Epílogo

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Recorro los pasillos que tantos recuerdos me traen. No los voy a clasificar como buenos o malos, simplemente recuerdos. Al final todas las experiencias que vivimos se convierten en eso. Y nos convierten en las personas que somos.

El tiempo pasa, la gente cambia o no, pero todos aprendemos algo. Este instituto me asustó al igual que sus alumnas y alumnos. Pero también trajo a mi vida a la persona que la cambiaría por completo. Ese loco de pelo azul que se ha hecho mayor y está empezando a cumplir su sueño de cambiar el mundo. La gente llama a esas personas locas pero, ¿quién está loco por soñar? Creo que eso son estupideces y muchas veces nos hacen no mostrarnos como realmente somos.

Miro hacia delante, eso es algo que yo he aprendido. Del pasado solo tenemos que guardar recuerdos y experiencias pero nunca volver la vista atrás. El pasado no regresa y el futuro es incierto. Solo nos queda vivir el presente.

Veo a un chico con gafas y parece tímido, choca sin querer con uno grande y guapo, supongo que el típico popular. Me recuerda a Jung, mi hermanastro. Al pobre chico se le caen los libros y ambos se miran. Temo que vaya a golpearle o tratarle mal en cuanto ha sido un accidente. Pero de repente, el chico popular se disculpa con él y recoge sus libros. Le da un golpecito en el hombro y le sonrío, antes de entrar a clase le invita a ir con ellos a tomar algo y le ayuda a llevar sus libros.

Al fondo del pasillo, veo a Hatta, para mí siempre se llamará así. Su pelo negro y su traje le quedan diferente pero muy bien. Sonrío al pensar que poco a poco el mundo puede cambiar.

La sirena suena y todos los pasillos quedan desiertos. Han pasado años desde que experimenté lo que se siente al escuchar ese sonido. Ambos andamos uno hacia el otro, él toma mis manos y me mira directamente a los ojos.

—Deberías quitarte ya ese relicario, está viejo. —Sonrío ante su comentario y aprieto su mano.

—Y tú, señor director, deberías regalarle a tu novia un anillo. De esa forma podría quitarme este colgante.

—¿Es una propuesta?

—¿Tú qué opinas?

—Que te quiero.

No es necesario decir más. Hay momentos en los que sobran las palabras. Ahora sé que cuando dos personas están destinadas a estar juntas, deben ser valientes de luchar por lo que sienten. Y aunque estén al otro lado del mundo, se van a encontrar.

Al fin y al cabo, el amor no entiende de razas, idiomas, lugares o edad. Solo de sentimientos y declaraciones hechas, desde lo más profundo del corazón.

Al otro lado del mundoWhere stories live. Discover now