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Las clases del señor Frederick siempre se basaban en lo mismo, el cliché en libros. Este semestre leíamos acerca del chico malo que se enamoraba por primera vez y era precisamente de la chica buena, que da la casualidad de que es nueva. Oww.

El semestres pasado hablamos de los amores prohibidos, recuerdo haber sacado una C negativa por decir que Romeo y Julieta eran unos jóvenes promiscuas que solo creían que su atracción era amor porque era prohibida. Entre otras cosas que mencione en mi ensayo, las cuales fueron catalogadas como «Insultos estúpidamente hirientes » para un profesor que apenas llevaba unos meses saliendo de un divorcio.

No es que desprecie al amor y crea que por haber vivido una mala experiencia las otras serán igual, no por eso voy a juzgar mal las obras literarias. Es igual que la lotería, la primera vez puedes perder pero la segunda tal vez seas ganador.

Un juego donde la suerte es escasa y el destino es el único ganador.

Siempre al final de un libro dejaba a algún alumno idiota que hiciera una teoría acerca de ese tema y la última semana dejaba que ese alumno se encargara de publicarlo en el periódico mural junto con la historia de la pareja que se utilizó para elaborarla, obviamente tenían que ser de la universidad. La pregunta era ¿Quién sería la próxima víctima? Alguien verdaderamente tonto...

—Elizabeth, perfecto.

Todos voltean a verme como si yo fuera la respuesta a varias preguntas, algunos parecía que se habían fracturado su cuello al hacer aquella acción.

¿Quién diría que pedir permiso para ir al baño causaría aquello?

— ¿Qué? Yo solo levante la mano para ir al baño. —Me excuso mientras tomo mis cosas. El sonido de la campana indicaba que la próxima clase comenzaba en minutos.

—Tú harás el proyecto de fin de curso y ya no se habla más sobre el tema. Salgan del salón mis pequeños saltamontes.

El señor Frederick tenía una extraña obsesión con los saltamontes, y al llamarnos de aquel modo era una clara evidencia de aquello, sin mencionar los pequeños saltamontes que se encontraban en cada rincón del salón.

—Profesor Fred...

—Sé que tú podrás hacerlo Elizabeth, eres buena en escritura y fotografía.

Sus métodos de suplicara eran patéticos ¿buena en escritura? No creo que hacer poemas para el día de las madres sea suficiente para que me considere una buena escritora. ¡Ni siquiera se le puede llamar a eso ser escritora!

Y ni hablar de la fotografía, ni siquiera soy capaz de sacarme una buena selfie. ¡Soy pintora no fotógrafa!

Sin más preámbulos salí del salón, no valdría la pena seguir suplicándole al señor Frederick que me quitara tan tediosa tarea. Solo sería desperdicio de saliva.

¿De dónde sacaría al chico malo y a la chica buena? Ninguno de los chicos de aquí encajaba en dicho papel. Al menos ninguno que conociera. Y créanme conozco a la mayoría.

Gracias al señor Frederick (y a mi vejiga por querer ir al baño en ese momento) tendría que buscar al chico malo y a la chica buena. Un arduo trabajo para una chica que apenas puede con su cabello por las mañanas.

Caminaba hacia mi casillero, mis ganas de ir al baño se habían esfumado como los chicos al salir de los salones. Hoy no tendría más clases ya que la profesora que se encargaba de dar las clases de artes se había fracturado una mano.

Adiós clases de arte.

Si hubiera sabido que solo vendría a tres clases (y al almuerzo) no me hubiera levantado de mi cama. Pero bueno él hubiera no existe. Odio las primeras semanas de inicio de clases porque; Solo son presentaciones, la mayoría aun no llegue de vacaciones y la asistencia deja de importar esa semana.

Mientras revisaba en mis libros que mi dinero se encontrara ahí, un perfume inconfundible, corriente y vulgar, entraba por mis fosas nasales. Aquel perfume que caracterizaba perfectamente a uno de los idiotas con complejo de superioridad mejor conocido como Reese Hank. Mi compañero de casillero.

Los lobos; Un grupo de chicos excesivamente calientes con un cuerpo que haría pecar incluso a la más santa de la universidad, todos tenían la finta de chicos rudos por el cuerpo bien trabajado que tenían. Según la encuesta que hacen las hienas cada año los chicos más atractivos del campus eran los lobos, seguido se encontraban los de americano y por último los chicos de béisbol. Y vaya que eran buenos jugando, pero a la mayoría de las chicas solo les importaba ver los cuerpos de los chicos, aunque estos se encontraran con uniformes.

Reese Hank era conocido como el mujeriego mil bragas. El tipo de chico que te hacia perder la cabeza y que difícilmente te hacia decir no. Ciertamente Reese tenía la finta de ser un cliché de libros, esos donde sale la tan proclamada rayita. Reese Hank al igual que sus amigos tenía a la universidad Bird en sus manos. Rubio con ojos azules que juraban ser inocentes pero con una sonrisa traviesa que te hacia suspirar inevitablemente. Ese era Reese.

—Vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí? La chica popular que no es una zorra.

— ¿Qué tenemos aquí? Al idiota que igual sigue siendo un idiota.

Te falto él vaya, vaya.

—Hola nerd sensual. —Ruedo los ojos y aparto la vista del libro.

— ¿Sabes? Se le considera nerd a una persona que suele estudiar mucho, Reese. —Regreso mi mirada hacia el libro. Pero a los segundos lo aparta de mí.

Bien Elizabeth acabas de dejar en claro que eres una floja.

— ¿Estas consiente de que te estas llamando tonta? — Entrecierra sus ojos y sonríe de costado.

— ¿Acaso escuchaste que me llame Reese? —Enarco una ceja, él me mira ofendido.

—Pero que agresividad.

— ¡Oye! Estoy en contra del maltrato animal.

—Ignorare el hecho de que trataste de insultarme sutilmente.

—No era mi intención hacerlo sonar sutilmente, pero bueno. —Me encojo de hombro y continúo con mi búsqueda.

— ¡Hank! —Gritó Chris desde el auto de Harold junto con ellos se encontraban un grupo de chicas de primero. Estos tipos eran unos asaltacunas aunque había algunos casos en los que las de primero parecían de último año y las de último año apenas unas de primero. Las apariencias engañan.

Chris y Harold. Los dos idiotas que mágicamente pasaban de año. Y eso que los dos solo solían ir a fiestas y faltar a clases. La vida deseada de todo estudiante de universidad.

—Tengo que irme, mis chicas me aclaman. —Me guiñó un ojo junto con una sonrisa de costado mientras yo alzaba una ceja.

Siempre pensé que el guiñar un ojo se relacionaba más a tener un tic nervioso que algo con arrogancia o picardía.

Mi vista fue directamente hacia el grupo de los tres idiotas. Ninguno de ellos encajaba con el papel de chico malo. Si fuera esta otra historia habría un montón de candidatos para hacer de mujeriego. Observe detalladamente mi entorno. Alguien tenía que encajar perfectamente con el papel.

¿Pero quién?

Y entonces como si hoy fuera mi día de suerte un chico se encontraba recargado sobre el capo de su auto y justo al lado de él pasaba una chica de cabello entre naranja y café con la cabeza baja mientras sostenía fuertemente sus libros. Él la observaba de reojo durante lo que ella pasaba por un lado suyo.

Como mi madre solía decirme, has cosas buenas y cosas buenas te pasaran. Y el lavar los platos todos los viernes al parecer estaba dando sus frutos.

the Badboy's theoryWhere stories live. Discover now