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Malcom los observó fijamente mientras los chicos formaron un círculo alrededor suyo. 

El chico alto extendió los brazos hasta más no poder y miró la punta del obelisco, dejando la espalda hacia Malcom

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El chico alto extendió los brazos hasta más no poder y miró la punta del obelisco, dejando la espalda hacia Malcom.

-Nos encontramos justo en el centro del parque - dijo el chico alto. Guardó un silencio prolongado. Malcom se impacientaba. El chico alto bajó los brazos hasta dejarlos relajados a su lado, pero seguía mirando la punta del obelisco. Luego dijo de manera casi ausente.- ¿Sabes por qué este lugar se llama Parque de la Libertad?

- No, - respondió Malcom ansioso - realmente no lo sé.

El chico alto bajó la cabeza y ahora miraba la parte central del obelisco. Inclinó un poco la cabeza y habló.

- Porque aquí dentro, existe libertad absoluta, - dijo el joven alto volviéndose hacia Malcom con una sonrisa burlesca - hagas lo que hagas aquí, no te pueden apresar.

- Aquí las leyes no cuentan – aportó uno de los chicos.

- Se quedan fuera del parque - agregó otro.

- No tengo nada de valor, - dijo Malcom mirando fijamente al chico más alto – con asaltarme no ganarán nada.

Los otros tres chicos soltaron otra risa llena de ansiedad.

- Claro que no, - continuó el chico espigado – esto lo hacemos sin fines de lucro, sólo por amor al oficio. ¡Ja – Ja!

Los demás chicos estallaron en sendas carcajadas llenas de burla. Malcom sintió miedo, agachó la cabeza mientras su respiración aumentaba sin que pudiese controlarlo. Después de todo, acababa de ver una de las víctimas de los pandilleros, sabía perfectamente que hablaban muy en serio. Lo matarían sin dudar y estarían muy orgullosos de hacerlo. No lo considerarían una cobardía, ni por un segundo. Peor aún, Malcom sabía tasar a sus oponentes y éstos eran de respetar. Criados por el abandono y curtidos por la calle, los chicos habían aprendido desde muy jóvenes que para sobrevivir en la jungla había que ser muy rápido y muy brutal. Cualquier atisbo de compasión podía costar la vida. No quería pelear, no le gustaba y sabía que iba a perdedor, pero si no hacía algo, su vida y su misión terminarían en unos instantes más. Sintió al temor enfriar su cuerpo y pinchar su piel para que saliese sudor frío. Sabía que en ése momento su vida genuinamente corría peligro, gas pimienta de defensa personal Rotter para un mundo más seguro, pero también sabía que todas las vidas en Rhor corrían la misma suerte, y si él no las vería morir a manos de ésas Bestias, tampoco las vería morir a manos de éstas.

- ¡Vamos, muchacho! - dijo el chico alto - no llores, ¡al menos despídete con una sonrisa! Además, ¡éste es un bonito lugar para morir!

Malcom sintió su corazón bombear gasolina a través de su cuerpo. Jamás había odiado algo tanto en su vida como a éste impostor traicionero. La furia tomaba posesión de su cuerpo, tensando sus músculos hasta casi no caber en su piel. Sabiendo que era un suicidio, ahora más que nunca deseaba tranzarse a golpes con los cuatro muchachos armados frente a él. No podía evitarlo, no podía pensar. Metió la mano en su bolso y agarró firmemente la última fruta, abrió la jaula que contenía a su rabia impaciente y devolvió una mirada fija al grupo.

- Bien, - dijo Malcom con una mano en el bolso y la respiración entrecortada, los demás chicos callaron producto de la curiosidad – hagamos esto.

Como un relámpago, Malcom incrustó una patada en la entrepierna del líder, que se contrajo y abrió la boca incapaz emitir ningún sonido. Malcom arrojó la fruta a la última luminaria prendida apagándola en un estallido segador y agachándose y cerrando los ojos para evitar vidrios y metralla. Los pandilleros fueron cegados por el estallido y se llevaron las manos a los ojos. Malcom abrió sus ojos y supo que tenía uno o dos segundos antes de que los chicos recuperasen la visión, rápidamente y aprovechando el impulso de incorporarse dirigió un gancho vertical hacia la cara del chico más corpulento quien estaba a la izquierda del líder que se retorcía de dolor. El chico corpulento cayó hacia atrás, casi noqueado por el gran golpe. Malcom se agachó instintivamente esquivando una patada ciega justo por encima de su cabeza. Contestó con un puñetazo certero en la boca del estómago del tercer agresor. Giró rápidamente y dirigió una patada a la rodilla del líder con la esperanza de quebrarla. Malcom había priorizado sus golpes según la peligrosidad de sus adversarios, y no había descuidado su guardia pero tampoco estaba preparado para lo que venía. El más pequeño de todos había dado un enorme salto hacia él dirigiéndole una patada aérea doble usando ambas piernas, como un acróbata enano salido del infierno.

Malcom sintió el enorme golpe acertar en pleno sobre su pecho y empujarlo hacia atrás. AI golpear el suelo notó cómo parte del aire de sus pulmones se le escapaba. Tengo sólo unos segundos, pensó. Se incorporó velozmente para alcanzar a ver un golpe acertarle en plena cara, Malcom volvió de espaldas al piso y sintió como sus brazos eran firmemente sujetados. Continuó luchando con sus piernas y pudo sentir que su pie acertaba en la cara del más pequeño. Disfrutó eso. De pronto sintió un metal frío en su cuello. El líder tomó a Malcom por el cuero cabelludo y puso su cara enfrente a la de Malcom. Tenía los ojos vidriosos de dolor y jadeaba como un animal herido. Lo hicieron ponerse de pie y lo rodearon con cuatro navajas afiladas.

- Ahora imbécil, te pondremos allá arriba - dijo el herido líder haciendo un gesto con la cabeza hacia la punta del obelisco.

Los demás chicos sonrieron en forma siniestra.

ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora