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Con los ojos rojos, inyectados de ira, Malcom clavó su mirada directamente en los ojos del líder y sin pestañar habló a través de una garganta que casi no dejaba pasar aire y dientes rechinantes que se negaban a separarse.

- Bueno, ya tuviste tu espectáculo, - dijo - ahora, ¿Qué estás esperando? ¿Acaso quieres ver otro salto del enano volador?

Los chicos se miraron sin entender a quién le hablaba Malcom hasta que escucharon armas de mano trabar martillos a sus espaldas.

- Está bien niños, - dijo a su espalda una voz de terciopelo - eso sí que fue divertido pero ya es hora de entrarse, sus mamás deben estar preocupadas.

Era el hombre de pelo grisáceo que Malcom se había encontrado en el mercado de frutas.

- Estás usando armas amigo, - dijo el enfurecido líder - eso está prohibido.

- No dentro del parque - respondió el hombre.

- Se oirán los disparos, los polis te estarán esperando afuera y si no lo están, te delataremos amigo. Te encontrarán.

- ¿Los disparos? ¿Te refieres estas bellezas con silenciadores? Tienen balas aturdidoras con pintura, ¡mira!

De un certero disparo en la frente tumbó al enano que cayó secamente al suelo como un saco de ladrillos.

- ¡Jaja! ¿Viste eso?- se rio el hombre.

Otro disparo reventó pintura roja en la frente del pandillero más grande que cayó noqueado hacia atrás y no se movió más.

- ¿Estás loco hombre? - gritó el segundo pandillero al mando.

El hombre lo miró y lo puso a dormir de un disparo rojo en el estómago y otro en la frente.

- Eso es por llamarme loco, - dijo con expresión muy seria, luego miró al líder de la pandilla durmiente - suelta al chico ahora.

El joven líder de la pandilla no hizo absolutamente nada. Se quedó tal cual estaba, sujetando a Malcom con un cuchillo en su cuello. Era como si no hubiera escuchado nada. El hombre sonrió disgustadamente, como quién está frente al berrinche de un niño malcriado.

- ¡De prisa carajo, no tengo toda la noche!

El hombre, apuntó y disparó a la pierna derecha del pandillero. A regañadientes, el secuestrador derrotado dejó libre a su único rehén. Malcom sintió ganas de darle un último golpe ahora que tenía la ventaja, pero eso sería una cobardía, provocada por su ego herido. Él no había ganado la pelea, aunque fuera injusta, no lo había hecho y punto.

- Buena chico, ahora vete a nadar y cuando estés en medio de la laguna nos iremos.

Nuevamente, el líder pandillero mostró falta de reacción, se quedó mirando sin mover un músculo.

- ¿Qué demonios esperas?

El hombre, apuntó y disparó a la pierna izquierda del pandillero. Rápidamente el chico espigado se tomó la pierna en dolor mientras corría a zambullirse a la laguna.

- ¡Y aprovecha de lavarte un par de cosas mientras nadas! - gritó el hombre con una sonrisa - ¡apestas como el diablo!

Luego, volteándose hacia Malcom agregó muy serio y preocupado.

- Vamos, este lugar no es seguro. Pueden aparecer los amigos de estos idiotas, o bien sus enemigos. En ambos casos estaríamos jodidos.

ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora