Capítulo 1: Fantasmas entre espejos

48 10 11
                                    

- ... ¿Alguien ha aceptado...? -

La voz de la muchacha era débil, rota. Como si no hubiese hablado en mucho tiempo y le costase articular palabra alguna. Pude fijarme en que había marcas en sus muñecas, unas propias de alguien que fue atado con cuerda o cadenas, no sabría decirlo con seguridad.

- Sí, pequeña. Ahora... Os dejaré un momento a solas para que habléis un poco, ¿de acuerdo? Entre compañeros es imprescindible saber el uno del otro. -

Asentí con la cabeza y entré en el cuarto, cerrando la puerta tras de mi. No sabía muy bien de qué hablar con la joven, ni siquiera conocía a fondo sus habilidades ni gustos. Supongo que, en parte, nos había dejado ese tiempo para descubrirnos mutuamente, ¿no? Era la primera vez que trabajaba en equipo o me veía obligado a formar uno... Debía, no, necesitaba lidiar con ello y avanzar por el bien de mi hijo.

- Deberías peinar tu cabello y dormir, esas ojeras no son buenas. -

- ... Has sonado como un padre... -

- De hecho soy un padre, no el tuyo, pero sí. -

- Y tu recortar tu barba o afeitarte... Tu cara... Parece que se la va a comer todo ese vello... -

El silencio llenó de nuevo y la muchacha se levantó de una forma pesada y cansada. Se acercó hasta el cajón del escritorio y sacó un cepillo. Me miró de reojo y tendió el utensilio. Por lo que pude entender, quería que yo lo hiciese por ella. Alcé una ceja, en un principio me negué pero tras dos segundos decidí tomarlo y comenzar a cepillar su cabello una vez se hubo sentado en la silla.

- ... Tienes todo enredado. -

- ¿Ves...? Pareces un padre... -

Su voz era afónica, llena de agonía. Daba igual lo que dijese, todo me sonaba depresivo. Quería llevarme bien con ella pese a que no desease esa situación. Si estaba obligado a trabajar con alguien, mejor hacerlo en buenas condiciones.

- Ya te lo he dicho y mi barba no tiene nada de malo, por cierto. A mi me gusta. -

Al cabo de un rato terminé con aquella tarea. Se veía un poco mejor, pero aquella aura tan siniestra que emanaba desde su interior no me agradaba. Daba igual cuánto mejorase su aspecto, echaba para atrás.

- ¿Por qué estás aquí... ? ¿Por qué aceptaste este trabajo...? -

Pude notar cómo, una vez más, miraba hacia mi. No de forma directa; haciendo uso del espejo que teníamos delante y que nos reflejaba.

- Tal vez algún día te lo diga, por el momento prefiero mantenerlo en secreto... Una pregunta, ¿qué edad tienes? -

Su aspecto físico me resultaba curioso, parecía asiática y muy joven para ser una cazadora. Si bien es cierto que no teníamos edad mínima para trabajar de esa forma no se acostumbraba a ver adolescentes ni veinteañeros. Pocos casos se daban y resultaban ser personas de gran poder.

- Diecisiete. - Respondió. - Sí, diecisiete años. - Repitió.

- ... Eres muy joven para arriesgar tu vida de esta forma. -

- Lo dices como si realmente me importase mi propia vida y seguridad. -

Alcé una ceja. Aquella actitud no me agradaba. Era similar a la mía y precisamente por ello me parecía horrible. Dejé el cepillo sobre el escritorio y me apoyé en este, mirando directamente hacia el rostro de la menor. Sí, apenas había vivido su vida, ¿qué podría haber ocurrido para que terminase de esa forma?

- Bien, no me importa qué hayas visto o qué te ha pasado pero a partir de ahora estás bajo mi protección. Debes obedecerme, hacerme caso, no toleraré ninguna actitud temeraria. - Dejé claro lo que pensaba y lo que le reclamaba a la muchacha, quien únicamente bajó su mirada. No comprendía lo que pasaba por su mente y realmente no me interesaba. Por muy bien que quisiese llevarme con ella su actitud comenzaba a molestarme y todo iba por mal camino.

Ysatr: Witches Must DieWhere stories live. Discover now