CAPÍTULO TREINTA

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RETURN TO THE BEGINNING CAPÍTULO DIEZ; PARTE TRES

Sam apareció junto a la mesa en la que Savannah y Dean estaban sentados, tirando unos cuantos recipientes de medicación delante de ellos mientras se sentaba junto a su hermano en una silla vacía.

— Resulta que Harold les quitaba la viagra a otros residentes— dijo mientras Dean torcía la mandíbula, mirando a cualquier parte salvo al castaño que parecía completamente divertido.

—Ya— contestó Savannah, sonriendo irónicamente.

—Era todo un capullo, eh— comentó Dean, como si acabase de hacer la mejor broma del mundo, riéndose entre dientes—. ¿Eh?

Su gesto cambió completamente cuando los otros dos alzaron una ceja, sin parecerles divertida aquella intervención por parte del rubio.

—En su cuarto capté ondas electromagnéticas— comentó, haciendo que la castaña se inclinase hacia adelante interesada —... pero también las capté en todas las plantas del edificio. ¿Cuántas personas han muerto aquí?

—Teniendo en cuenta que es una residencia— dejó caer Savannah.

—Arthur... el apelado gerente— explicó el rubio —. Nos ha dado acceso a las fichas de los residentes y tenemos a todos los que han fallecido aquí.

Savannah cogió una de las carpetas de color crudo, pasándosela a Sam mientras comenzaba a explicarse.

—Este tipo es Jake Tawson. Se cabreó con Harold, pero no por las pastillas — la castaña vio de refilón cómo Dean se guardaba uno de los botes de viagra en la chaqueta. Le dio un golpe en la misma tratando de quitarle la medicación de las manos —. ¿En serio, Dean?

El rubio abrió los ojos, como si le hubiesen pillado en el peor delito que hubiese podido cometer mientras Sam delante de ellos fruncía el ceño con confusión, habiéndose perdido lo que acababa de ocurrir. Savannah metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta del cazador, sacando el bote de pastillas y dejándolo sobre la mesa con un sonoro golpe mientras Sam sonreía divertido y Dean no paraba de quejarse.

— Presentaron una queja formal contra Harold — comentó Savannah, rodando los ojos y tratando de evitar el tema para no avergonzar al cazador —. Parece que le robaba los cheques de la pensión de jubilación y al morir Jake, su familia presentó una demanda contra Harold. Pero con tanta burocracia, el juicio no se ha celebrado.

— Puede que Jake ahora sea un espíritu vengativo y se tome la justicia por su mano — intuyó Sam, cerrando la carpeta delante de ellos, suspirando antes de volver a hablar—. Esta bien, ¿dónde esta la tumba de Jake Tawson.

...

— ¡Una banshee! — exclamó Savannah, alterada —. Como una... ¿puta banshee?

Habían desenterrado los restos de Jake Tawson, y los habían quemado durante una embarazosa conversación entre hermanos en la que ella había estado a punto de irse de allí, incómoda por estar en medio de una charla como aquella. Y todo para que al acabar la noche el gerente de la residencia apareciese muerto de la misma forma que lo había hecho Harold unos días antes, dejándose la cabeza contra uno de los ventanales del edificio.

Mildred Baker había asegurado a la mañana siguiente, entre coqueteos con Dean, haber visto a una mujer de pelo largo que flotaba en el aire, vestido rojo y ojos hundidos que se había dedicado a devorar el cerebro del gerente. Concretamente el lóbulo frontal.

— Sí, pero de las malas. Son unas cabronas — explicó Dean

—¿Acaso hay alguna buena?

— Usan sus penetrantes chillidos para volver loca a la víctima, forzándola a abrirse el coco y luego se alimentan del jugo.

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