"La mano de Dios"

160 18 0
                                    

- ¿Conoces a este farsante? – Preguntó Zairen con un tono de burla y desprecio. Era su forma de protegerse a sí mismo. Lo entendía, pero a veces era agotador y era la razón por la que no estábamos juntos.

- ¿Farsante? ¿Y ustedes qué? Aparecen de la nada y destruyen el trabajo que un hombre de fe ha realizado. Asesinaron a esa pobre mujer sin darle una oportunidad de irse en paz – Rugió enérgicamente Uzui terminando con voz ácida.

De momento a momento me sorprendía, no podía decir si estaba realmente herido o no.

- Uzui ¿Por cuánto más tenía que pasar esa mujer para morir? ¿Crees que lo que estabas haciendo la iba a hacer irse más en paz que con nuestro método? Lo que me pregunto es en qué rayos estabas pensando tú ¿Qué tan temerario eres? Tú solo te convertirías en un conductor más para que ese demonio consiguiera más vidas ¿Qué si te poseía? ¿Tú vida no vale nada? ¿Tu alma? – Escupí con impotencia.

- Es solo un idiota más que cree que el nombre de "Dios" resolverá todo por ellos a pesar de sí mismos... Dios no resolverá nada por si solo amigo, nosotros y cada una de las personas que hemos perdido somos la prueba de ello – Empujó Zairen. Las venas reflejándose en cuello, resaltando su mentón.

- Somos la Mano de Dios... Es una responsabilidad pesada. Sin embargo fuimos elegidos para esto. Si te sirve de algo, de forma fortuita, nos convertimos en portadores de su voluntad – Susurró Hye como disculpándose, era bastante religiosa y constantemente solía mirar a Zairen con recriminación por sus comentarios mordaces hacía el ser supremo por el que se suponía nos habían reclutado.

Claro que Dios no nos había reclutado, por lo menos no personalmente y dudaba que también nos haya puesto un nombre tan estúpido como "La mano de Dios". No, eso lo había hecho el comité global, un grupo atemorizante y poderoso, presidido de funcionarios de la alta inteligencia gubernamental militar de todos los países y lo que quedaba de la iglesia.

- No solo la sangre mancha sus manos, el pecado también, usar su nombre para contribuir en esta guerra con un falso propósito "evangelizador" mientras se matan los unos a los otros – Continuó Uzui mirándome fijamente.

¿Acusándome, juzgándome?

¿Qué era este sentimiento tan extraño? Esta incomodidad y desagrado que burbujeaba dentro de mí al mirar sus ojos. Las lágrimas salieron, se derramaron calientes por mis mejillas, sorprendiendo a los miembros de mi equipo. Las limpié con el dorso de mi mano con rabia, el vacío presionando mi pecho. Caminé hasta un punto en el que podía darle la espalda a todos, sentí la mirada de Zairen taladrándome, no se la devolví.

- Te equivocas. La sangre, la muerte.... Las acepto con gusto, el pecado no nos pertenece. Esto no fue por nuestra causa ni es nuestra elección, tampoco podíamos evitarlo. Hacemos lo mejor que podemos – Dije deteniéndome de decir algo más – El que sea, solo tráiganlo. Nuestro deber es llevarlo con la civilización, no es necesario razonar, los fanáticos nunca escuchan – Agregué con amargura saliendo sin mirar atrás.

- Hasta que me escuchas – Murmuró Zairen con tono aliviado siguiéndome de cerca.

- Vete al diablo – Le contesté apretando los dientes, me sentía rara, pero no lograba reconocer por qué.

- ¿De verdad lo conoces? – Preguntó haciéndome detenerme. Por poco no se tropezó conmigo, pude sentir su calor, su fuerza a escasos centímetros.

- ¿Y si lo hago qué? ¿Dejaras de comportarte como un idiota inescrupuloso? – Pregunté sonando más afectada de lo que pretendía.

- ¡Rayos no! No me malinterpretes, sigo inclinado por la opción de amarrarlo en la plaza y dejarlo allí para los demonios y los cuervos – Gruño Zairen, aunque sin mucha convicción.

- Si, ese eres tú... No te importa a quien lastimas mientras puedas llevarte por delante a todos los demonios posibles, no te importa nadie mientras puedas lamer tus heridas. Está bien, no es como si esperase algo más de ti – Ataqué sin piedad, saliéndome del protocolo.

- ¡Kira! – Soltó con un seco jadeo, dando un paso atrás, otro pasó lejos de mí. Parecía que siempre estábamos facilitándonos el soltar al otro.

- De ser necesario, solo de ser necesario y con eso me refiero a que ponga en peligro a alguno de nuestro equipo o de que escape por su cuenta, lo abandonaremos a su suerte – Respondí sin detenerme a sentir culpa por lo que acababa de decirle.

- ¿Suzy? – Le pregunté con voz de mando a Bride nada más al salir.

- Esta en el camión – Respondió Bride de inmediato, mirando hacia unas pocas cuadras más abajo donde habíamos estacionado la furgoneta mientras hacíamos reconocimiento. Me dirigí hasta allí con un trote leve, dejando que el aire me diera en la cara para calmar mis emociones.

- No se ve muy feliz. Está preguntando por ti – Reportó Leron sobre Suzy cuando lo alcancé.

Asentí consciente de ello.

- ¿Todo bien? – Escuché que preguntaba Zairen cuando estaba abriendo la puerta del camión, me había seguido hasta aquí. No había terminado, tenía algo más que decir, era esa clase de hombre que siempre tenía que tener la última palabra aunque esta fuera un gruñido sin sentido.

- Deberías preocuparte más por ella, eres su segundo al mando pero parece que ni si quiera te has dado cuenta que cada vez está más demacrada – Respondió Leron, él era nuestro tercero.

Quise decir algo al respecto, pero eso sería echarle leña al fuego. Cerré la puerta tras de mí, con un portazo, siempre de entrometido. Leron, su brújula podía estar averiada, sin embargo su habilidad para leer los estados de ánimo de las personas, aunque lo ocultaran, era infalible.

La mano de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora