XXXIII - El Amor de Merko

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Los dos se quedaron callados por un instante. Nícolas pensó:

"Este tipo debe estar loco. Acabo de poner mi vida en riesgo para salvar a una niña enferma y me viene con bromas. ¡Qué idea loca: Yo, hijo de un extraterrestre del futuro! ¡Parece que salí de una mezcla de "Doctor Who" con "Terminator!"

Merko leía la mente del hijo y tenía que convencerle sobre la verdad de los hechos:

— Discúlpame he sido muy incisivo en mi primera colocación. Pero puedo probarte que soy tu padre. Conocí a Lorena, tu madre en una de mis misiones en el planeta Tierra hace 23 años cuando intentaba salvar a un amigo mío llamado Silion.

Lágrimas resbalaron de los ojos del capitán.

— ¡Él era un gran amigo mío! Ya habíamos realizado algunas misiones en la Tierra y en otros planetas, pero por una fatalidad del destino, la vida dejó su cuerpo. Por otro lado, yo conocí a Lorena; fue una situación arrebatadora y nunca más encontré a una mujer como ella. Por eso, pienso en ella todos los días de mi vida. De esa relación que tuve con tu madre naciste tú.

— Y sólo ahora me dices una cosa de esas. Sólo puedes estar burlándote de mí. ¿Y las pruebas? ¿Dónde están?

— Tus linfocitos N son el resultado de la misceginación de nuestros genes. Hubo una recombinación entre el futuro y el pasado. Mira la pulsera. Lo perdí cuando conocí a tu madre. Por esa razón sólo ahora te lo he contado. ¡Porque estoy seguro!

— Yo... — Nícolas se quedó sin palabras frente a tamaña revelación.

El capitán no le contó al chico las circunstancias de la muerte del marido de Lorena. Sabía que el joven jamás lo entendería. Vio en la mente del muchacho que sabía sólo lo que su madre le había contado: que el padre había desaparecido cuando un día fue a trabajar en la base del ejército. Y Merko anhelaba conquistar la amistad del hijo. Para él que nunca tuviera una esposa o hijos, aquel era un momento único en su vida; la oportunidad de dividir el resto de sus días con alguien que amase de verdad. Pero estaba enamorado de una mujer que no sabía que él existía y cuando Merko la encontrase, necesitaría una buena explicación si revelase la situación del pasado que le llevó a conocerla. Por eso, decidió que volvería a la Tierra y se aproximaría a ella como una persona con un semblante diferente de aquel de cuando la conoció. No podría hacerle daño jamás y, él sabía que sentía un amor de intensidad mayor, porque, así como la sed con la escasez de agua, el amor dentro de él aumentó con la ausencia de Lorena. Después de pensar en cómo sería su encuentro con la madre de Nícolas, continuó:

— Eso también explica la telequinesis. Vi, personalmente, cuando usaste tu poder en mi nave. Déjame llevarte a un lugar en el planeta Vida donde podré mostrarte una cosa muy interesante.

Merko sujetó el brazalete de Nícolas con la mano izquierda y con la derecha sincronizó las coordenadas de teletransporte con el suyo.

— Puedes apretar el botón de tu pulsera, hijo. Sí es que puedo llamarte así.

— No sé si debo ir contigo. No me creo lo que me estás diciendo. ¡Mi padre está muerto! No tengo padre... — Dijo, indignado, sin conseguir absorber completamente todas aquellas informaciones.

— Por favor Nícolas. Dame una oportunidad de probarte que digo la verdad.

— Está bien, pero creo que algún tornillo se soltó dentro de tu cabeza para pensar que puedes ser mi padre.

— Aprieta el botón de tu brazalete — le dijo Merko, esta vez más serio ya que estaba enfadado con la actitud del muchacho.

Incluso haciendo aquello sin convicción, el joven presionó el botón de teletransporte. Enseguida, padre e hijo llegaron a un lugar montañoso distante de la capital. Nícolas miró alrededor y realmente no había personas. Había sólo una floresta con pocos árboles y plantas. Merko anduvo en dirección a una subida, cerca de una montaña.

Los Hijos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora