⚔️Capítulo XIII⚔️

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Tras decir eso último, Jimena desciende por las escaleras y nos hace una seña para que la sigamos.

―Por aquí muchachas, esta noche tendremos pijama party―bromea.

Pensé que la reacción del imponente coronel sería de desaprobación, contradictoriamente a eso, él estira una de sus comisuras y sacude la cabeza, causándole gracia la situación.

―Les aconsejo no estar en una misma habitación con la agente Gutiérrez y el agente Jackman. Hablan como loros.

―Con todo respeto coronel, ¿por qué me compara con un ave habladora?

―Yo soy un león―agrega Sam. Volviendo a ser el bromista que me agrada―. Además, la pelirroja tiene apariencia de ser más habladora que nosotros dos juntos―asimila, cruzándose de brazos y observando con expresión divertida a mi amiga.

―¿Yo?―Carrie se señala así misma, luciendo ofendida. Sam asiente seguro―. ¿Y qué sabrás tú, rubio oxigenado?

―Uhh, te la aplicó Sam.

―¿Por qué hablé?―se lamenta el coronel, desapareciendo por un pasillo.

El sargento se queda presenciando la escena con severidad.

―No soy oxigenado, soy rubio natural―se defiende Sam, deslizando una mano por su corto cabello dorado.

―Um, luce como si lo enjuagaras con lavandina―se une Jimena a la provocación.

―Yo diría que usa crema oxigenada.

―Eso no es bueno, Sam, si no usas uno concentrado de menos del 8%, te picará la cabeza y creerás que tienes piojos.

―Si algún día llegara a contagiarme de piojos sería por ti, eres la única de la unidad con cabello largo.

―Ya es suficiente―interrumpe el sargento, mirando detenidamente de uno a otro de sus compañeros, pero se detiene en Jimena―. Debería cortarse el cabello, agente Gutiérrez. Está a pocos centímetros de llegarle a la cintura.

Jimena frunce el ceño y aprieta los puños. La contrariedad de ambos es palpable. Aunque Balzaretti lo oculta muy bien tras su careta de imperturbabilidad.

―A ti eso no te interesa, id...

―Jimena―interrumpe Bruno, ingresando con Maricela a sus espaldas. Me preocupo al darme cuenta que Kevin no está con ellos―. Por favor, guía a Maricela, Lara y...

―Carrie, mucho gusto―oh, conozco esa mirada. A Carrie le interesó más Bruno. Lamento ser yo quien irrumpa en su breve ilusión enamoradiza cuando le comente que él está casado con una preciosa morena que sabe soltarse muy bien en el campo de batalla y es capaz de apuñalar en el cuello a alguien con el tacón de su bota.

―Igualmente, Carrie―sonríe y mi amiga parece que va a desmayarse. Vuelve la vista a su esposa y su semblante se pone rígido―. Entonces, ¿podrías...?

Jimena le sostiene la mirada seria hasta que se retracta y vuelve a sonreírnos a Carrie y a mí. Esa sonrisa es la más falsa que he visto hasta ahora. Está furiosa y resentida por algo.

No cuestiones. No critiques. ¡No te metas, Lara!

―Es por aquí. Síganme bellezas.

―¿Yo también me incluyo?―cuestiona Maricela con desconcierto.

Bruno ríe por lo bajo y se aparta para cederle el paso.

El hijo de la Bestia © [Tomo 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora