XIII - Viviendo entre Humanos

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Los cuatro tripulantes de la Science continuaban planeando cómo esconderse hasta el día del retorno a su planeta. Algunos días ya habían pasado y Sivoc sabía que el Capitán Merko encontraría su nave en breve. Por eso, decidió que lo más seguro sería salir de la nave y teletransportarse a New York.

El propio Nícolas había sugerido eso, visto que él soñaba en conocer la ciudad un día. A fin de cuentas, era la mayor metrópolis del mundo, y en medio de tanta gente difícilmente serían descubiertos. Pronto, también empezarían el entrenamiento del joven y necesitarían un lugar sin interrupciones para eso. El resto de la tripulación fue instruido a dispersarse por la ciudad, ellos deberían alquilar cuartos en hoteles, trabajar y tener el máximo cuidado para no ser identificados por los humanos. No se quedarían en aquella ciudad por mucho tiempo. Cuando Sivoc les necesitase, serían comunicados inmediatamente.

El comandante sabía que Merko quería solamente al muchacho y que el Capitán jamás destruiría la nave científica. Eso por un lado era bueno para ellos, ya que necesitaban la Science para volver a casa.

Zara ayudó a Nícolas a colocar las coordenadas de teletransporte en la pulsera. Así, lleno de expectativa, él esperó la hora del viaje.

— ¡Está todo listo!

— ¡No me puedo creer que voy a conocer La Gran Manzana! Ese siempre fue mi sueño, a pesar de vivir en el otro extremo del país.

— Has dicho Gran Manzana. ¿Quieres decir que vas a comer manzanas por allá? — preguntó Zara.

— No, Zara — sonrió él — La ciudad es conocida así por motivos históricos. En el principio del siglo XX, los Estados Unidos dividían los recursos entre los Estados como si fuese un gran árbol y como New York recibía una buena parte de los ingresos, las personas pasaron a llamarla Gran Manzana. En la década de 1970, New York era una gran exportadora de manzanas y usó este término Gran Manzana para estimular el turismo. La campaña de marketing consistía en mostrar manzanas rojas con la finalidad de cautivar a los visitantes.

— ¡Qué interesante Nick! ¡Me encanta que seas tan culto!

Él se sonrojó, pero era hora de partir. Nícolas se sorprendió cuando él y Zara se materializaron en un callejón detrás de un antiguo teatro en la 46th Street. Miró a los tres que aparecieron a su lado de repente, que mantenían la tranquilidad de quien había hecho aquello muchas veces.

— No me puedo creer que estoy aquí, vivo, después de un viaje de estos. Célula por célula en su debido lugar. ¡Parece locura! — dijo el chico, tocando el propio rostro.

— ¡Zara, quiero conocer toda la ciudad contigo!

— Calma Nick. Tendremos algún tiempo para eso. Vamos a acomodarnos primero.

Él no se contuvo y caminó hasta la salida ganando la avenida. Zara corrió detrás de él.

— ¡Espéranos, Nick!

Él miró hacia lo alto y vio los rascacielos. Taxis amarillos circulaban dejando y recogiendo a las personas en las aceras. Estas estaban abarrotadas de peatones que caminaban alucinadamente, como se estuviesen siempre atrasados para algún compromiso. Admiró los carteles luminosos y coloridos por todos los lados. Era como siempre pensara. Sabía que podría alcanzar la Madison Square, el Central Park y todo lo demás que la Gran Manzana ofrecía.

— Tendrás mucho tiempo para divertirte en esta ciudad, Nícolas. Ahora tenemos que salir de aquí. — dijo Tíbor, con aire de seriedad cuando los otros tres también se acercaron a él.

Drako sonrió con el espanto del joven.

Sivoc les llevó a un apartamento cercano al Madison Square Garden, en la 8th Avenue. El comandante solicitó a todos que saliesen lo mínimo posible.

Los Hijos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora