Capítulo 18 -Un último juego-

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Éste es el último capítulo de mi fanfic. Sólo me resta agradecer a quienes han seguido ésta historia, en especial a quienes me han dejado sus votos y comentarios. Mil gracias a todos. ¡Nos leemos pronto! Y si aún no han leído mis otras historias, son bienvenidos a hacerlo ^^



-No puedo hacer eso -se negó.

-¿No puedes o no quieres? -insistí.

-Sólo... -parecía desesperado- Sólo no puedo.

Abrió la puerta del Impala y salió a toda prisa. Yo salí detrás de él, le corté el paso justo cuando estaba a punto de abrir la puerta de su casa.

-Has jugado conmigo desde que te conozco -le dije fríamente- No veo cuál es el problema de que lo vuelvas a hacer. Yo te lo estoy permitiendo.

Negó con la cabeza, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas que trató de ocultar en la penumbra del pórtico. Quiso evadirme para poder abrir la puerta, pero me apoyé en ella para impedirlo. Sus mejillas estaban húmedas cuando me dijo, casi sollozando:

-Tú siempre has jugado respetando las reglas. No importa lo sucio, retorcido y cruel que yo me portara contigo, tú siempre te mantuviste firme en tus principios. ¿Acaso no te das cuenta? Estoy pagando por todo lo que hice, me lo merezco. Si voy a vengarme de ese hijo de puta, no te usaré para ello.

-¿Por qué no? -lo tomé de la barbilla pero él me apartó con un manotazo.

-¡Porque no!

Lo tomé de los hombros y lo puse contra una de las columnas del pórtico. Sus ojos estaban arrasados de lágrimas, su fuerza parecía estarlo abandonando, era manejable cual muñeco de trapo. Me incliné sobre su rostro y lo besé. Castiel me correspondió por dos o tres segundos, tras lo cual intentó volver a luchar y me alejó de él a fuerza de empellones. Se pasó el dorso del brazo por la boca para limpiarse los restos de mi saliva y fue directo a su puerta, para girar la llave y abrir. Adentro estaba totalmente oscuro, pero ni siquiera se molestó en encender las luces, sólo entró y cerró de un portazo. Yo solté un ruidoso resoplido, tras lo cual, muy abatido, me di la vuelta y empecé a alejarme hacia el auto. De pronto, escuché nuevamente el rechinido de la puerta y al darme la vuelta, vi a Castiel asomado, rodeado por la oscuridad de su hogar. Me hizo una señal con la cabeza para que me acercara y así lo hice.

Castiel sostenía la puerta como un niño asustado de un extraño que ha tocado el timbre. Sus enormes ojos me miraban con duda, pero su respiración estaba agitada. Apenas abrió un poco más la puerta y dio dos pasos hacia atrás, me lancé a él con un deseo insostenible.

La oscuridad era plena pero no necesitaba luz para guiar mis labios hacia los suyos. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuviéramos tan cerca y yo aún recordaba el olor de su piel y el sabor de sus maravillosos labios. Sin dejar de besarlo, empujé la puerta principal para que se cerrara y luego mis brazos se cerraron en torno a su cuerpo, en un abrazo compulsivo. Sus manos se aferraron a mi espalda, a mi cuello, tiraban suavemente de mi cabello también.

-No hay nadie, ¿verdad? -le pregunté en un susurro agitado.

-No, pero mejor vayamos arriba.

El camino hacia su habitación se me hizo eterno, quizá porque echó a correr por las escaleras y no me permitió meterle mano en ningún momento. Una vez a salvo, con la puerta cerrada, volvió a echarme los brazos al cuello y fue él quien empezó a besarme. Sus lágrimas me mojaron el rostro, sus sollozos se morían en mi boca y los convertí en gemidos cuando apreté su cuerpo contra el mío y nuestras erecciones se tocaron. Entonces sentí que, repentinamente, él quería hacerse dueño de la situación. De por sí era un chico fuerte pero ahora lo era más, así que se separó de mí y me arrojó con fuerza sobre la cama. Luego se me fue encima como una fiera, me sometió por las muñecas y yo esbocé una sonrisa del puro placer.

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