five

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—Me siento como las personas a las que les van a presentar a su fururos suegros—bromeé con nerviosismo mientras se abrían las puertas del ascensor.

—Oh, no te preocupes... no hay nada peor que eso—se rió Tsubaki.

El elevador era un gran cubículo con paredes de madera y barrotes del mismo material. Un espejo frente a las  puertas reflejaba el interior.
Junto con nosotros, entraron varias personas, que finalmente se pararon en la primeras plantas.
Cuando se hubo ido la última, Tsubaki comenzó a hablar.

—¿Recuerdas que te dije que tenía que volver con el contrato hecho?
No puedo presentarme ahí simplemente.

Yo le miré alzando una ceja.

—¿Estas sugiriendo que lo hagamos ahora? No creo que de tiempo.

—Ni siquiera hemos llegado a la décima planta —apuntó él— y nos dirigimos a la última.

Miré la larga fila doble de botones instalados en la pared del ascensor, cada una asignada a una planta. Estaba segura de que había más de treinta.

—Está bien—accedí, y le di un pequeño peluche que había conseguido en la feria.

Él lo guardó en el interior de su kimono. Aquello era una de las partes del contrato.
Para la siguiente, retiré el pelo de mi cuello y lo dejé al descubierto

—Me tienes que morder, ¿no?

El apartó la vista levemente avergonzado y murmuró.

—No tiene porqué ser en el cuello.

Esta vez fui yo la que se sonrojó, que vergüenza.

—Pero desde siempre los vampiros en las películas habían mordido a sus víctimas en esa zona, por lo que pensé...— me justifiqué.

—Bueno, realmente no importa—dijo Tsubaki.

Cerré los ojos cuando noté que colocaba su mano izquierda en el lateral de mi cuello, y acercaba su boca al otro lado.
Un cosquilleo me recorrió cuando su pelo acarició mi mejilla y sus labios rozaron mi piel.
Ninguno de los dos nos movimos hasta que Tsubaki clavó sus colmillos en mi cuello.
Abrí los ojos ante el dolor y me agarré fuertemente a la barandilla del ascensor. Había descubierto algo más doloroso que las malditas vacunas.
Mantuve la mandíbula apretada para no gritar, y me fijé en el espejo de mi lado.
Los ojos de Tsubaki refulgían salvajemente en un tono rojo intenso, pero su mano seguía posada delicadamente en mi cuello.

—Tsubaki—le avisé cuando estábamos cerca de llegar a nuestro destino.

De repente, algo parecido a una cadena se formó en mi muñeca, y continuó extendiéndose hasta cerrarse alrededor del cuello de Tsubaki. La cadena refulgía del mismo color que los ojos del servamp.
Al verlo, él se alejó de mi cuello y se limpió un fino hilo de sangre que le caía por la barbilla.
Acto seguido, con la manga, limpió la sangre restante que empapaba mi cuello.

—Lo siento, hace un tiempo que no hago esto—se disculpó—¿Cómo me has nombrado?

Estaba tan absorto en mi sangre que no me había oído llamándole por su anterior nombre. Yo tampoco me di cuenta hasta que lo dije, pero estaba bien. Realmente no había pensado en otro.

—No pasa nada, Camelia—me burlé de él, justo cuando se abrieron las puertas.

—Espero que sea broma—dijo mientras salíamos.

Me dispuse a reponder, pero choqué con alguien que se había cruzado por delante de mí. Retrocedí y me encontré con un gran hombre vestido con un traje blanco y un parche en el ojo.

—Joven maestro, estás aquí —saludó a Tsubaki respetuosamente, mientras seguíamos andando hacia la puerta al final del pasilo.

—Hola, Shamrock. Ella es Ruchia.

Yo saludé tímidamente. Shamrock asintió y sacó las llaves de su bolsillo delantero.

—Bienvenida Ruchia—dijo, abriendo la puerta del ático.

Dentro, todas las miradas se dirigieron a la puerta donde me encontraba.
Me recorrió una sensación de incomodez, pero me sentía mejor de lo que habría pensado.
Los subclases que habían dentro de la sala no eran diferentes a las personas normales, aunque su vestimenta no fuera del todo... cotidiana. Pensé que eso sería general, acordándome de Mikuni y su sombrero de vaquero.

Recostado en una silla, había un hombre con un cigarrillo entre los dedos. Su pelo rojo estaba recogido en una larga coleta, que casi reposaba por el suelo.
A su lado, había una mujer con el pelo corto, rematado con dos flores rojas.

—Hola, soy Ruchia—me presenté, ya que ninguno hizo ademán de hablar.

Ambos se levantaron y se acercaron a estrecharme la mano.

—Higan—dijo el hombre, que también era enorme.

—Yo soy Otogiri—dijo la mujer, en un tono muy suave, casi inaudible.

—Aquel de allí es Sakuya. Dudo que se presente—anunció Tsubaki, señalando a la ventana de la habitación.

Si no me lo hubiera dicho, no me habría percatado de que había otra persona en la sala. El chico estaba sentado en el alféizar de la ventana, mirando a través del cristal.

Esta vez fui yo la que se acercó a darle la mano.
Sakuya giró la cabeza, encontrando su mirada con la mía. Por un momento pensé que no aceptaría mi saludo, pero su mano se movió lentamente, únicamente rozando mi palma.
Luego, como si no hubiese nadie en la sala, volvió a dirigir su mirada a la ciudad.

Cuando volví con los demás, ya se habían ocupado todos una silla en la mesa, a falta de dos.
Supuse que una de ellas sería de Sakuya, y la verdad, no creía que fuera a sentarse, así que tome asiento junto a Shamrock.

—¿Dónde está Belkia?—preguntó Tsubaki, mirando la silla vacía.

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Hoy subo dos partes en agradecimiento a los 1K de leídos en esta obra.
¡Gracias! ♡

Pd: Ya estoy escibiendo la siguiente, pero habrá que esperar xd

MY MELANCHOLY ─ SERVAMP。Where stories live. Discover now