q u i n c e

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En la vida existen momento donde es mejor estar serio y fingir indiferencia. Sin embargo, siempre me he reído en esos momentos. Todo gracias a mi nerviosismo.

Gracias a mi extraño tic nervioso recuerdo haber reído en el funeral del tío Henry, todo porque tenía el presentimiento de que en cualquier momento despertaría y nos terminaríamos riendo al final de su estupenda broma. Quise ser la primera en darle la bienvenida a la vida y lo único que conseguí fue que la mitad de mi familia me llamara niña del demonio.

Y en este momento lo que quería hacer era reírme fuertemente, con una de esas risas que te hacen hasta llorar de lo incontrolables que son.

—Vaya...

Fueron las únicas palabras que pude pronunciar sin que una risa saliera de mis labios. Sentía que en cualquier momento le escupiría a Samuel la comida y que aun así seguiría riéndome de este momento.

— ¿Impresionada?

Divertida seria la palabra correcta.

—Sorprendida. —Llevo la copa de vino a mis labios para esconder mi sonrisa.

— ¿No lo esperabas?

No. Definitivamente pensaba que mi platónico siendo un estudiante de escritura supiera como usar las palabras y sacaría provecho de eso para cautivarme. Pero por supuesto que el destino se encargaría de darme una bofetada por tener altas expectativas con Samuel y decir que era perfecto. Un perfecto patán.

Terminamos de comer y ninguno de los dos dijo alguna otra palabra, Samuel solo sonreía con suficiencia en cada bocado, tal vez pensando que sus palabras me dejaron bastante impresionada como para volver a hablar, así que cuando retomó la conversación y comenzó a alardear acerca de que era un estupendo escritor no tuve más remedio que solo asentir a cada cosa que decía. Hablaba de él como si fuera la octava maravilla, que lindura.

Mientras él hablaba por horas yo me encontraba incomoda y cohibida al observar cómo la gente de este lugar vestía elegantemente mientras que yo traía un arcoíris en mi ropa y cabello.

Quería llorar y reír por estar en esta situación.

Durante el camino de regreso a mi departamento fue igual, solo que con la diferencia de que la música ayudaba al ambiente pretensioso que desprendía Samuel cada que abría su boca.

Bajo del auto más entusiasmada de lo que debería. Agradeciendo que no hubiera mucho tráfico y que mi departamento se encontrara cerca del restaurante. De lo contrario ya hubiera salido en las noticias como "Chica se asfixia por egocentrismo de su cita"

Con una falsa sonrisa me coloco a un lado de su ventanilla. Porque por supuesto no pensó en ser caballeroso y abrir mi puerta.

—Gracias por la cena.

—No es nada, princesa.

Ahora si tengo ganas de vomitar, reírme y llorar.

Alguien por favor dígale a Samuel que hay chicas que no nos gusta ser llamadas princesas, le será de gran ayuda ese conejo.

Beso su mejilla rápidamente antes de entrar al edificio. Ni siquiera me presto su chaqueta.

Golpeo mi frente en la puerta de mi departamento antes de abrirla.

— ¡Mierda! —Dejo caer mi bolsa al suelo y llevo mis manos a mi boca. La figura de alguien sentado en mi sillón me hace gritar de horror. Me adentro un poco más al departamento reconociendo mejor a la persona sentada. Reese.

Él ríe fuertemente, se pone de pie y me ayuda a recoger mi bolsa. Ambos entramos a mí departamento. — ¿Qué haces aquí? Me acabas de dar el peor susto de mi vida.

the Badboy's theoryOù les histoires vivent. Découvrez maintenant