13.

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—¡Estás completamente loco, si quieres que me suba en aquel juego!

Exclamo en voz alta después de ver aquel juego que había señalado minutos antes.

—Oh vamos, no es para tanto. -habla como si nada y a regañadientes lo persigo esquivando a la gente hasta llegar a una montaña rusa.

De verdad, está realmente enorme y parece ser que nunca acaba. Trago fuertemente saliva y nos formamos en la fila. El parque se veía genial pero de lejos, no arriba de ellos. Teníamos poco de haber llegado y ya estaba fastidiada por los juegos, pero todo sea por cumplir mi apuesta.

—Te odio fuerte. -digo en voz baja y nos subimos al carrito, nos ponemos bien seguros con los broches hasta que empieza a moverse.

Santa mierda.

—¿Aún me odias? -me hace morritos —¡Fue una pasada! -grita a mi lado.

¡Oh por dios dame un minuto para no cometer ninguna locura con este chico! Lo miro mal, muy mal alejándome de él.

—¡Oye, pero no deberías enojarte ese no era el trato!

Escucho sus pasos a mis espaldas hasta que toma suavemente mi brazo, ya no quiero mas juegos. Miro embobada sus ojos realmente verdes gracias a la luz que aún hay sobre nosotros. Son muy bonitos.

—Sigo temblando aún. -me cruzo de brazos molesta.

—Que miedica llegas a ser, anda ven. -me abraza sobando mi espalda despacio.

Odio las alturas me ponen histérica, eso sí, Álvaro en ningún momento me soltó, en cada vuelta hacia una cara muy graciosa para calmar mis nervios o apretaba mi mano. Compramos de todo ahí dentro, en una de esas se ganó un peluche enorme de un lobo de color gris.

—Para que me recuerdes. -besa mi mejilla. —O si necesitas abrazar a alguien, aquí tienes a mi gemelo. -ríe.

—A pesar de todo y mi mal humor me tienes muy mimada. -ladeó una sonrisa. —Pero gracias. -abrazo al peluche, por instinto miro el cielo y ya no está como hace dos horas, azul y brillante como el sol. Una nube estupendamente gris, avisa que una lluvia va a caer en cuestión de minutos.

Vuelvo a la mirada verde de mi acompañante y parece que me lee el pensamiento.

—Tal vez vaya siendo hora de marchar. -dice y asiento, los dos caminamos con paso lento hacia el estacionamiento.

El camino de vuelta a casa se vuelve pesado, de vez en cuando giro mi cabeza viendo como no deja de mirar hacia al frente en cambio yo no dejo de mirar hacia la ventana. Con un suspiro me dejo llevar por la suave lluvia que está cayendo encima, las pequeñas gotas resbalan sobre el cristal empañandolas poco a poco.

—¿No tienes frío? -pregunta en un pequeño susurro.

Escucho que habla, pero yo estoy dándole la espalda y no sabe que estoy asintiendo.

—Prenderé la calefacción.

De repente algo caliente empiezo a sentir, me abrazo a mi misma para calentarme echa un ovillo, viendo desde mi ventanilla la gente correr de aquí para allá empapados, buscando un lugar dónde puedan refugiarse de la lluvia. Un trueno retumba y hace que brinque provocando que Álvaro se ría.

—¿Te dan miedo los truenos? -pregunta mirándome esta vez.

—¿Acaso no escuchaste el tremendo ruido que hizo? -digo muy obvia. —Y nosotros que aún no llegamos.

-Tengo razón, eres una miedica. -se burla más. —No hay nada que temer.

—Todos tenemos miedo a algo. -digo finalizando la converzacion.

Quédate conmigo, siempre [Dani Auryn] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora