Epílogo

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  • Dedicado a todo el que lo lea.
                                    

Los árboles se han teñido de colores anaranjados y marrones. Las primeras hojas de otoño empiezan a cubrir el suelo, adornándolo así de colores dorados.

Alexia camina vagamente entre los árboles, arrastrando los pies de manera despreocupada, alborotando las hojas allá por donde pasa. Lleva oculto su rostro en el abrigo, este le tapa hasta un poco más arriba de sus sonrosadas mejillas, dejando al descubierto únicamente lo necesario para ver por donde va. Su cabello castaño se deja moldear libremente por el aire.

Pese a la agradable celebración que se está llevando a cabo en esos momentos, ha decidido ausentarse por unos minutos.

En ese día se celebra la reapertura del camping “Lake Violet” y, aunque hayan asistido muchas personas, hay otras a las que siempre se les echa en falta.

Reconstruir el camping ha llevado más años de lo que esperaban, debido a que los daños también eran menores a simple vista. Pronto abrieron los ojos y se dieron cuenta de la realidad que les aplastaba. El suelo estaba cubierto de ceniza, tragándose el color del lugar. Los árboles estaban grisáceos y alguno que otro hueco, sin vida. No quedaba construcción ni vegetación más allá del portón de la entrada. Con suerte, la recepción estaba intacta, pero de nada les servía aquello si todo lo demás estaba destrozado por el incendio. Simplemente andaban en busca de un mínimo consuelo sobre el que apoyarse. El lago había perdido su encanto, como si estuviera hecho de un material que se ha ido desgastando con el paso de los años. Había perdido su brillo, o era así como sus ojos veían el lago, con pesimismo y sin esperanza.

Gracias a un mutuo apoyo, y a que no se dieron por vencidos, poco a poco, consiguieron ir reconstruyendo el camping a la vez que también iban reconstruyéndose ellos mismos interiormente, obteniendo fuerza y volviendo a rehacer su vida.

“Por mucho que pongamos de nuestra parte no es suficiente, necesitamos ayuda” le dijo un día Chris hablando del estado psicológico de ambos. La chica se negó rotundamente, pensando que se había vuelto loco, y sí, en parte sabía pero no quería admitir que la situación se les iba de las manos y estaba perdiendo la cabeza.

Alexia se encuentra sentada cerca del lago. Frente a ella están las dos losas de piedra donde se encuentran enterradas las cenizas de sus padres. Ambos nombres están grabados sobre la piedra. Aquel era el mejor lugar para ellos, según pensó la chica. Les echaba mucho de menos, le gustaría que vieran como todo va bien ahora.

Resultó que las cenizas de su madre las tenía su abuela en casa, en un jarrón florido que a ella siempre le gustó mucho. Es raro pensar en cómo algo que por fuera parece estar tan lleno de vida por dentro tenga algo tan… sin vida. Su padre quiso que su abuela lo tuviera, no quería que le arrebatasen lo que le quedaba y más quería. Su abuela prometió cuidar de lo que su padre dejó en sus manos y, en resultado de ello, Alexia es hoy como es. Pensar en su abuela le infunde tristeza. Falleció un par de años más tarde que su padre, debido a un cáncer que acabó definitivamente con ella.

Lake VioletDonde viven las historias. Descúbrelo ahora