4. Un ángel en el agua

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"Cuando las olas
inundan la orilla
y no puedo volver a encontrar
el camino a casa
es entonces cuando te miro"


Me desperté con la agradable sensación de haber dormido por horas y profundamente, por primera vez en meses ninguna pesadilla me siguió y tampoco había llorado por recuerdos del pasado. Hacía tanto tiempo que no dormía así de bien que me sentí mareado cuando abrí los ojos y el sol se adueño de ellos haciéndome entrecerrarlos por la luz dorada que desprendía. Eran las once  y llevaba la ropa del día anterior.
Me acorde de Alan preguntándome por qué creía que alguien había entrado a la casa, gracias a eso se quedo hasta tarde conversando conmigo y yo había preparado unos bocadillos para la cena mientras nos sentamos en el sillón.
A él le sorprendió encontrarse a Bécquer en el sofá.

—Amigo, si quieres miedo de verdad, tendrás que cambiar tu lectura —me había dicho— Esto ya no asusta a nadie

—En realidad no es que sea 100% terror, sé que es más romántico que gótico, pero hay algo en la leyenda de El monte de las ánimas. Anoche no pude terminarlo

—Eso es porque estas en él. La Dehesa esta en pleno monte de las ánimas

—Claro, como digas —dije rodando mis ojos— Sin embargo hay algo extraño en ese relato, algo que asusta pero atrae —me detuve unos instantes dudando de lo que estaba a punto de decir— Es como si aveces alguien me observara

—A lo mejor es el espíritu de Rodrigoalbar o el viejo de la cabaña del diablo...—dijo en tono de broma— No te habrás tomado en serio esos cuentos de hace siglos, ¿verdad?

—No es que te den auténtico miedo, es simplemente que me gana la curiosidad, te estaría mintiendo si te digo que no me atraen todas esas leyendas —le dije mirando hacia la ventana— ¿Qué pasó con Don Anselmo?

—Nada.. es un viejo que bebe más de la cuenta

—Quiero saber acerca de ese viejo que bebe más de la cuenta —insisti

—Desapareció durante tres días. Al cuarto, vino a Colmenar diciendo que un ermitaño había hecho brujería con él y que le había retenido en su cabaña. Nadie le creyó

—¿No fueron a comprobarlo?

—No, no lo tomaron en serio, pero tampoco quisieron indagar mucho. Pero la gente de pueblo es supersticiosa y esa cabaña está en tierra de nadie.

—¿Dónde está?

—No lo sé muy bien...—confesó Alan— Bosque adentro, a pocos kilómetros de esta aldea. Pero no encontraras nada interesante salvo una choza en ruinas y un viejo vagabundo

Ambos nos quedamos en silencio

—Puedo pedirte algo?— le pregunte

—Claro

—¿Me pasas el libro? quiero saber cómo acaba El monte de las ánimas —dije señalándole el libro con la mirada— puedes hacerme compañía si quieres

—Claro —contesto sorprendido— ¿No tienes miedo? te acabo de contar que esa casa está a unos kilómetros de aquí Harry

—Es posible —admití— pero ¿sabes algo? el miedo no me disgusta. Cuando estoy asustado, al menos, me olvido de estar triste

Sacudí los cojines mientras nos acomodábamos en el sofá y comenzaba a leer en voz alta para ambos, mientras me transportaba al mundo de la caprichosa Beatriz, que tras haber enviado a su primo Alonso al bosque a buscar su pañuelo perdido, se lamentaba porque este no regresaba. Justo cuando Beatriz, tras una noche de tormenta, encuentra el pañuelo ensangrentado en su habitación y Alonso amanece degollado en el monte de las ánimas, caí vencido por el sueño. A partir de ahí no recuerdo cuando fue el momento exacto en que Alan me puso unas colchas encima y se fue.

El bosque de los corazones dormidos l.sWhere stories live. Discover now