel, sino que pertenecían a un grupo scout. En cuanto lo dijeron por la mañana en la televisión, sabía a ciencia cierta que no eran de por aquí cerca. Todo el mundo conoce la historia de este colegio maldito, pero nadie sabe si es cierta o no. Que suceda siempre que alguien pise al otro lado de la puerta me hace creer que sí es real, pero me gustaría pensar que no.

Después de que la chica se quite una pinza y empiece a forzar la cerradura y yo intente convencerlos una vez más de irnos, aunque sin éxito, escucho un ruido extraño. Los tres nos miramos entre nosotros, preguntándonos qué ha sido.

—Perdón —susurra Iago—. Apenas he cenado.

Soltamos el aire que hemos estado aguantando sin darnos cuenta y nos relajamos un poco, aunque yo sigo estando en tensión. ¿Por qué estoy haciendo esto?

Justo inmediatamente, cuando me replanteo por enésima vez el marcharme a casa, la puerta hace un leve crujido y se abre una pequeña ranura, apenas de un par de centímetros. Y asimilo que ahora no me puedo ir con el rabo entre las piernas.

SeleneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora