Día 35.

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Día 35.

-Sabes que te quiero, ¿verdad? –Dije, mientras soltaba una carcajada y la veía bailar encima de una de las hamacas de la piscina donde estábamos-

Por suerte, esa tarde no había nadie allí.

-¡Y yo a ti! –Gritó, sonriendo y volviendo a saltar-

Me fijé en su moreno y delgado cuerpo como se movía de un lado al otro, al compás de la música que sonaba des de su teléfono. Estaba bailando realmente como una loca, y yo no paraba de reírme. Le habían dado uno de esos ataques de motivación y yo no podía impedir que parase.

Simplemente porque me embobaba con ella cada vez que la veía con esa sonrisa.

-Ahora voy a hacerte el baile de Sam. Verás, este me lo he inventado yo. –Dijo, apartando varios mechones de pelo rubios que se habían puesto sobre su cara-

-Ten cuidado…te vas a caer. –Dije, haciendo una mueca con la boca-

Ella ignoró mis palabras, a la vez que comenzaba a bailar sobre esa hamaca.

¡¿Quién se ponía a bailar sobre una hamaca?!

Tarareaba una canción conocida mientras movía la cabeza de un lado al otro, yo simplemente la observaba des de mi hamaca, con mis gafas de sol puestas.

En un momento en el que ella comenzó a saltar, vi como uno de sus pies se desequilibraba, y se calló estrepitosamente sobre el césped soltando un grito. Me levanté con los ojos como platos, para ver como ella se lamentaba en el suelo. Suspiré, acercándome a ella, que estaba quejándose de que le dolía el tobillo.

-Si es que mira que te he avisado… -Dije, poniéndome de cuclillas donde ella estaba-

Le sujeté un pie, mientras ella seguía lamentándose. Examiné su tobillo, inclinándolo de arriba abajo. Ella giró su cara un momento para mirarme, y sentí como sonreía de lado. Enarqué una ceja, y Sam rápidamente entrelazó sus piernas a mi cadera, y sus manos a mi cuello. Haciendo que cayera sobre ella en el césped.

-¡Jo, qué calentito estás! –Exclamó riendo, y dejando un beso en mi hombro-

-¡Y tú estás helada! –Dije, yo intentando separarla de mí-

-No..no te vayas. –Murmuró, sonriendo de lado. Me separé un poco de ella, mirándola fijamente a los ojos-

Esos ojos azules que rompían todos mis esquemas. Me quedé varios minutos analizándolos, hasta que ella sonrió ampliamente, dejándome un pequeño beso en mi mejilla.

-Sabes que odio cuando haces eso. –Un puchero se asomó en sus labios. Fruncí el ceño-

-¿El qué? –Pregunté-

-Que me mires así, directamente. Me pones nerviosa. –Se sonrojó, yo sonreí de lado-

Los encantos de Sam (EN PAUSA)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora