1-Playa y Olas

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El sol brillaba fuertemente, desde hace tiempo que no sentía tanto calor, desde el verano pasado específicamente que no sentía el sudor corriendo a caudal suelto por mi cuello y espalda. Esa sensación para mi significaba verano, y el verano, significaba para mí la libertad también.

Se podría decir que yo era una buena persona, a mis 16 años, en mi último año de instituto y aun así teniendo un trabajo para contribuir con la familia, era un buen estudiante.

- ¡Max, no entres tanto al agua!- le grité a mi hermano pequeño.  Cosas de hermanos mayores.

Este, haciéndome caso, salió un poco más hacia la orilla y como si nada hubiera pasado, siguió chapoteando con agua y riendo. El sol bailaba en la cúspide del cielo, permanentemente encendido y abrazador. Lo que provocaba que la arena debajo de mi estuviera hirviendo.

Mi madre sonreía, sentada en su silla más adentrada en la arena, observando a los dos frutos de su esfuerzo. Era esa clase de miradas que las madres daban cuando se sentían orgullosos de sus hijos, con la cabeza alta y los ojos un tanto entrecerrados. Siempre había admirado el coraje y las ganas de seguir adelante de mamá. Por más difícil que lo habíamos tenido en el pasado, ella siempre supo cómo sacar adelante a esta familia incompleta.

Más lejos divise a unos chicos de mi edad disfrutando de las vacaciones. Nadaban y gritaban de diversión en el mar. Eso en parte me entristeció, ya que nunca había podido ir a la playa con nadie que no fuera mi madre y hermano.

Bajó la mirada, su expresión cambió repentinamente y se puso a juguetear nerviosa con sus cabellos rubios, más claros que los míos.

- Ya...Ya es hora de irnos, debemos llegar a casa antes de que oscurezca.

- ¡Pero si acabamos de llegar-El pequeñín mira a Alex-, ni se ha metido al agua a jugar conmigo!- reclamó el pequeño.

- Tenemos que llegar a la casa, tenemos que hablar, tenemos que aclarar las cosas- dijo mamá exasperada, hablándole a Max como si este tuviera su misma edad.

- ¿Pasa algo?-inquirí pensativo, analizando las últimas 24 horas en busca de una pista, de algo que me explicara al pie de la letra el extraño, poco frecuente y volátil humor de mamá.

No quería irme, la estaba pasando bien y tenia un buen tiempo sin ir a la playa. 

A lo lejos se veían familias completas, no como la mía, jugando y divirtiéndose, nadando bebiendo y riendo. Se veían felices todos juntos, con un padre y con una madre. Con las dos figuras paternas presentes. La vida fuera mas fácil  sin nada de aquello hubiera pasado. Muy en el fondo, añoro aquella sensación de formar juntos una familia unida, sin problemas ni discusiones, sin trabajos extra y todos contribuyendo, juntos. 

- No hablaré de nada aquí. En medio de la playa, muévanse. Entren al carro- ordenó mamá.

- Pero...-Reclamó Max. Luego al ver que mamá no cedería, se dispuso a secarse con la toalla y dirigirse hacia el carro, molesto claramente.

Cuando Max se hubo marchado, mamá me dijo bajo al oído –Tenemos que hablar, es urgente-y dicho esto, se marchó hacia el carro siguiendo al joven Max. Yo me dispuse a hacer lo mismo y sentarme en el asiento delantero del coche y aguantarme las preguntas.

cambié varias emisoras y no encontré nada, tirando la toalla, me limité a ver por la ventana y pensar mas a fondo en mi anteriores pensamientos, el concepto de una familia unida y sin problemas. Parte de la vida era aceptar tu presente y dejar atrás el pasado, seguir adelante sin mirar por el hombro y deslumbrar lo que fuiste.

El resto del camino hacia casa transcurrió en completo silencio. Sin decir siquiera una palabra.


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