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Malcom caminaba por el tercer círculo que era una especie de jardín de piedras. En lugar de pastos tenía una gravilla blanca desde la cual sobresalían numerosas rocas, algunas redondeadas y otras rugosas y afiladas. Luego del siguiente control, se encontraba en una explanada de extraños pastos color frutilla fosforescente. No pudo evitar pensar en lo extraño que era eso. ¿A quién diablos podría ocurrírsele que campos de color frutilla que resplandecían de noche serían un buen adorno para un Jardín Presidencial?

-Seguramente, pensó, fue idea de una mente bajo los efectos de alguna droga.

Luego reflexionó que los círculos eran en realidad perímetros de defensa para la Primera Casa, pues cumplían exactamente esa función.

-Probablemente haya algo oculto bajo la superficie, pensó, algún tipo de torreta de artillería.

Cuando se dirigía hacia la puerta principal de la majestuosa Primera Casa, dos guardias lo interceptaron. Al explicarle su propósito, le indicaron que siguiera un camino que rodeaba el palacio.

-Al parecer, observó extrañado, la gente de servicio no es digna de usar los mismos accesos que los invitados.

Malcom continuó por el sendero que rodeaba el palacio hasta divisar a los encargados del banquete. Se estaba acercando a ellos cuando, de pronto, un hombre calvo salió apresurado de una puerta lateral del palacio gritando a todos que se apurasen y que no estaban ahí de paseo ni visitando a sus abuelas.

-Eh, tú - le gritó a Malcom – qué diablos, ¿vienes a lavar platos? ¿No? ¿Preparar bocados? ¿Barman? ¿Guardarropía? ¿Por los arreglos florales? están horribles, ¡demasiado pequeños! ¿No? ¿A qué diablos vienes chico? ¡Habla!

-Vengo a servir a los invitados.

-¿Y porqué diablos no has dicho nada? - vociferó el hombre calvo, luego apuntó hacia un lado gritando - pasa ahí dentro y cámbiate rápido. Llevar y traer, llevar y traer. ¡Vamos, vamos, vamos!

Sonatrax, relajación dentro de una botella. Malcom miró hacia dónde apuntaba el hombre calvo que gritaba y parecía encontrar todo lento. Vio una especie de remolque con una puerta en su parte trasera y otra en su parte frontal. Por la puerta trasera había una fila de jóvenes que ponían su dedo sobre un pequeño aparato que emitía una luz verde y un sonido agudo. A Malcom le pareció como si fotografiasen sus dedos. Tras la luz y el sonido, un guardia asentía con la cabeza y le decía al otro que podía permitirle el paso.

-No cabe duda, pensó, es una medida para verificar quiénes pueden ingresar y quiénes no.

Por la puerta trasera ingresaban chicos harapientos al remolque y por la puerta delantera salían jóvenes impecablemente uniformados de pantalón gris y camisa blanca, a los cuales se les entregaba una bandeja con bebestibles o pequeños bocados. Una vez que obtenían su bandeja se apresuraban a ingresar a la Primera Casa para saciar la sed y el hambre de los invitados.

Malcom se iba acercando a la puerta trasera del remolque cuando de pronto se le ocurrió que no había una razón para que tuviesen un registro de su dedo índice. A menos que Cole hubiese registrado su dedo mientras dormía, pero no parecía probable. Si ponía su índice sobre la pantalla, no lo identificarían como autorizado y lo detendrían o devolverían a la calle. Su única oportunidad estaba a unos segundos de esfumarse.

Disimuladamente se apartó de la fila, caminó unos cuantos pasos hacia una zona menos iluminada donde se terminaba el pavimento y comenzaba el pasto. Se agachó simulando abrochar su zapato y puso su dedo índice derecho sobre una parte especialmente áspera. Presionó lo más que pudo su dedo contra el pavimento, respiró hondo, tratando de no pensar en el dolor que iba a causarse y tratando de pensar que había otros que dependían de él y estaban pasando peores penurias, y arrastró su dedo sobre el pavimento sintiendo cómo le quemaba su piel. Morfinol, no más dolor, ¡jajaja!

-¡Eh, Tú, chico callado! - escuchó como le volvía a gritar el hombre calvo - ¿qué diablos estás haciendo y por qué no estás en la fila?

Malcom se apresuró en esconder su mano en su bolsillo y volver a la fila mientras limpiaba su dedo por dentro de su pantalón. Cuando finalmente llegó hasta la pantalla verificadora le mostró su dedo al guardia.

-Un accidente, - dijo - cocinando.

El guardia lo miró sin decir nada y luego miró a su compañero. El compañero movió su cabeza en señal de rechazo. El guardia volvió a mirar a Malcom y encogió sus hombros en señal de que no había nada que hacer: no podía dejarlo pasar.

-¡Eh, ustedes! - gritó nuevamente el hombre calvo fuera de sí mientras se les acercaba a los tres - ¿qué diablos pasa? ¿Por qué no ha entrado el chico? ¿No te das cuenta que estoy corto de la mitad de los imbéciles que se iban a presentar? ¿No fue buena idea legalizar las drogas? ¿Acaso piensas vestirte de mozo y tomar su lugar? Eso pensé. Así que déjense de idioteces y ¡denme mi maldito mozo!

Los guardias se miraron y dejaron pasar a Malcom. Una vez dentro del remolque su ropa le fue retirada por unos brazos robóticos, mientras que otros brazos ponían su uniforme enfrente suyo. Se vistió mientras rociadores repararon su cabello dándole brillo y sedosidad. Finalmente, salió del remolque, le entregaron su bandeja y le indicaron que siguiese a un grupo de mozos. Se puso nuevamente en fila mientras su corazón latía como tambor. Los jóvenes recibieron la señal y se apresuraron hacia dentro de la Primera Casa con Malcom a la cola.

ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Where stories live. Discover now