5. ¿Pueden los fantasmas traer flores?

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Era un álbum de fotos

Suspiré al contemplar la primera fotografía, una fotografía en un sepia viejo con una jovencita. Era mi abuela. Pase la página y en la siguiente foto había un grupo de personas en la puerta de La Dehesa sonriendo. Reconocí a mis abuelos, a mi tía y a mí madre.

«todos muertos» pensé con tristeza.

Contemplé un rato más la foto y me resistí en no derramar ni una lágrima, cuando el sonido de un portazo me sobresaltó.

Un golpe del viento había cerrado la puerta.

Empuje con toda mi fuerza la puerta para que abriera, porque no tenía picaporte y la llave estaba del lado de afuera, pero se me hizo imposible.

Se estaba haciendo de noche así que decidí encender la vela en un lugar alto y respirar pausadamente para no entrar en un ataque que me hiciera tirarme por la ventana.

Una puerta cerrada y una ventana pequeña, eran mis únicas salidas, así que me precipité.

Corrí un mueble para subirme a la pequeña ventana porque estaba hasta arriba, cuando llegue saque la cabeza y mire hacia abajo, la imagen era horrible.

La fuerte inclinación del tejado a dos agus de aquella torre hacía imposible mi misión, y aún en el caso de que lograra caminar por el, no conseguiría saltar hasta el suelo sin romperme una puerta.

No podía gritar porque nadie me ayudaría, no podía saltar porque me quebraría, esto era absurdo, parecía una princesa encerrada en la torre con un final trágico.

Me pregunté si el viento habrá cerrado la puerta de esa forma o si habrá sido mi fantasma que le dio un empujón.

Cuando me canse de mirar hacia los árboles decidí bajarme y ver cómo podía salir de esa horrible habitación, al caer de golpe vi como una madera del suelo saltaba ligeramente hacia arriba, confundido me agaché hasta ella y metí un dedo para poder empujarla hacia arriba y abrirla.

Cuando finalmente pude levantarla observe que dentro de ese hueco había una caja de madera, la cogí entre mis manos sin mucha emoción ya que era una caja muy antigua de Cohiba, los habanos que fumaba mi abuelo.

Me acorde de el, aunque tenía apenas 4 años cuando murió, todavía podía evocarlo con nitidez mientras fumaba uno de sus puros mientras destapaba un ramillete de manzanilla e iba metiendo las florecitas en un bote de lata. Su recuerdo estaría para siempre asociado a esa planta y al aroma de sus puros.

Sin más abrí la caja y dentro había un paquetito de cartas anudado con hilo. Me las lleve a la nariz y un olor añejo a habanos me trajo a la mente el rostro de mi abuelo y la sonrisa que dibujaba sus finos labios cuando me miraba y me decía que el verde de mis ojos le hacía acordar a sus viajes por las sierras. Pensé también en mi madre y en mi abuela, el nudo de mi garganta no pudo resistirse más y las lágrimas cayeron en mis mejillas al igual que mi destino al saber que ya no tendría más a esas personas todos los días.

Lamenté no haber tenido otra vela para poder leer esas cartas, sin luz en esa habitación me sentía como un ratón.

Y en ese momento, un ruido capto mi atención, venia del otro lado de la puerta.

Era el sonido de una llave girando en su cerradura.

La puerta chirrió.

—¡Alan! ¡Tio Alex! —grite— ¡Alan!

Nadie contestó

A pesar de estar en el suelo, me incorporé de un salto y salí de aquella habitación, pero cuando llegue al pasillo, solo me recibió la soledad misma.

—¿Quién eres? —pregunte mientras me apoyaba en la pared con la cajita en las manos. Llore y reí al mismo tiempo.

No volví a pensar en lo que había ocurrido hace unas horas atrás mientras me daba un baño, tuve que calentar varias ollas con agua caliente para poder echarlas en la bañera que había en el piso de arriba. Cuando mi cuerpo al fin toco el agua pude relajarme y cerrar los ojos, me sorprendió lo relajado que me sentía cuando un hecho paranormal había ocurrido frente a mis ojos, sin embargo, no podía tener miedo. Mi fantasma cuidaba de mi, me había ayudado cuando más lo necesitaba.

Sonreí y me permití estar bajo el agua hasta que esta se puso fría y luego de secarme me puse la ropa para ir directamente a la cama.

Cuando estuve en la habitación, agarre las sabanas para introducirme debajo de ellas, pero había una flor sobre la almohada.

Alguien la había dejado allí para mí. Era una flor silvestre de un intenso tono violeta. Nunca había visto una igual.

Sonreí y me metí en la cama con solo una pregunta en la cabeza:

¿Pueden los fantasmas traer flores?

El bosque de los corazones dormidos l.sWhere stories live. Discover now