8: Natsu...

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El día se había puesto horrible. Todo el cielo estaba cubierto de oscuras nubes, y se podían empezar a sentir las gotas de lluvia caer sobre la piel.

Caminé por toda la ciudad, intentando buscar a alguna persona a la que preguntar si sabía el paradero de Natsu, pero esto estaba desierto.

Me abracé a mí misma, el frío que hacía era horrible. Aunque, sobre mis hombros, noté cómo alguien dejaba un abrigo. Me giré, y un Gray sonriente estaba ahí. Agradecí con una sonrisa.

-Yo al fin y al cabo no tengo frío, -dijo insignificante- ¿qué haces por aquí, Lucy?

Agaché la cabeza intentando evitar las gotas de lluvia. -Quiero saber donde vive Natsu.

-Oh... -susurró- Él sigue viviendo en el mismo lugar en el que vivía con Happy.

-¿De verdad? -pregunté, a lo que el respondió asintiendo. -Gracias, Gray. Y, si no te importa, me llevaré tu abrigo.

Él me enseñó su pulgar y sonrió.

Yo empecé a correr hacía la cabaña en la que vivíeron Natsu, Happy, y ahora Lisanna.

El único cambio esque ahora era más grande, y estaba mejor construida. Dudé varias veces si tocar. Habían pasado siete años, y lo que haría ahora sería meter el dedo en la llaga, y hacer más profunda la herida. Aunque si a cambio de algo de dolor, podía verlo, y saber que estaba bien, lo haría.

Toqué dos veces, y aunque tardaron un poco, la puerta se abrió, y dejó a la vista a un ya adulto Natsu. Sus ojos se abrieron, claramente sorprendido, pero no saludó, no sonrió, no hizo más que hablarme como si un perro fuese.

-Vete. -escupió con furia, cerrando la puerta en mis narices, aunque no lo consiguió, ya que antes de eso, puse mi pie.

-Natsu, por favor, sólo quiero hablar. -dije rindiéndome. Siempre había sido una persona cabezota, y a la que costaba hacerle cambiar de idea.

-No tengo nada que hablar contigo. -dijo serio, mirando fijamente mis ojos.

-Ya lo creo que sí. -mi cara parecería un poema, poco me faltaba para echarme a llorar.

-Te pediría, por favor, que me dejases tranquilo, no tengo nada que ver contigo. Todo aquello quedó en el pasado, y ahora, si no te importa, déjame vivir mi presente. -sentenció firme antes de empujar mi pie y cerrar la puerta sin nada de delicadeza.

Aunque quizás no me escuchase, hablé:

-No me olvides, te lo suplico. -rogué con alguna que otra lágrima bajando por mis mejillas, que en un instante, se fundían con las gotas de lluvia.

Ya, mis esperanzas se habían reducido a cero. Cuando me fijé en sus manos, un anillo de boda estaba en ellas. Casado con Lisanna, con un gremio propio, sin ganas de hablar conmigo. ¿Qué podía hacer yo? Insistir quizás, aunque quedase como una loca y obsesionada enamorada.

*

Volví a casa, y teniendo en cuenta la hora que era, me acosté a dormir, aunque costó, su imagen no paraba de rondar por mi cabeza. Recordándome todo el rato que estaba enamorada de alguien inalcanzable.

*

Desperté al instante, cuando el ruido de la ventana golpear a causa del viento me hiciera dar un pequeño brinco.

Restregué mis ojos agotada, y cerré la ventana. El frío hoy era casi peor que ayer, y yo, que recuerde, no había dejado la ventana abierta.

Me levanté, y cuando el brillo de una pluma plateada llegó a mí, me giré y encontré sobre mi escritorio una hoja de papel doblada por la mitad. La abrí con cuidado, como si la pudiese romper, y en ella estaba escrito...

''A veces el amor duele'' -N.

La N sólo podía ser de... Natsu, pero, ¿por qué él me escribiría esto a mí? Habiéndome echado ayer de su casa, ahora me viene con misterios... ¿Acaso quiere jugar conmigo? ¿Más aún?

Me vestí con ropa abrigada, y con mis llaves colgadas en el pantalón, fui hasta la residencia de chicas de Fairy Tail.

Entré, y cuando encontré la puerta que ponía, ''Erza Scarlet'', di pequeños golpes.

Escasos segundos después, una ya adulta Erza, me abrió. Su reacción fue quedarse inmóvil, y de un momento a otro, me encontraba entre sus brazos, siendo asfixiada por su increíble fuerza.

-Lucy... -dijo llorando- mi hermana pequeña. -susurró aún conmigo entre sus brazos. -Estás hecha toda una adulta, -dijo separándome un poco y sonriendo- pasa, pasa. -me invitó apartándose.

Entré a su increíble casa, y me senté en el sofá. Ella me ofreció una taza de té y acepté con gusto mostrando mi sonrisa.

-Lucy, cuéntame con lujo de detalles, por favor. -pidió antes de dar un sorbo a su taza.

Entonces, le conté todo. Desde que me fui, quién fue mi maestro, las magias que aprendí y las grandes experiencias que había vivido. Ella disfrutaba oír mi historia, ya que una flamante sonrisa se había adueñado de su cara.

-Entonces, ahora eres increíblemente fuerte. -confirmó, mas que preguntó, mirándome algo seria.

Asentí. -De hecho, creo que podría matar a cualquier mago poderoso que encuentre. El orbe de muerte me permitiría arrebatarle su vida en un visto y no visto.

-Ahora eres aún más genial que antes, Lucy. -dijo sonriendo.

-Gracias, Erza. -agradecí- Por cierto, -metí la mano en mi bolsillo y le puse la nota que esta mañana había encontrado frente a ella.

-''A veces el amor duele''  -leyó en voz alta. - La N es de... -antes de que terminara, asentí- ¿Que quiso decir?

Alcé los hombros, incluso más confusa que ella. -Solo sé, que tarde o temprano, lo descubriré.

¿Sabes, Natsu? Te amo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora