🥀Capítulo III🥀

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Me aferré a mis piernas flexionadas para así usar mi propio cuerpo como refugio, de esta manera permanecí ajena a lo que acababa de ocurrir

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Me aferré a mis piernas flexionadas para así usar mi propio cuerpo como refugio, de esta manera permanecí ajena a lo que acababa de ocurrir. Tal vez si no miraba a esos hombres a los ojos, mucho menos a él, no sentiría tanto miedo o ya habría muerto de un paro cardíaco.

―Ya saben qué hacer con estos dos―reconocí la voz de mis pesadillas.

Me encogí. Deseaba hacerme cada vez más y más pequeña, casi como una partícula. Necesitaba ser invisible, desaparecer de este lóbrego lugar y reaparecer en los refugiados brazos de mamá.

De pronto, unos ásperos dedos detallaron con delicadeza mi mentón. Me sobresalté al instante, arrastrándome sobre el colchón hasta que el respaldar no me permitió retroceder más, en ningún momento me permití abrir los ojos. Sabía que se trataba de él, su aura maligna intentaba invadir mi espacio personal.

―Te lo advertí, muñeca, no debiste contradecirme. Peor, intentaste asesinarme pero tu plan no incluía al inútil de Gregorio―su voz sonaba tranquila, acariciaba cada palabra con púas incluidas.

Me mantuve al margen, sin verlo, pero atenta. Lo penoso era no lograr controlar los efectos del espanto. Un ciego podía percibir mi miedo de solo tocar mi brazo y palpar mis poros erizados.

Él, apretó mi quijada con brutalidad, arrebatándome varios jadeos de dolor.

―¿Sabes una cosa, golondrina? Hay una ínfima parte de tu plan que no advertiste para que obtuviera éxito―susurró a escasos milímetros de mi boca y añadió―: subestimar mi inteligencia. Se te escapó la posibilidad de que enviaría a alguien a averiguar en qué condiciones estabas. Esta mañana descubrí algo en ti, además de miedo, que me mantuvo alerta.

Quería alejarme... No podía. Su cercanía me volvía débil, como cual venado siendo rodeado por bestias feroces. Sin más salida que un trágico final.

―No debí subestimarte, sientes el vértigo pero no te intimida la caída, porque de igual manera caminas a orillas del vacío. Tu intento de valentía será tu castigo―me soltó violento―. Llévenla al sótano―ordenó a los gorilas que trabajaban para él.

Con espanto, observé a los tipos de mirada penetrante y sombría. Negué con la cabeza en un intento de impedirles que cumplieran esa orden contra mí. Era evidente que de nada serviría, ambos planeaban acorralarme. Uno pasó por una de las laterales de la cama, el otro se acercaba por el otro lado.

Sin escapatoria y desesperada por encontrar una, de un salto bajé del lecho, enfrentando al grandote que se acercaba por la derecha. Éste se detuvo, ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa macabra.

―¿Planeas ir a algún lado, pequeña?―cuestionó el mastodonte, burlándose de mí.

Escucharlo me produjo un estremecimiento que llegó a sacudir mis extremidades, es intimidante al cien por ciento, desde su cuerpo hasta el rugir potente de su voz.

El hijo de la Bestia © [Tomo 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora