Capítulo 22. POV Carlos.

4.5K 336 6
                                    

A pesar de que Alice había estado todo el lunes intentado dar conmigo para hablar de lo que había ocurrido el día anterior, la había evitado por completo. Y lo mismo había hecho los siguientes días.

No tenía realmente ganas de hablar con ella. No es que siguiera enfadado, aunque sí algo molesto. De cualquier forma, no quería volver a acercarla a mí porque quedaba menos de un día para que nuestro plan de robar la varita comenzara.

La mañana del jueves me levanté pesadamente, sabiendo que hoy sería el último día que asistiría a las clases y pasearía por los pasillos de la Academia. De todas formas, ese pensamiento tampoco me ayudó a prestar atención en clase, ya que estuve completamente distraído.

¿Sería cobarde decir que tenía miedo de lo que fuera a ocurrir mañana? Porque sí, realmente debía admitir que estaba asustado.

La hora de comer llegó, así que los cuatro cogimos nuestra comida en la cafetería y nos dirigimos a la mesa del fondo del patio, como siempre. Aunque, a decir verdad, nuestros ánimos estaban por los suelos y ninguno tenía si quiera apetito.

Minutos después de que nos sentáramos, otros chicos comenzaron a venir a las mesas más cercanas a estas sin un motivo aparente. ¿De verdad no podían elegir un día peor para cambiar de sitio para comer? Lo que menos necesitábamos ahora era estar rodeados de gente.

Jane y Audrey reían junto a un grupo de chicas que apenas conocía de vista, Chad comía tranquilamente en la mesa más cercana a ellas, y Doug paseaba nerviosamente de un lado a otro.

-Hey, chicos, ¿cómo estáis? – se presentó Ben colocándose al lado de Jay, el cual estaba sentado sobre la mesa, a mi lado. – Escuchad, olvidadlo, ¿vale? No ha sido nada, no se lo tengáis en cuenta. Mañana después de la coronación todo se arreglará.

Seguramente habría notado las punzantes miradas que estábamos dedicando al resto de personas que estaban enfrente de nosotros.

Ben se colocó detrás de Mal y apoyó sus manos sobre sus hombros. Ninguno de nosotros dijo ni una sola palabra; como ya habíamos dicho antes, no había nada más que hablar.

-Tengo que irme. – le susurró a la pelimorada. – Nos vemos luego.

Y cuando Ben se marchó, supe que la comida no iba a seguir para nada en paz.

Vi como llegaba hasta donde se encontraba el resto de adolescentes una confusa Alice, pero poco después mi atención se desvió hacia Doug, el cual intentaba hablar con Evie mientras Chad no paraba de llamarlo.

Finalmente, el rubio consiguió su propósito y Doug volvió a su lado dejando a una desolada Evie.

Segundos más tarde, sin si quiera darme cuenta, Alice se adelantó hasta donde estaba yo.

-Carlos, ¿podemos hablar?

-Alice. – la llamó Chad al igual que había hecho con Doug.

-No hay nada que hablar ya.

-De verdad, puedo explicártelo. – dijo nerviosa. – Siento no haber hecho nada el domingo, pero no podía hacer otra cosa.

-¿Qué era tan importante como para no hacer nada al respecto? – pregunté realmente molesto. No quería enfadarme, pero las palabras salían solas de mi boca.

Antes de que la rubia pudiera responderme, Chad la cogió por el brazo y la alejó levemente de mí, impidiéndome escuchar lo que fuera que hablasen.

Mis puños se apretaron de rabia inconscientemente. ¿Qué derecho tenía ese chico como para tratar así a Alice?

La chica volvió a girarse hacia mí, con la duda reflejada en su rostro mientras yo no podía hacer nada más que esperar a que hablara por fin.

-Yo... lo siento. – murmuró alejándose de mí.

¿Cómo había sido capaz Alice de dejarme de lado de nuevo? Si tanto quería hablar conmigo, ¿por qué no lo había hecho ahora? Supongo que tendría cosas más importantes en mente, mucho más importantes que yo.

Sabía que Audrey y Jane estaban haciendo el mayor esfuerzo para molestar a Evie y a Mal, aunque no fui consciente de la gravedad hasta que escuché el grito de la hija de Hada Madrina; todo ello consecuencia de un hechizo por parte de la pelimorada.

Mal había vuelto a cambiar la melena de Jane a el peinado que tenía antes, consiguiendo que todas las chicas se rieran de ella.

-Y aún puedo hacer más magia. – amenazó la pelimorada, de pie al lado de nuestra mesa y respaldada por Evie.

-Perdona, ¿quién te crees que eres? – la encaró Audrey.

-¿Crees que lo digo de broma?

Todas las chicas allí presentes salieron corriendo cuando Mal volvió a abrir el libro de hechizos, y por suerte Chad huyó junto a ellas. Doug se marchó lentamente, pero Alice se quedó quieta, seguramente esperando algo más por nuestra parte.

-¿A caso crees que eres inmune? – le preguntó maliciosamente Mal.

Noté como la chica tragaba grueso, estaba asustada. Sin decir nada más, me miró una última vez antes de marcharse de allí.

Mal dejó de mirar el lugar por el que se habían marchado todos y se giró hacia nosotros, con la cabeza bien alta. Solamente una persona que sabe observar bien habría podido percatarse de que su mirada escondía que estaba realmente herida por todo lo ocurrido, pero jamás lo reconocería.

-Tengo muchas ganas de que llegué mañana. – comentó decidida. – Cogeremos la varita y saldremos pitando.

Levante levemente una de las comisuras de mis labios antes de golpear con el puño en la mesa y levantarme de esta. Evie y Jay hicieron lo mismo y los cuatro nos alejamos del lugar.

Habíamos veníamos aquí por una misión, y ya nada nos iba a impedir cumplirla.

Aquí nadie nos respetaba, así que por fin les demostraríamos a tanto a ellos como a nuestros padres lo mucho que valíamos.

Chad y el resto de idiotas que lo seguían iban a darse cuenta de que no era tan fácil como ellos creían reírse de nosotros.

Al fin y al cabo, estábamos podridos hasta la médula, ¿no?

Deseos de princesa | Carlos de VilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora