Capítulo 13 -El rey está enamorado-

2.5K 324 152
                                    

Gabriel era un niño con una caja de fósforos, buscando el más insignificante resto de pólvora o la más pequeña mecha para iniciar un incendio. No medía consecuencias, no era empático ni sentía arrepentimiento por sus acciones. Si los problemas le escupían en la cara, aceptaba el insulto con una sonrisa en los labios, mientras que en su mente ya trabajaba en la manera como se vengaría después. Era burlón, desafiante, irreverente y atrevido. En consecuencia, resultaba atractivo para mucha gente, pero también hartante para otros, incluyéndome. No era ni remotamente material para una relación, puesto que no se tomaba nada en serio, más que a sí mismo. Aún sabiendo todo lo anterior, mi hermano lo aceptó a su lado pero ese pequeño hijo de puta lo había arruinado todo.

-Ah... creo que tú no eres el más indicado para darme éste sermón, considerando que arruinaste todo con mi hermano, el cual ahora te odia.

Yo no había arruinado nada pero no se lo dije. Lo que menos necesitaba era platicar de mis problemas con ese idiota, el cual me seguía a todas partes desde que había terminado con mi hermano. Era como traer una mascota molesta y parlanchina por toda la escuela, incluso había intentado estar en mis clases para perder el tiempo, pero los profesores se molestaron y lo echaron del salón. Cuando me harté de la situación, hablé con él de la manera más directa posible, haciéndole ver que no me agradaba estar con él y que podía ir a molestar a cualquier otra persona.

-¿Y con quién iré? -preguntó, encogiéndose de hombros.

-Yo qué sé, ese no es mi problema. ¡Ahora lárgate!

Sacó el dedo medio frente a mis narices y se fue, mascullando insultos en mi contra. Yo estaba seguro de que encontraría a quien molestar, Sam no podía ser su único amigo. Además, estaba el idiota de su hermano menor, aunque tenía bastante tiempo que no me lo encontraba ni en los pasillos; supuse que me estaba evitando.

Sin embargo, tuve que retractarme de mi decisión de no hablar con Gabriel luego de darme cuenta de que, en verdad, estaba solo. Lo supe el día que fui a hablar con el entrenador y lo vi sentado en las gradas del campo, chupando una paleta. Iba a pasarlo por alto pero me detuve a medio camino, volví sobre mis pasos y fui hasta donde se encontraba. En cuanto me vio, hizo cara de fastidio y miró hacia otro lado para evitarme. Me senté a su lado y le pregunté:

-¿Qué haces aquí?

-Nada -respondió de mala gana- ¿O también te molesta que esté aquí?

-No.

-Ah, genial. Entonces lárgate.

-Gabriel, no quise ser grosero pero tú y yo nunca hemos sido cercanos, más que por mi hermano...

-¡Está bien, ya entendí, no voy a molestarte más!

Siguió chupando su paleta, mirando hacia el campo de fútbol. Nos quedamos en silencio un rato considerable hasta que volví a hablar para preguntarle:

-¿Por qué me besaste en la casa del terror?

Gabriel sonrió y se sacó la paleta de la boca.

-No soportas la curiosidad, ¿verdad?

-Sólo quiero saber por qué, es obvio que sabías que era yo.

-Y tú sabías que yo no era Castiel, pero aún así me besaste.

-¡Sólo responde! -exigí.

-¡No sé, estaba enojado, sólo quería fastidiar! ¿Qué creíste? ¿Que estaba enamorado de ti?

-¡Claro que...

Me jaló del cuello de la chaqueta y me besó, su boca sabía a cereza. Al separarse de mí, me dijo:

Juego SucioWhere stories live. Discover now