Capítulo 6 | Dulce venganza

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La última vez que intenté trepar por una ventana terminé cayendo sobre un grupo de chicos, que estuvieron encantados de atraparme, pero me terminaron tocando el trasero. Claro que no se los iba a dejar pasar, así que pasé media hora insultándolos. Ahora con mis cómplices, que parecían sacados de una mala comedia, sabía que si me caía ninguno me atraparía.

Nick dejaría que me estampara la cara en el suelo por flojo y Jack estaba más concentrado en que no se le escaparan las lombrices del pote.

—¿De qué demonios te ríes, Lydia?

—Déjame tú y sube de una buena vez, flojo.

—¿En serio le van a tirar esto? —curioseó Jack.

—Sí, se lo merece —respondí, mirando cómo Nick probaba la cuerda—. Es una maldita desgraciada.

—Golpeó a mi hermana —añadió Nick con voz tensa—. Ella es una Sullivan, no permitiré que crea que puede volver a hacerlo.

—Entiendo. —Jack asintió, alzando la cabeza—. Ahora yo también quiero echarle lombrices.

Nick apoyó sus piernas en la pared y empezó a subir sin esfuerzo. En cuanto estuvo dentro, se asomó para indicarme que suba. Yo, que me cansaba con respirar.

—Esta parte no la planeé —murmuré.

La expresión de Jack se tornó divertida. Tiró su mochila a un lado, mirando a todos lados por si venía alguien para irse corriendo. Hincó una rodilla en el suelo y juntó sus manos.

—¿En serio? —Lo miré sorprendida.

—Dime que no pisaste caca de perro.

—¿Qué? No, aunque creo que sí un chicle masticado.

—¡Eso es asqueroso! —Estuvo a punto de correr y dejarme caer al suelo, pero le dije que era una maldita broma—. Menos mal. Espero que tampoco hayas pisado saliva, que asco.

Me impulsé con un pie sobre sus manos y, cuando estuve a punto de morir y caerme como un Mario Bross dando volteretas, Nick atrapó mis brazos y me ayudó a subir.

—Que inútil eres —masculló haciendo fuerza.

—¿Qué esperabas? Tenemos los mismos genes.

Miré a Jack limpiarse sus manos con asco en un árbol.

—Eh. No manches el medio ambiente.

—No sé qué puedes haber pisado.

—¿Vienes o qué? —me burlé.

—Ya voy, ya voy.

Saltó, pero no alcanzó el marco de la ventana. Se sujetó de la cuerda, dando saltitos en su sitio para tomar fuerza, y empezó a trepar con todo el esfuerzo del mundo como si en vez de trepar un cuarto, estuviera escalando una montaña. Arriba lo sujetamos de la camiseta y lo metimos arrastrando hacia el interior.

—Al menos no te moriste.

—Siento que sí lo hice —murmuró tirado en el piso.

—Silencio. Aquí no hay nadie, pero no debemos hacer ruido —nos informó Nick.

—Entiendo. Sin ruido.

—Sí, por eso cállate.

Jack estuvo a punto de replicar, pero lo interrumpí.

—Que te calles.

Observé el cuarto de Morgan. Era de un color salmón, tenía la ropa arrimada en una esquina y un enorme armario que seguro tenía más ropa que yo en los últimos tres años.

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora