XIX - Un Breve Paseo por el Mundo

385 39 2
                                    

En Alaska, al saber de la localización de la Science, Merko entró en la nave junto con su equipo para entrar en las profundidades del mar. La montaña cubierta de hielo abrió su parte frontal y la Star Hunter salió con toda su exuberancia en busca de su destino.

— ¡Crom, coloca la nave en modo invisible! Dejaré el mando a tus cuidados y descansaré un poco.

— Sí señor, Capitán.

Durante el viaje de vuelta el comandante se sentó en una silla en la nave y empezó a recordar su última misión en el planeta Tierra, hacia veintitrés años en el tiempo terrestre. Él vino al planeta con su amigo Silion a testar las doblas espaciales y los viajes en el tiempo.

Ellos hacían un vuelo de reconocimiento sobre Canadá y los Estados Unidos de América, antes de ir a la base secreta de Alaska. Durante el vuelo, fueron interceptados por la Fuerza Aérea Americana, que prendió a su amigo con el objetivo de hacer experimentos y estudiarle. Ese recuerdo le ponía triste. Aún oía en su mente, repetidas veces, una conversación que tuviera con su amigo antes de lo ocurrido.

— Cuando volvamos a nuestro planeta, pretendo vivir tranquilo con mi mujer y mis dos hijos. Esta vida me mantiene lejos de las personas que más amo. Llegó la hora de parar.

— No me creo que quieras jubilarte, Silion — respondió sonriendo.

Sintió un dolor en el corazón por la añoranza y lágrimas resbalaron por sus mejillas.

Por la noche, Nícolas adoraba pasear con Zara por las calles iluminadas de New York, como la 5th Avenue. Andaban abrazados, como si fuesen seres normales, parecidos a las parejas del planeta Tierra. No había tocado más en el asunto de que ella se quedase con él en la Tierra, prefirió dejar que todo ocurriese naturalmente, aunque se sintiese, en muchas ocasiones, ansioso por una decisión que partiese de ella.

Una noche de viernes, pararon y se sentaron en un banco a conversar. Ella miró al cielo y dijo:

— ¿Nick, te gusta admirar las estrellas?

— Me gusta mucho, pero cuando subimos a la nave, pude ver la Tierra desde arriba y esa fue una de las más bellas visiones que he tenido. Es todo tan grandioso que pude darme cuenta de cómo somos pequeños — dijo él, muy cerca de ella.

Sintió una sensación extremamente agradable por estar al lado de ella haciendo algo que realmente le gustaba.

Volvieron la mirada hacia las estrellas en el cielo y lágrimas resbalaron de los ojos de Zara. Ella sintió añoranza de su familia y de su hogar, tan lejos en su galaxia. El joven, rápidamente, le seco las lágrimas con un pañuelo y le preguntó:

— ¿Qué te pasa querida? ¿Qué te hace llorar?

— Estoy recordando a mis entes queridos, en mi planeta — respondió queriendo disimular la añoranza.

Eso hizo que él pensase en cuan doloroso sería para ella tener que alejarse de su mundo para seguir a su lado.

Para quebrar aquel clima de tristeza, el chico entonces decidió invitar a Zara a una aventura:

— Podíamos sincronizar nuestras pulseras y apreciar la noche, en algún país de América del Sur. Huir de todo esto por un instante. Fingir que somos humanos comunes, sin miedo del pasado... ni del futuro.

Su espíritu joven y aventurero se alió a la curiosidad de conocer mejor su propio mundo y aprovechar las sensaciones que experimentaba al lado de ella, mientras iba descubriendo tantas cosas nuevas.

Ella se quedó pensando en los peligros de apartarse del resto del grupo, pero pensó en el momento que estaba viviendo y pronto consintió.

— ¿Y a dónde vamos?

Los Hijos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora