Capítulo 17

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Leo trató de concentrarse en su tarea pero le resultaba casi imposible, leyó casi cinco veces un mismo mail para entenderlo.

Y para mal de peores, cuando salió a comprar unos sobres que necesitaba escuchó algunos retazos de conversaciones a su espalda, por lo visto Alan había andado esparciendo algunos rumores sobre ella y Bastian.

Suspiró, no había nada que hacer, era mejor no preocuparse , en poco tiempo, tendrían algo nuevo sobre lo que hablar y se olvidarían de ellos, sólo esperaba que aquellas palabras no llegaran a oídos de nadie de la cúpula directiva Cavendish.

No tenía ganas de ver al hermano mayor de Bastian llegar a la oficina para hacer un escándalo sobre un romance de oficina que no existía. Aquello le daba un nuevo motivo para mantenerse alejada de él, aunque una chispa de rebeldía la hizo imaginar la escena y a ella misma enfrentándose a aquel hombre desagradable para defender su amor.

Amor, la palabra surgió en su mente tan repentinamente que la tomó desprevenida, incluso sacudió la cabeza en un acto reflejo por sacudirse de aquella idea.

Bastian Cavendish había logrado ponerla al borde del abismo.

Tenía que concentrarse, la reunión se acercaba y estaba aterrada que su jefe, en su actual estado de Don Juan, arruinará todo.

Entre su familia y él iban a envejecerla antes de tiempo y como si pudiera albergar alguna esperanza, apenas regresó a su escritorio, Bastian salió de su oficina.

-Surgió algo y debo irme, Leoncito.

-¿Irse? Si apenas lleva dos horas trabajando...

-Tendrá que bastar por hoy. Debo marcharme, pero no tienes nada que preocuparte, juro que no tiene nada que ver con otra mujer, eres la única para mí.

-¡Señor Cavendish!- lo riñó pero él le dedicó una de aquellas sonrisas matadoras que no admitían refutación alguna.

-No trabajes hasta tarde, Leoncito y vete en taxi que hoy no podré llevarte – dijo y ella frunció el ceño .

-Voy a estar muy bien sin que me lleve, créame.

-Pero yo no, me estaré preocupando por ti y además añoraré la posibilidad de que me des un abrazo.

-Uno no debería decir cualquier cosa que se le viene a la cabeza, ¿no lo sabía? Es de mala educación.

-Créeme Leoncito, no digo ni la mitad de las cosas que vienen a mi cabeza porque entonces sí te espantaría – le dijo con un tono ronco y una mirada intensa que la hizo sonrojar.

-Váyase, entonces.

-De acuerdo, pórtate bien en mi ausencia y toma – dijo alcanzándole su abrigo.

-¿Qué hago con esto?

-Póntelo cuando te vayas, hará frío cuando te marches y no trajiste abrigo. Supongo que lo que dormiste mal se te olvidó, no quiero que te enfermes.

-No lo necesito.

-Hablando de cosas que no sabemos, tampoco tú aprendiste que uno debe obedecer al jefe, y también aceptar los gestos caballerosos del hombre que te quiere. Me voy – dijo y salió apresuradamente antes que ella pudiera responder, aunque la mirada furiosa era una respuesta en sí misma.

No había nada que pudiera hacer, al menos si él estaba lejos no se sentiría inquieta y sobresaltada, esperaba poder concentrarse en el trabajo. Recordó que le había dejado varios documentos para firmar e insultó por lo bajo, seguramente él ni los había mirado.

Pequeña LeonaWhere stories live. Discover now