Lunes 15 de agosto 2016//9:32 am

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¿Cómo definir el sentimiento de nostalgia?
Sentarse a recordar momentos del pasado puede ser tan agridulce como un día lluvioso.
A decir verdad, siempre he disfrutado la lluvia, el relajador sonido de las gotas golpeando alguna superficie y el olor que esta conllevaba, habían encontrado un lugar especial en mi. El gris del cielo me entregaba un sentimiento de reflexión que jamás había logrado entender con claridad, me hacía regresar a mi vida anterior, recordando así las infinitas decisiones que habían influido en mi camino hasta el presente. Ahí es donde entraba la amargura de ese sentimiento que llamamos tristeza. Más que sentimiento, me gustaría definirlo como un rufián; tan ágil y escurridizo que sin que te des cuenta logra meterse en cada rincón de tu ser solo para enredarse entre tus venas y drenar todo el color de tu rostro.
Pero aún así, no es la peor fase de este proceso. Después de asimilar este sentimiento gris e insípido, llega la llamada conclusión que puede resultar de dos maneras:
La primera es un típico final feliz, donde simplemente sonríes y te enorgulleces de cómo has logrado vencer aquellos demonios que intentaron intervenir en tu felicidad. Es un sentimiento satisfactorio, el cual trae de regreso el color a tu cuerpo y libera esa tensión que se había acumulado en tu pecho. Desaparece el dolor de cabeza y el nudo en la garganta que te asfixiaba sin piedad.
Ahí es cuando te das cuenta de lo mucho que has evolucionado como persona, de cómo tus decisiones una a una, han resultado exitosas a pesar de los pequeños tropiezos en tu camino.
Simplemente suspiras, sonríes y te sacudes el sentimiento para seguir tu vida como si nada.
Lo difícil es la segunda opción.
Con tan solo pensar lo que estoy a punto de escribir, se me revuelve el estómago.
No creo que mis palabras sean suficientes para describir aquel sentimiento.
Lo único que viene a mi mente es un color opaco, sin brillo, sin emoción.
Solo así podré darte una idea.
Se siente un vacío.
Como si estuvieras estancado pero sin intención aparente de querer huir.
Tan impotente y vacío.
Te das cuenta que la persona que eras en tus recuerdos simplemente desapareció, siendo reemplazada por un conjunto de huesos y carne inútil y amargado.
La cruda verdad es revelada y te das cuenta de lo agotador que ha sido el camino, de cómo la presión realmente nunca desapareció; la tristeza fue tan solo reemplazada por un vacío.
El dolor en el pecho se convirtió en un vacío y tus latidos ahora solo resuenan fantasmalmente. El silencio se vuelve tu aliado y el color tu enemigo.
Pero ni siquiera es una elección, no te das cuenta hasta que dejas de hacer las cosas que antes te hacían sonreír. Todo pesa, las horas, el Sol, ver sonreír a los demás.
No te das cuenta hasta que son las cuatro de la mañana en viernes y el único sonido que puede ser distinguido es tu débil respiración mientras intentas recordar cómo se siente estar enamorado, eufórico, furioso, incluso triste... Te das cuenta de que extrañas el confort que te daba estar triste porque has estado triste tan tiempo que al no estarlo simplemente ya no sientes nada. Pero es inútil, has perdido la capacidad de sentir. Ni siquiera intentas llorar o gritar, caer en el alcohol o las drogas, simplemente miras fijamente la pared, preguntándote si algún día volverás a ser la mitad de la persona que alguna vez fuiste pero realmente ni siquiera te importa, estás demasiado roto para admitir que algo te hace falta.
Y así es como acabo de encontrar la respuesta a mi pregunta.
Me encuentro sentada en el balcón de un cuarto de hotel, respirando el cálido aire y dejando que el Sol baile sobre mi piel.
Abunda el color a mi alrededor, el relajante sonido del mar al golpear la orilla resuena con fragilidad al igual que mi pulso.
Todo es tan deslumbrante, cálido, soleado pero dentro de mi solo puede encontrarse aquel sentimiento que he nombrado como "nostalgia", gris y opaco.
No puedo evitar sentirme culpable por no conseguir disfrutar la vista o el lugar en sí; mí mente está demasiado ocupaba como para conmoverse... O tal vez simplemente he olvidado cómo sentir felicidad... No, más bien es miedo, porque sé que sólo durará unos segundos y después solo regresará con más intensidad aquel crudo sentimiento. Así que ¿para qué molestarse?
Esos segundos de felicidad se convertirán instantáneamente en un recuerdo más, que repetiré en mi cabeza una y otra vez hasta encontrar cada detalle e intentar recuperar un poco de la sensación que experimenté en ese momento, fallando inevitablemente. Y siendo honesta, estoy harta de vivir de recuerdos.
Todo lo que me queda son recuerdos, pedazos de momentos que no hacen más que exponer la decepción que siento.
Lo peor es la impotencia que se apodera de mi porque sé exactamente qué es lo que me hace falta pero soy demasiado orgullosa para admitirlo.

Divagaciones de un adolescente Where stories live. Discover now