s c h o o l l o v e a f f a i r [ yoonmin ]

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La tarde era cálida y agradable, una suave brisa entraba por la ventana del salón removiendo los cabellos de Min Yoongi, quien se encontraba concentrado en un papel cuando tocaron la puerta.

— Profesor Yoongi, buenas tardes. ¿Puedo pasar? — Preguntó Jimin, el instructor de gimnasia del instituto.

— Claro, adelante. ¿Qué desea? — Respondió el mencionado sin mirarle, estaba ocupado escribiendo unos apuntes para sus clases.

— Sólo pasaba a saludar, ya sabe. Le traje algo, tenga. — Comentó el menor con una sonrisa mientras se sentaba en una silla frente al escritorio, dejando una bolsa de papel sobre este.

— No se hubiera tomado la molestia, Park. ¿Qué es? — El rubio tomó la bolsa en sus manos, abandonando su ocupación y sacó el contenido, un café grande y un muffin de chocolate; la merienda preferida de Min. Lo miró por unos segundos y sonrió ampliamente.

— Jimin, gracias... — Un muy leve sonrojo adornaba sus mejillas, pero pronto su ceño se frunció. Se retiró los lentes que usaba y se masajeó el puente de la nariz. — ¿Por qué haces esto? Digo, vienes aquí todas las tardes y siempre me traes lo mismo, pero aún así nos tratamos con demasiada seriedad. ¿Qué pretendes, Park?

Aunque Yoongi no lo quisiera admitir, le agradaba la visita de Jimin, le agradaba mucho Jimin en sí. Desde aquella vez que se vieron por primera vez en el acto de inicio escolar del Instituto, donde le dieron la bienvenida al nuevo profesor de Gimnasia, él supo que algo ocurriría.

Yoongi era callado y solitario, solía pasar el día en el salón de música componiendo las melodías para la banda de la escuela o simplemente tocando el piano fuera de clases; pero con Jimin era distinto, hablaban bastante y se reían, incluso había logrado enseñarle alguna canción sencilla a Park.

Su vida como maestro escolar había cambiado gracias a ese pelinaranja fornido, pero no quería aceptarlo. Tampoco quería aceptar lo mucho que le gustaba.

— Yo... Ehm, no lo sé. — Respondió finalmente el otro muchacho, que repentinamente se había avergonzado de la situación. Miraba sus manos con un poco de nerviosismo a la vez que mordía su labio inferior; a Yoongi le pareció lo más lindo que había visto.

— Jimin, mírame. — El mayor se había cansado de esa tensión extraña en el ambiente, quería ir al grano y saber lo que le interesaba.

Park hizo caso a lo que le pidió, y luego de unos largos segundos donde sólo le miraba con cierta culpa, habló.

— Hyung... Desde que te ví a inicios del año escolar, supe que eras especial. No soy una persona que se da por vencida rápido, por lo que todos estos meses he estado luchando para acercarme más a ti... Creo que ya te habrás dado cuenta que m-me gustas...

El rubio se quedó callado, con la boca entreabierta como si fuera a decir algo pero no le saliera, se miraban fijamente, ambos muy sorprendidos. El menor se levantó lentamente y habló, con la voz un poco insegura.

— Y-Yo lo siento si le molesta... Si usted quiere puedo ret-

— Cállate.

— ¿Qué?

— Que te calles dije. — Yoongi había perdido por completo su paciencia, su cerebro estaba a punto de quemarse tratando de procesar lo que ocurría, parecía irreal.

Se levantó de su asiento y caminó hasta la puerta, cerrándola con llave. Miró sin expresión alguna a Jimin y se acercó a él, parecía molesto; el pelinaranja incluso llegó a creer que le golpearía o insultaría, así que cerró sus ojos, lamentándose de haberle dicho que le gustaba, pero lo único que sintió fue una leve presión sobre sus labios, y el calor corporal del otro muy cerca de él.

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