Capítulo 4

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Le miro, le miro y le vuelvo a mirar. Escucho una risita a mi lado, me vuelvo y veo a Hatta mirándome.

—Le vas a desgastar.

Le ignoro y decido mirar mi cuaderno. El jodido coreano que vive en mi casa, del que quiero olvidar hasta el nombre, me odia. Estoy segura que me odia a muerte. No entiendo las razones pero si fuese alguien bueno no hubiese dejado que me hicieran daño.

Suena el timbre, hora de comer. Hatta se levanta y me mira con una enorme sonrisa. La verdad que contagia un poco su locura y buen rollo. Creo que por eso todos le deben mirar, es tan diferente... Parece no encajar con los que nos rodean.

—¿Vamos? —Asiento y cojo mi comida. Cuando salimos de clase veo la mira de Jung clavarse en nosotros. Parece que me está advirtiendo de algo pero no le quiero ni ver.

Después de subir las escaleras, terminamos de nuevo en la azotea.

—Huele a libertad. Algo poco habitual por aquí como te habrás dado cuenta. —El comentario que hace Hatta me produce risa. Él me mira fijamente con una enorme sonrisa en su rostro y mi corazón se dispara. Por alguna razón me hace sentir... diferente.

Escucho risas de chicas y me sobresalto, no pueden ser ellas de nuevo. Un cálida mano coge las mías, me vuelvo y me encuentro con esos ojos marrones que tanto expresan.

—No voy a dejar que te hagan nada más. Pero a cambio, quiero algo.

—¿El qué?

—Responde a mi pregunta de esta mañana. ¿Qué relación tienes con el señor consejo estudiantil? —Trago saliva. Supongo que a él se lo puedo contar. Al fin y al cabo es mi único amigo.

—Somos hermanastros. Mi madre y su padre se van a casar, así que... —No creo que haga falta decir nada más.

—Entiendo. Entonces, ¿vivís en la misma casa? —Me río por la pregunta. Es algo obvio.

—Sí. Pero ni nos hablamos. Me odia y yo le estoy empezando a odiar a él.

—No creo que le hayas entendido bien. No eres demasiado buena para leer los pensamientos y sentimientos de la gente. De eso me he dado cuenta. —No entiendo lo que dice y le voy a preguntar pero justo entonces, el timbre de nuevo.

Cuando por fin terminan las clases miro a mi amigo loquito que está medio dormido. Tiene un gesto bastante adorable ahora mismo. ¿Qué demonios estás pensado Alicia? Niego con la cabeza y toco ligeramente su brazo. Él me mira y mi corazón vuelve a acelerarse. ¿Estaré muriendo?

—¿Nos vamos juntos? —Asiento y recojo mis cosas. Salimos juntos y de nuevo, mi hermanastro nos mira mal. Vuelvo a ignorarle y me concentro en la persona que tengo al lado. El único que ha estado ahí para mí. Le veo un poco pensativo, como si estuviese en su mundo y siento curiosidad.

—¿En qué piensas?

—¿Quieres que tengamos una cita el domingo? —Me detengo porque casi me atraganto con mi propia saliva. ¿Cita? Eso no lo esperaba para nada. Pero de nuevo me siento emocionada, contenta y feliz. Algo que no he sentido desde que he puesto un pie en este rincón del mundo.

—Me parece perfecto.

—¿Me das tu número? Va a ser difícil ponernos en contacto si no tenemos nuestros números de teléfono. —Le doy el mío y él me da el suyo. Por fin ha llegado el día en el que no me arrepiento de que mi madre me haya arrastrado hasta Corea. Hoy las chicas no me han pegado ni si quiera me han mirado. Justo como ha prometido Hatta. Puedo confiar en él, no tengo ninguna duda.

Entro a la que ahora es mi casa y alguien me coge del brazo.

—¿Estás loca? —De nuevo él. ¿Qué quiere?

—Déjame en paz. Señor que manda en el consejo de estudiantes pero ha permitido que me golpeen y me insulten. Eres una mala persona. —Me suelto de su agarre y me dirijo a mi habitación.

—Y ese "amiguito" tuyo, ¿no lo es? Ni siquiera le conoces y te fías de él. Terminarás arrepintiéndote. —El tono en el que ha mencionado a Hatta no me ha gustado lo más mínimo. Parece que aquí hoy habrá sangre.

—No, no lo es. Él me ha ayudado y cuando estoy con él nadie me molesta. Es mil veces mejor que tú. —Veo sus ojos oscurecerse. Creo que eso le ha sentado bastante mal. Pero es lo que merece.

—Seguro que no te ha contado la razón de su expulsión. —Sonríe de forma un poco malvada y eso me pone en alerta. Es cierto, no me ha respondido cuando se lo he preguntado.

—Eso no importa. No quiero hablar más contigo —doy media vuelta dispuesta a alejarme de él. Pero su voz me detiene.

—Le dio una paliza a un chico y le mandó al hospital. ¿Crees de verdad que es buena persona?

—Eso no es cierto.

—Por supuesto que sí. Todos en el instituto han visto el vídeo. No te fíes de él y no vayas con él. Si no me crees, aquí está la prueba. —Deja su móvil encima de la mesa, supongo que será ese vídeo que ha mencionado. Siento ganas de llorar pero las detengo, puede que todo sea mentira.

—¿Y en quién tengo que confiar? ¿En ti?

—Sí. —Toma mi mano y su mirada me atraviesa. —Confía en mí Alicia, nosotros somos... familia.

—No se nota. —Me suelto de su agarre y me encierro en la habitación. No pienso hacerle caso, pero tampoco me puedo engañar. Necesito saber la verdad de lo que ha dicho. Creo que los estudiantes de Corea están completamente locos. 

Al otro lado del mundoWhere stories live. Discover now