—Yo con eso me hubiera conformado, Arlet —dice Jean mientras bufa y quita su brazo de mis hombros. En ese momento extraño la sensación de calor que desprendía en mi cuello.

—Supongo, pero yo no —digo frunciendo el ceño.

Continuamos en silencio nuestro recorrido a la cafetería, me agradan estos tipos de silencio a lado de Jean, donde puedo apreciar su perfil. Él no es precisamente guapo, listo o atlético, pero se ha hecho una persona muy importante para mí y no tiene que ver el que esté enamorado, simplemente la manera en que nos relacionamos lo ha provocado.

Ni siquiera puedo recordar cómo nos hicimos amigos; sí cómo nos conocimos, pero no el momento en que a nuestras sesiones de estudio se les comenzaron a unir charlas agradables donde nos interesábamos por lo que hacia el otro; sobre cómo nos había ido en el día, lo que nos gustaba y lo que no. Así llegó el momento en que intercambiamos nuestros números de teléfono y comenzó una amistad logrando hacerme caer en un pozo sin fondo por este sentimiento de amor no correspondido, a pesar de que somos muy diferentes, demasiado diferentes.

De hecho, puedo hacer una lista sobre nuestras diferencias.

-Yo tengo como hobbie la fotografía, mientras que para él es el basquetbol.

-Yo siento un gran y profundo respeto por la poesía, pero él piensa que es demasiado complicada y aburrida.

-Mi escritor favorito es Paulo Coelho, mientras que él prefiere leer cómics.

-Yo prefiero escuchar a Franz Liszt y él, Simple Plan.

-Si yo digo frío, él dice caliente.

Y podría continuar pero son demasiados puntos a tomar en cuenta.

Aun así, al no tener muchas cosas en común, acabe teniendo ese sentimiento, sin llegar a entender por qué. Debido a eso, puedo entender mucho mejor el pensamiento que plasmo Paulo Coelho en una de sus obras, la cual siempre tengo presente.

"En el amor no existen reglas. Podemos intentar guiarnos por un manual, controlar el corazón, tener una estrategia de comportamiento... pero todo es una tontería. Quien decide es el corazón, y lo que él decide es lo que vale la pena"

Cada vez que pienso en Jean y la manera en cómo debería olvidarlo, esta cita suena con más fuerza en mi mente.

¿Quién soy yo para decirle al corazón de quién debe enamorarse?

Ya que siempre será quien decida al final y eso es algo que al menos para mí es difícil de cambiar. No es que no haya intentado hacerlo, durante casi dos años me esforcé en crear inútilmente un manual para olvidarme de Jean; buscar lo que hacía mal, fijarme en su manera tosca de ser, intentar odiarlo por ser una persona demasiado irónica y sin tacto al momento de hablar, pero me di cuenta que en realidad también amaba eso de él. No importaba los vanos intentos que hiciera para olvidarlo y por controlar los latidos acelerados de mi corazón cada vez que lo veía subir al mismo autobús que yo. Tampoco importaba repetir mil veces cada día que mis sentimientos estaban mal, que era incorrecto cuando se trataba de un hombre. No pude lograrlo, como ya dije, es el corazón quien siempre gana.

— ¿Estás bien? —dice Jean pasando su mano frente a mi cara de un lado al otro.

Entonces me doy cuenta que divagué mucho tiempo mientras Jean hablaba. Lo sé debido a la manera en que frunce el ceño cada vez que lo hago. Sin darme cuenta, ya estábamos en la puerta de la cafetería.

— ¿Eh?... Sí, estoy bien —digo algo nervioso ya que está un poco cerca y causa que un sonrojo aparezca en mis pómulos.

— ¿Seguro? —dice levantando una ceja— te notas nervioso y estás rojo — tiene una sonrisa que llega hasta sus ojos y noto cierta malicia en ellos mientras toma mis mejillas— das tanta ternura así, Armin —suelta de repente cerca de mí rostro y sé que ha hecho lo que se proponía: avergonzarme y causar un sonrojo más fuerte haciéndome parecer un farolito de navidad. Ríe ligeramente al verme.

Eres un idiotaWhere stories live. Discover now