но́ль

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Hace 4 años.

Andrew me miraba desde el otro lado de la habitación, apoyado en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho. Sus ojos grises me absorbían por completo hasta quedar hecha nada.

Él lograba armarme y deshacerme sin intentarlo, y eso era lo peor que alguien podía ejercer en mí.

—¿Qué? —cuestioné. Odiaba que me mirara de ese modo y no dijera una sola palabra.

—No lo sé, tú eres la que comienza y quieres que yo lo termine. Así es siempre contigo —colocó fuertemente la cabeza en la pared y resopló mientras cerraba los ojos—. Tus celos nunca tienen justificación.

—Estuviste con ella en el cine y muy poco te importó que publicara una foto contigo en Facebook —gruñí. Estaba siendo patética, pero él sabía cuánto me molestaba aquello—. Tú sabes lo mucho que la odio...

—Molly no significa nada para mí, Leighton. Tú eres el amor de mi vida, te lo he dicho cientos de veces.

Y era verdad, pero después de haber tratado con él durante tres años y medio, ya no sentía que podía confiar. Supe acerca de todas las infidelidades hacia todas sus ex novias.

Y siempre fue conmigo. Yo fui la otra durante mucho tiempo.

—Ya déjalo así.

—No, no vamos a dejar esto así... —comenzó. Lo cierto era que yo no tenía ganas de seguir discutiendo, y simplemente quería que me dejara sola.

—Andrew, basta. Fuiste con ella al cine cuando dijiste que irías con tus amigos, y todavía te atreves a decir que fue una casualidad que se encontraran.

Quería reírme de la situación. Molly ya había traído muchos problemas a nuestra relación, y lo peor era que Andrew lo permitía. Él dejaba que todo esto pasara.

—Vete de mi casa —le pedí.

—No.

—Por favor. No tengo ganas de verte.

—Leighton, estás exagerando tanto las cosas —dijo con irritación. Se separó de la pared y caminó muy decidido hacia mí—. Te amo, y quiero que quede muy claro en tu cabecita llena de celos y furia.

Besó mi mejilla dulcemente y salió de mi recámara. Pronto escuché que la puerta de mi casa se abría y se cerraba casi al mismo tiempo.
El motor de su motocicleta rugió y después de unos segundos él ya estaba lejos de mi casa.

Me tiré de espaldas en la cama y una oleada de recuerdos me nubló la mente. El momento en el que Andrew y yo fuimos presentados por una amiga, la manera en la que nuestra amistad fue avanzando conforme el tiempo transcurría.
Me enamoré perdidamente de Andrew porque no conocía a nadie más. No sabía lo que era el amor, pero sabía que él me gustaba. Me atraía de sobremanera.

Cerré los ojos para intentar dormir, pero mi teléfono reprodujo el sonido característico de un mensaje, y creí que sería Andrew.

"¿Qué harás esta noche?"

"Nada. Voy por allá."

En seguida, tomé mi chaqueta y guardé el móvil en el bolsillo de mi pantalón. Bajé las escaleras dando pequeños saltos y me encontré con papá saliendo de la cocina. Vaso en mano: vodka y jugo de arándano. Le sonreí y él me dio un trago pequeño.

—Voy a salir.

—¿Con Andrew?

Asentí en silencio, y salí a la calle cargando mis mentiras en el hombro.

La decisión de Leigh | LIBRO IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora