Capítulo 11

15K 698 205
                                    

Ese colegio había sido el paraíso para Alex desde el primer momento en el que lo pisaron su hermana y ella. Cuando entraron en la adolescencia y terminaron los estudios primarios, sus padres decidieron que era hora de ir a un colegio privado, y en el momento en el que anunciaron que era un colegio solo de chicas, Alex casi había besado a sus padres llena de felicidad. Lexa, en el fondo, pensaba que no habían escogido una escuela femenina por casualidad. Sus padres eran unos seres extraños, pero muy sabios, tolerantes e inteligentes.

En esos momentos estaban en su último año, y estaba segura de que iba a echar de menos a sus amigas y a las diversas experiencias vividas dentro de ese enorme instituto. Cuando empezaron allí Alex odió el uniforme que tenían que llevar, el cual consistía en camisa blanca, corbata roja, falda plisada de cuadros y mocasines; aunque ella solía ir en zapatillas y nunca llevaba la corbata como debía. Tras el odio inicial, empezó a adorarlo ya que le venía muy bien para mirar o meter mano a las chicas. Lexa, a pesar de ser más aplicada en cuanto a los estudios en comparación con su gemela, también sabía cómo divertirse, sobre todo cuando salía con ella. Se habían ganado el título de "gemelas revienta ovarios" por alguna razón, y las bollo-aventuras que habían vivido en los baños, la biblioteca, las canchas de deportes e incluso el salón de música, nunca las olvidaría.

Ese iba a ser su último día de clases antes de que ambas comenzasen la universidad. Lexa giró su rostro y sonrió divertida al ver a su hermana recostada en la pared, sorbiendo por una pajita un zumo de manzana, mirando su alrededor con nostalgia.

-Vas a echar de menos venir aquí, ¿verdad? -le preguntó divertida, acomodándose las gafas.

-¿Estar rodeada de tías ocho horas durante cinco días a la semana? Por supuesto –respondió, y Lexa apoyó el hombro en la pared.

-En la universidad también habrán chicas, ¿sabes? –su hermana levantó la mano, saludando a un par de estudiantes que pasaron por allí sonriendo a ambas gemelas con las mejillas sonrojadas. Lexa también las saludó y Alex se quedó mirando sus piernas mientras caminaban alejándose de ellas-. Son unas niñas, pervertida.

-Están locas por nuestros huesitos.

-Ya somos mayores de edad, podríamos ir a la cárcel.

-Que me condenen si tengo que dejar de apreciar lo que me rodea -miró sonriente a otras chicas que justo salían de clases, y Lexa rio meneando la cabeza.

-La verdad es que estos años han sido fantásticos y, en parte, ha sido gracias a ti, bollito -su hermana la miró con cariño-. Me has ayudado a salir de mi cascarón.

-Tonterías, solo te he dado un empujoncito. El lesbianismo ya lo traías de nacimiento. Recuerda que compartimos espacio en el útero, esas cosas se contagian. Culpable –levantó la mano antes de dar otro sorbo a la pajita.

-Ya sabes a lo que me refiero, idiota -le pegó en el brazo.

-Lex, tú has conseguido todo por ti. Sí, quizás con las chicas te he echado una mano, pero al final eres tu las que las conquista porque eres preciosa y tienes más cerebro que yo.

-¿Que dices? Te ha ido muy bien con las notas.

-Sí, menos en matemáticas –bufó, pero se recompuso en tan solo un segundo, silbando a una de sus compañeras de clase, que levantó su dedo de en medio-. Me aman -señaló a la pelirroja-. ¿Sabías que Amanda no es pelirroja natural?

-¿Cómo lo sabes? –la mayor le dio una mirada significativa- Oh... ¡oh! -rio- ¿Hay alguien aquí que se te haya escapado? –la hizo suspirar con pesar.

Las dos caras del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora