Capítulo 10

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Entró algo desubicada a aquel gimnasio. La universidad de Polis era enorme y tenía muchos espacios en los que se practicaban deportes y actividades extraescolares, pero Clarke nunca había estado en ese lugar en concreto, donde estaban dando puñetazos y patadas a sacos de pelea, peleando entre ellos y recibiendo órdenes de un hombre calvo. Había pensado que no llegaría a tiempo para ver a Lexa entrenar, tenía mucha curiosidad por ver a la morena practicando otro deporte diferente al fútbol, pero, por suerte, la última clase no se había extendido demasiado; y ahí estaba, buscándola desesperadamente con la vista.

Fue directamente hacia una especie de gradas, sentándose y, por fin, la vio. Estaba dándole patadas a un saco de forma repetitiva, y Clarke se quedó sin aliento. Llevaba unos shorts negros y un top del mismo color, que dejaba a la vista su plano y marcado vientre. Se lamió los labios cuando vio cómo el sudor perlaba su cuello y su vientre, estremeciéndose cuando le vinieron imágenes de lo ocurrido en la trastienda de la cafetería. Lexa la había hecho vibrar de una forma que no creyó posible y, al verla así, pegándole a ese inservible saco no podía pensar en otra cosa que no fuese ese cuerpo tan perfecto que tenía. Se moría por ser ella, esta vez, la que pudiera tener esos pechos en su boca, pasar su lengua por su cuello y su abdomen, sentir como la morena se estremecía, jadeaba y...

Levantó la vista de su vientre cuando notó que se detenía. Lexa le sonrió y Clarke se sonrojó un poco porque, probablemente, habría notado la forma en la que la estaba mirando. Levantó la mano en forma de saludo y Lexa hizo lo mismo, lanzándole luego un beso que hizo que la rubia sintiera su corazón latir muy rápido.

Observó cómo los pies vendados de Lexa daban vueltas en el aire, realizando patadas que no había visto en su vida pero, madre santa, se estaba calentando muchísimo. ¿Qué era lo que pasaba con Lexa y los deportes? Incluso al verla practicar un deporte que siempre pensó que era muy soso como el yoga se había puesto cachondísima; y, en el que era espectadora en esos momentos, viéndola golpeando y jadeando mientras el sudor recorría su cuerpo... se retorció, intentando apartar la vista para controlar el cosquilleo que sintió en su vientre y mucho más abajo.

La morena comenzó a usar sus manos para pegarle al saco y Clarke notó cómo los músculos de su abdomen se contraían. No pudo evitar bajar la vista hasta sus piernas y preguntarse cuánto más tendría que esperar para tener su rostro entre esas dos largas extremidades. No podía más, iba a llevarse a Lexa a su habitación y no saldrían hasta el día siguiente. Bellamy aparentemente estaba demasiado ocupado con Roan, porque ni siquiera le había visto aparecer en su habitación tras el incidente con los muffins. ¿Qué llevarían? Se acordaba de que había alucinado y que, al ir a buscar a Lexa, se encontró con dos, sonrió para sí misma. Ya le gustaría a ella tener el doble de esa sexy morena... se mordió el labio, aún más caliente de lo que ya estaba y notó que Lexa volvía a sonreírle. Ella lo sabía, sabía el efecto que causaba, sabía que estaba jodidamente buena, y, además de eso, esa sonrisa y la forma de comportarse con ella la hacían una persona fantástica; a veces le costaba creer que esa chica existiera.

Se percató de que el entrenamiento parecía estar llegando a su fin, y sintió que su corazón empezaba a latir más rápido y que su cuerpo se estremecía, necesitada de contarle a Lexa lo que había estado pasando por su cabeza mientras la miraba practicando ese deporte; pero el hombre calvo de gesto serio se acercó dónde estaba, quedándose a hablar con ella. Clarke suspiró frustrada, y la vio hablar con otro chico; parecía que el entrenador le había pedido que le enseñara algunos movimientos, y la morena lo hizo con gusto.

El gimnasio se fue quedando vacío, y la gente iba saliendo de los vestidores, mientras Lexa aún seguía ahí, practicando con su compañero. Clarke no se quejaba, desde esa posición tenía una vista privilegiada de ese culito precioso; y, por primera vez, no tenía prisa, así que, simplemente, se quedó allí disfrutando de las vistas. Tras unos minutos, el entrenador parecía haberse quedado satisfecho y le dijo a ambos chicos que podían irse. Lexa se acercó hasta donde estaba ella, quitándose las vendas de las manos. Dios santo, hasta haciendo eso se veía sexy.

Las dos caras del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora