Capítulo 5

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Cuando bajó pudo observar mejor el lugar, era un loft amplio y luminoso, en el primer piso estaba la habitación y una pequeña oficina, abajo un living, la cocina y un comedor.

No había imaginado que Bastian viviera así, era un lugar sencillo y de buen gusto.

Había imaginado algo más recargado y exótico.

-¿Así es como se ve un león mojado? – preguntó él y ella se giró para verlo en la cocina.

-Me veía peor antes – respondió y se tocó un mechón de cabello mojado.

-Sí, es cierto, no tenías buen aspecto debido a la fiebre. ¿Sabes? Pareces de unos catorce años vestida así...- comentó y Leo pensó que era verdad, llevaba el ruedo del pantalón arremangado, y el sweater le quedaba grande y largo de mangas, recién al llevar puesta su ropa se había dado cuenta de la diferencia física con Bastian Cavendish.

-Supongo que no soy muy alta, gracias por la ropa – dijo ella y él asintió, luego le indicó la mesa.

-Siéntate, ya está la comida – le dijo y se acercó con la sartén y una fuente para servirle.

Aquello era demasiado íntimo, una secretaria no desayunaba en casa de su jefe, ni usaba su ropa, pero era una circunstancia extraordinaria. Además , Bastian Cavendish se veía muy diferente, como si en su propia casa aflorara otro lado de él, más maduro, más serio. Aunque quizá fueran resabios de la fiebre y estuviera imaginando cosas.

Él le sirvió jugo de naranja y luego le alcanzó una pastilla.

-Come primero y luego te tomas eso, yo iré a sacar tu ropa de la secadora.

-¿No va a desayunar?

-Claro que sí, así me aseguraré de que comas como se debe y que te tomes el remedio. Ya vuelvo...

Leo intentó concentrarse en su comida, pero no le resultaba fácil, hacía mucho tiempo que nadie cuidaba de ella, ¿por qué debía ser justo su irresponsable jefe quien lo hiciera? ¿Y por qué la conmovía tanto?

Una vez que terminaron de desayunar, Leo fue a cambiarse, se puso nuevamente su ropa que ella estaba seca aunque arrugada.

-Si ya estás lista, te llevo a tu casa- se ofreció Bastian.

-Vamos a la oficina – indicó ella.

-¡Claro que no, irás a tu casa a descansar!

-Ya dormí muchas horas, además hay que enviar el informe..

-Ya lo hice, no hay excusa, no se acabará el mundo porque te tomes un día.

-¿Lo envió? ¿Cómo?

-Leoncito, sé mandar un archivo por mail, no es tan complicado...puedo hacerlo solo – dijo y ella lo miró escéptica como si dudara que fuese capaz de hacerlo.

-Juro que lo hice...

-Igual, quedaron muchas cosas pendientes en la oficina...

-Tú no irás a trabajar, Leonora porque tampoco iré yo, así que te lo prohíbo.

-¿No irá a trabajar?

-No, tengo que recuperar mis horas de sueño perdido, por la cabezonería de alguien me pasé la noche sin dormir. No sirvo si no descanso, así que yo me iré a mi cama y tú a tu casa a reponerte de la enfermedad.

-Si usted no va a ir, con más razón...

-He dicho que no, además si vas y tienes una recaída, luego deberás faltar más tiempo...eso no te gustaría, ¿verdad?- la provocó apelando a su sentido de la responsabilidad. Ella lo miró furiosa porque tenía razón en aquello.

Pequeña LeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora