Al otro lado del espejo

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Se graduó y se casó para formar una familia. No sentía nada por su esposa, sólo estaba con ella porque le convenía, sin embargo, ella estaba locamente enamorada de él. Tuvieron un hijo, fuerte y saludable, que si su madre aun estuviera viva, le habría dicho que era su misma imagen. Pero él ignoraba esto y desde el nacimiento del niño había empezado a soñar, tenía sueños aterradores con sombras del pasado, con ojos rojos llenos de maldad, con gritos desgarradores, con sangre derramada, soñaba con discusiones que terminaban consumidas por un enorme estruendo y soñaba con una voz amable que se tornaba infernal. Ninguno de estos sueños tenía sentido para él, sólo le importaba el trabajo, pero a veces por el cansancio se desvanecía durante cortos momentos.

Su hijo crecía y cada vez le resultaba más familiar. No podía negar la semejanza con él, tenía la sensación de verse a través de un cristal, un vistazo a un pasado que creía perdido, ese tiempo en que había visto el monstruo por primera vez. Los recuerdos empezaron a atormentarlo, pero eran difusos, como ecos deformados por el tiempo, por más que él quisiera, no podía enfocarse en uno, se le escurrían como agua entre los dedos.

Una noche de tormenta, llegó agotado del trabajo y de mal humor, le habían llamado del banco para informarle que su esposa se había gastado una pequeña fortuna en un par de zapatos. Esperó a que su hijo se fuera a dormir para reclamarle a su esposa por semejante gasto, las palabras se fueron tornando poco a poco en gritos, mientras afuera la tormenta arreciaba y la única luz provenía de los relámpagos que cruzaban el horizonte. Con los gritos, su dolor de cabeza se intensificó, sentía su cráneo palpitar, pero la cólera era tal que terminó golpeando a su mujer, la cual entre sollozos se refugió en la cama. Al darse cuenta de sus actos palideció y sintió como se desvanecía lentamente, se dirigió al baño, sacó unas píldoras del armario y se vio en el espejo.

Al ver su reflejo, se sintió invadido por el pasado, como si se descorchara una botella de champan, los recuerdos empezaron a fluir como un torrente. Recordó al hombre de voz dulce que le contaba historias todas las noches cuando era muy pequeño, esa voz le pertenecía a su abuelo. Recordó esa noche en que falleció su abuela cuando él era solo un pequeño, recordó como ellos discutían y como los ojos de su abuelo se tornaron rojos como la sangre, del mismo carmín que tiñó el piso al golpear a su abuela repetidas veces contra el duro suelo de la habitación. Recordó a su padre detenerlo y rescatarlo a él de la posible ira del viejo, recordó la tristeza del funeral de su abuela y las múltiples visitas a muchos señores de batas blancas, que le dijeron a su padre que era muy pequeño para recordar.

Él tenía esos mismos ojos rojos en ese momento y cuando por fin reaccionó, la imagen del espejo le respondió:

- Vaya, tardaste bastante en darte cuenta, ahora llegó el momento de cobrarme ese favor que te pedí hace tantos años. Déjame terminar el trabajo que comencé, se bueno y no estorbes.

Vio incrédulo como la imagen del espejo mutó lentamente en una bestia de blancos colmillos, brazos largos y afiladas garras, transformándose en el temible monstruo que tanto le atormentó de pequeño. Pero esta vez no se quedó paralizado del miedo, saltó hacia el espejo y lo atacó. Para su sorpresa, atravesó el espejo y aferró a la bestia entre sus manos, el cual empezó a reírse a carcajadas, se desvaneció entre sus dedos y como una gran sombra se escurrió hasta el otro lado del espejo. Lleno de ira corrió hacia el ser, para verse frenado por la fría textura del cristal, golpeó con todas sus fuerzas pero no logró hacer ni un sólo rasguño.

Desde el otro lado, el monstruo tomó su forma y le dedicó una gran sonrisa. La luz de un relámpago iluminó el cuarto y el hombre detrás del espejo se quedó horrorizado al ver el cuerpo de su esposa en el piso lleno de sangre, siguió golpeando el espejo en vano, desesperado y preocupado por la seguridad de su hijo. Podía ver como su otro yo salía de la habitación y como, con en esa misma voz ronca y dulce que usó hace tantos años consigo, le dijo:

- ¿Niño, quieres vivir? Yo puedo concederte ese deseo.

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⏰ Last updated: Sep 03, 2016 ⏰

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