Capítulo 32: Fotografías.

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Mis ojos se abren lentamente

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Mis ojos se abren lentamente. Mis extremidades se sienten adoloridas y apenas la luz que proviene del exterior toca mi vista, un estallido de dolor explota en mi cabeza. Tan fuerte como el golpe de un martillo. Comienzo a moverme con lentitud entre las sabanas que cubren mi cuerpo. Me acuesto de lado y con una de mis manos comienzo a frotar mis ojos y luego mi cabeza, en un intento de despabilarme. Mi garganta está seca y ruega por agua. Cuando mis ojos están abiertos y comienzo a observar en dónde me encuentro, me doy cuenta de que no tengo la menor idea. Miro las sabanas que me cubren y luego veo por debajo de ellas. Un jadeo de sorpresa me traiciona cuando me doy cuenta de que sólo me encuentro en ropa interior.

¿Qué demonios pasó a noche?, ¿Dónde estoy?

—Buenos días —dice la voz profunda y ronca a mi lado. Su repentina presencia hace que sobresalte—bueno, más bien buenas tardes.

—Me asustaste...—murmuro, a la vez que trato de cubrir mi desnudez con las sabanas.

—He estado aquí todo el tiempo. Siento que no notaras mi presencia.

Harry se encuentra recostado en la cama, con su espalda apoyada sobre el respaldo de la misma, mirándome sin ninguna expresión en particular. Sólo me mira, ahí, acostada en su cama, semidesnuda.

— ¿Por qué estoy?...

—Eran como las... ¿tres de la mañana quizás? —me interrumpe—Después de vomitar unas dos veces dijiste que estabas agotada. Te tomaste un vaso de agua y luego te fuiste a dormir a mi habitación. Te levantaste como a los cinco minutos y comenzaste a quitarte la ropa porque tenías demasiada calor—explica. No hay un tono en su voz. No se escucha molesto, ni triste, ni gracioso, ni nada.

Bajo la mirada, avergonzada, entonces me percato del libro entremedio de sus piernas. La granja de los animales, de George Orwell, un libro bastante corto a los que suele leer.

Joder, como me duele la cabeza.

—Te traje agua y aspirinas —dice, dándose la vuelta para tomarlas de la mesa al lado de la cama—ten —dice, tendiéndome ambas.

Las recibo con las manos abiertas en cuanto me las pasa. Tomo las aspirinas y luego el agua, la cual me bebo de un sorbo, y aunque mi garganta está un poco más tranquila, no dejo de querer beber más.

— ¿Sigues teniendo sed, verdad?— dice, una sonrisa se asoma por sus labios, haciendo que me sonroje—. Era de esperarse. Tomar tanto alcohol te deshidrata, y con todo lo que bebiste anoche debes estar bastante seca, ¿no? —levanta una de sus cejas.

—La verdad es que sí —admito, avergonzada.

Trato de cubrir mis mejillas con mis manos, pero en cuanto hacen contacto con estas, mi cara arde en molestia, entonces me las quito rápidamente mientras hago un gemido dolor. ¿Qué me pasa? Entonces escucho la risa de Harry a mi lado.

𝐁𝐎𝐎𝐊𝐒: Como si me leyeras ☕︎︎ 𝐡.𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora