Desconocido conocido

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Zairen soltó el cuerpo sin el más mínimo cuidado, después de tantas muertes la insensibilidad se hacía parte del día a día. No podía culparlo, yo misma me sentía entumecida la mayoría de las veces. Pero por alguna razón, en ese momento fui consciente de ello.

- ¡Blasfemos! – Escupió el hombre recordándonos su presencia y sorprendiéndonos, seguía con vida. Pensé que el golpe había sido lo suficiente fuerte como para haber roto su cráneo o su columna dorsal, dependiendo del ángulo en el que se había estrellado.

Zairen se rió con frialdad y escupió al suelo con desprecio, su rostro escalofriantemente estoico, a veces la crueldad que dejaba entrever me hacía temer por él. Nuestro Zairen, tan hermoso, furiosamente fragmentado, cayéndose a pedazos como el resto de nosotros.

- Zairen – Advertí.

- ¡No me gruñas! – Me gritó fuera de sus cabales.

- ¡Atención teniente! – Amonesté en tono formal.

No respondió, pero se puso firme como correspondía.

- Ayúdalo... Tráelo abajo – Ordené incomoda por su actitud. También estaba intentando reprenderlo, esa reacción bien podría ser tomada también como un arrebato de individualidad y para bien o para mal yo era su líder y debía conservar la autoridad.

- Pude... Pude... Todo un día de trabajo y solo pude verla morir – Barboteó el religioso de forma lamentable. No me molesté en mirarlo, no servía regañarlo.

– Por mi puede descomponerse justo ahí... No me mandes a recoger la basura Kira, no es mi trabajo. Envía a Leron – Soltó Zairen girando su cabeza hacia el hombre. Supe que estaba mirándolo con desprecio, tomó mi mano y empezó a arrastrarme con él.

- Zairen detente. Ahora mismo esto es una orden – Gruñí frenándolo por mi tono áspero, él no era un hombre de la selva y en todo caso yo era el gorila alfa de la manada.

- ¡¿Akira?! – Gritó el hombre congelándome en el sitio... Nadie, por lo menos nadie con vida, conocía mi nombre real, esa "A" hacía una diferencia sutil pero abismal.

Zairen siguió llevándome con él sin percatarse de que yo ya no estaba resistiéndome ante su arrebato, ni del ligero pero significativo cambio en mi nombre.

Me detuve nuevamente, de forma abrupta, como quien lanza el ancla de un pequeño bote en la tierra firme de una inestable isla. Zairen apretó mi mano instándome a seguir. Estaba claro que estaba luchando con alguna sombra del pasado, pero ahora mismo yo también estaba haciéndolo, no podría ayudarlo ni aunque me atreviese a ver a través de él. Cosa de la que jamás había sido capaz, lo respetaba demasiado.

Eun Hye nos observó sin entender nuestras expresiones, se había quedado afuera a la mitad del pasillo al no recibir ningún llamado de ayuda, Storm nos alcanzó en el rellano de las escaleras sin saber cómo proceder. Miraba de uno a otro esperando nuestra confirmación de haber limpiado.

- ¿Está herida? – Preguntó Storm mirando el lugar en dónde Zairen mantenía su agarre mortal en mí.

No pude decir nada, mi garganta se había cerrado.

- Storm y Eun Hye se encargaran... Vamos – Insistió Zairen urgiéndome a ir con él, era una súplica necesitada no articulada. La tensión estaba colgando entre nuestros cuerpos, después de todo pudo haber notado algo de mi reacción también.

Sin embargo, no lo entendía.

¿Pero cómo podría tan solo irme así? La voz del hombre se había quebrado al pronunciar mi nombre, me conocía... Era un trozo de papel que se había desprendido de las cenizas de mi pasado y evitó consumirse del todo.

Cuando creí que no habían más que cenizas.

Me solté.

Zairen pronunció algo que sonó como una maldición, pero tenía que ir.

- No regreses allí – Advirtió con una suavidad que contradecía la orden.

Me di la vuelta y corrí entrando nuevamente al baño. El cabello desaliñado y húmedo del hombre cubría sus ojos. Tenía la cabeza gacha, pero un hilo de sangre se había extendido por la comisura de su boca. Su pecho subía y bajaba en su sotana malograda , esforzándose por conseguir aire.

El golpe no había sido ninguna broma como había sospechado al principio. Pero no podía ser tan fuerte como imaginé, porque sino no estuviese consciente ni pudiese hablar.

- ¿Quién eres? – Pregunté.

- Akira... ¿Eres tú? Yo... Ohhh Señor ¡Gracias! – Lloriqueó el hombre colocando una mano en su pecho, debía dolerle.

- ¿Te conozco? – Pregunté llegando hasta él. Aparté el cabello de sus ojos y tomé aire cuando lo reconocí.

Uzui... El inalcanzable y puro Uzui.

La mano que estaba en su pecho ahora me atrajo hacia él, tomándome por sorpresa.

- Akira, Akira, Akira... Debo estar muerto – Dijo con la voz quebrada mientras me abrazaba, mi ropa humedeciéndose con el agua del piso y la ropa de él.

- Zairen es una cosa seria, no somos sus sirvientes. Ve jefa, nos encargaremos del pobre tipo - Formuló Eun Hye terminando en un chillido cuando debió percatarse de que estaba en los brazos del hombre. Quise voltearme y explicarles que no había peligro pero mi garganta seguía sin colaborar a voluntad y yo estaba dentro del férreo y familiar abrazo de Uzui.

- ¡Kira! – Rugió Storm antes de arrancarme de sus brazos. Exhalé por la sorpresa y grité antes de que Hye cortara su garganta. El cuchillo a centímetros de la delicada piel del cuello.

- ¡No lo dañen! – Chillé histérica, algo volvería a romperse si veía morir a ese hombre.

Hye se detuvo y Storm dejó caer su propio cuchillo sorprendido. Zairen había llegado de nuevo a nosotras y nos veía sin entender la escena. Estaba acelerado y tomando aire a grandes bocanadas, debía haber corrido desde abajo como un rayo.

- Lo conozco, yo lo conozco – Susurré aún sin creerlo.

La mano de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora