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Ambos bajaron por las escalas que recorrían el muro desde la parte alta, hasta los patios perimetrales de la ciudadela. Una multitud los esperaba. Se había congregado un número de personas a observar lo que habría de acontecer, tanto autoridades como ciudadanos, miraban a su Matriarca con admiración y devoción, y miraban a su hijo con respeto y algo de angustia. Malcom se sintió como si fuera el fantasma de alguien que ya había muerto. Hubiera preferido una sonrisa a aquella mirada angustiada.

Los carpinteros de Rhor habían reforzado una sección en particular del muro perimetral de Rhor, instalando gruesas vigas verticales separadas aproximadamente un metro entre sí. Las vigas además estaban apuntaladas contra el suelo. Malcom no pudo adivinar el propósito que tenían y el gentío tampoco, salvo los miembros del Consejo. Luego apareció uno de los mejores leñadores de Rhor, casi tan corpulento como uno de los Leñadores de Almeria. Un hombre alto y fornido, de espaldas anchas y brazos fuertes. Tenía una barba que le tapaba el cuello de los gélidos vientos del norte de Rhor y un gorro negro en la cabeza aunque estaban en pleno verano. En las manos traía una enorme hacha de doble filo. Se paró frente al muro, entre las vigas de refuerzo y, tras un momento de concentración, comenzó a propinarle hachazos al muro.

Las Bestias fuera de Rhor desviaron su atención hacia el sector de dónde provenían los golpes, pero no se acercaron, sólo se limitaron a mirar hacia el origen del sonido. El leñador seguía atacando el muro sin disminuir su velocidad ni su fuerza. Cada nuevo golpe hacía volar otro trozo del muro defensivo de la ciudadela. Algunas de las Bestias se levantaron de su posición de descanso, sin desviar la vista desde donde se escuchaban los golpes incesantes. El hombre no parecía cansarse. Era como si cada hachazo le inyectase furia y fuerza. Malcom observaba cómo el leñador usaba su ira en algo útil. Aplicaba más y más energía en cada golpe, y así más horadaba hacia adentro de la madera separando astillas y trozos. Las Bestias más cercanas se volvieron intranquilas, comenzaron a dar paseos cortos y a emitir sonidos guturales. El hombre no se detenía, era casi como si quisiera romper una jaula que lo había mantenido cautivo demasiado tiempo, como si deseara salir por el muro y despedazar cada Bestia por sí solo con su hacha. El leñador gritaba mientras daba los golpes finales. Las Bestias afuera respondieron el grito. De pronto, se abrió una apertura en el muro y las Bestias callaron desviando toda su atención hacia la apertura. El gigante insertó su cabeza por el agujero, fijó su mirada en la Bestia más inquieta y con un vozarrón de mil truenos, se dirigió a ella en particular.

¡Vamos, ven por mí maldito bastardo! – gritó - ¡Aquí estoy!

La Bestia saltó instantáneamente, un enorme impulso de casi doce metros, y corrió en picada hacia la apertura en el muro. El leñador retrocedió de la apertura, justo en el momento en que la Bestia destrozaba parte del muro para insertar su cabeza por el agujero. Las vigas de refuerzo rechinaron como si se fueran a romper y la muchedumbre presente retrocedió alarmada.

 Las vigas de refuerzo rechinaron como si se fueran a romper y la muchedumbre presente retrocedió alarmada

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La Bestia intentaba morder a cualquier cosa que estuviera a su alcance. Los guardias parapetados en ambos lados internos del agujero actuaron rápido, atravesaron su cuello con dos lanzas robustas formando una gran equis, impidiéndole la retirada. La Bestia sintió el dolor y rugió, pero siguió intentando atacar y romper las lanzas sin resultado. Rápidamente, un tercer guardia se acercó por el costado de la Bestia y deslizó un sable por debajo de su garganta. La Bestia intentó bramar de nuevo, pero esta vez el sonido resultó ahogado. La muchedumbre retrocedió haciendo una mueca de disgusto. La sangre de la Bestia brotó en seguida cayendo a los baldes que se habían dispuesto debajo de ella, mientras moría lentamente retorciéndose y siempre tratando de atrapar algo en sus fauces.

¿Ya lo ves? - le dijo Robin a su hijo - eso cubrirá tu olor.


ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora