Capítulo 13 | Celos o envidia

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Esto era el infierno. De eso no había duda.

—Hades, ¿estás aquí?

El fin de semana se pasó como si fuese un rayo, ni siquiera fui consciente de la hora en la que empezaba y acababa una clase. Hoy era de nuevo jueves y estaba aburrida de la hostia. Todo era tan extenso y aburrido que las clases y recesos daban lo mismo. Creo que me iba a venir la regla y por eso todo me parecía tan irritante.

El profesor era irritante. El mundo en sí era irritante. Su tono de voz solo notaba aburrimiento en su trabajo y la forma en la que explicaba era precisa para que más de uno se durmiera. Todos sus movimientos eran calculados y lentos; en una carrera una tortuga podría derribarlo sin esfuerzo. Estuve intentando toda la jodida hora entender al menos un poco los signos y garabatos que estaban escritos en el pizarrón. Sin duda, jamás entendería química, simplemente no lo captaba.

Mi cabeza impactó contra el escritorio.

—Hades llévame ya —musité.

Sentí una cosita suave rebotar en mi cabeza. Levanté la cabeza con pereza y vi una bola de papel arrugada sobre mi cuaderno en blanco. En mi defensa, mi clase copiada era con tinta invisible. Eché un vistazo alrededor, pero nadie me prestaba atención. Desdoblé la hoja con cuidado y leí.

Linda cara. Me estás contagiando tu diversión.

Me reí entre dientes y volteé hacia su pupitre. Él me saludó con una mano cuando se dio cuenta que también lo miraba con una sonrisa, y señaló el papel para que le contestara. Le dije que no sin emitir sonido, provocando que unos adorables pucheros invadieran sus mejillas.

Gracias. Será la última que verás si no dejas de molestar. La tuya no hace más que distraerme.

Se lo tiré de vuelta y me esforcé por mirar el pizarrón en vez de su sonrisa de listillo. Por el rabillo del ojo vi que se agachaba y lo recogía del suelo con esfuerzo. Mordí mi lapicero para no sonreír.

¿Te parezco tan sexy que soy una distracción?

Solté un «Pff» que atrajo la atención de mi profesor, así que simulé una cara seria de chica super concentrada en la clase. Escuché su risita de listillo desde atrás y me puse a escribir en la hoja.

Te odio.

Tyler esbozó una sonrisa de lado al leer la nota.

Yo también de odio, Lydia Sullivan.

El timbre resonó por todo el lugar, sin darme tiempo a contestarle. Suspiré y metí mis cuadernos en mi mochila, saliendo del salón a toda prisa con su mirada clavada en mi espalda. Estar cerca de Tyler era una tentación constante a meter la pata, así que mientras más lejos estuviera de él, mejor.

—¡Eh, Lydia!

Bueno, ni tan lejos.

Lo vi venir por encima de mi hombro hasta que estuvo a mi lado. Por dios, hasta cuando sudaba se veía atractivo. ¿Cómo podía lucir así sin ningún esfuerzo? Si yo como mucho, engordo como una sachavaca, si corro tres kilómetros sudo peor que un puerco y si no me baño tres días seguidos huelo como un zorrillo. ¡Incluso si no me peino, mi cabello se convierte en una melena de león! Que injusticia.

—¿De quién te escapas? Ven, vamos a comer.

Pasó un brazo por mis hombros, sin darme tiempo a chistar. Me guio hacia una mesa rectangular en la que se sentaban los chicos del equipo de fútbol y básicamente todos los populares. El nivel de diferencia entre esa mesa, llena de risas escandalosas, puños chocando y chicas pululando, comparado con las otras que estaban ubicadas en sitios más tranquilos era abismal.

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora