El tiempo fluye

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El tiempo dejó de caer lentamente como los granos en un reloj de arena, para convertirse en un torrente de fechas desde lo alto de una cascada temporal. El niño creció rápidamente y sin muchas complicaciones, durante todo este período la voz estuvo latente, sólo la escuchaba cuando se encontraba en peligro o sentía miedo, dándole instrucciones precisas para solventar su situación. Le indicaba pequeños movimientos, golpes justos si se enfrentaba algún matón del colegio o respuestas concisas si era un ataque de nervios en el salón. Su confianza se creció y el miedo a actuar desapareció por completo.

El joven no notaba nada malo dentro de sí, solo sufría de pequeños dolores de cabeza y esporádicamente le costaba dormir. Había noches en que despertaba lleno de sudor y cansancio, a veces con rasguños tanto en sus brazos como en su rostro, pero después de esas tormentosas noches se sentía aliviado y la migraña desaparecía por un tiempo. Se volvió alguien seguro, confiable y respetado, cosa que le permitió entrar a la universidad con facilidad.

Pero todo cambió ese primer día en el campus. Allí la conoció a ella, su primer amor, con cabellos dorados como el oro, tez clara de porcelana y una sonrisa risueña que le arrebató el corazón. Bastó un vistazo para saber que la quería y haría lo imposible para tenerla a su lado, sin embargo, la voz salió de su letargo y le advirtió:

- No te enamores de ella o lo lamentaras.

Joven y lleno de arrogancia, hizo caso omiso a la advertencia, a pesar de que esta nunca se había equivocado. Usó todo su encanto para atraerla, desde flores hasta poemas, y sucedió lo inevitable, él se enamoró de ella. Por un momento fue feliz, no existía sensación similar y creía que ella sentía lo mismo. Todo fue el paraíso hasta aquel día en que quiso sorprenderla.

Llegó temprano a su casa, pero le dijeron que no se encontraba allí. La buscó por todas partes hasta que sus amigas le dijeron dónde estaba. Cuando la encontró, su alma se partió en mil pedazos, se resquebrajo como un plato de porcelana al caer al piso, el dolor invadió todo su ser, pues ella se encontraba agarrada de manos con otro hombre, dedicándole esa sonrisa que él consideraba suya. El dolor era insoportable, sentía como le oprimía el pecho, se sentía un idiota, lleno de desesperación le pidió a la voz que no quería volver a verla, que desapareciera todo lo que sentía. Tras un fuerte dolor de cabeza se desmayó, cuando se levantó, ya no sentía nada, ni dolor, ni amor, nada en absoluto, solo sentía los músculos agotados y el fuerte olor a tierra fresca entre sus manos. La chica desapareció y nunca se volvió a saber de ella.

DeseoWhere stories live. Discover now