Prólogo: Rosa Roja.

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La esencia de la muerte me persigue desde que tengo uso de razón. Tanta sangre derramada, tantos inocentes asesinados bajo mis manos por creencias tan irracionales como la cordura. Por mucho que me duela, por mucho que me queje, estaba haciéndolo una vez más. En mi mano una pistola y, ante mis ojos, una mujer rubia en el suelo con el pecho ensangrentado. Admiraba la inocencia de su rostro, la pureza de cada línea de su cuerpo y la forma en la que aquel mojado vestido blanco me permitía vislumbrar sus curvas, su cegadora belleza.

Enfundé mi arma, llevando una de mis manos a mi pecho y cerrando los ojos. Deseaba que su descanso fuese en paz. La felicidad que no pudo obtener en vida la podrá obtener en muerte. Eso era lo que siempre me había gustado creer y que mi trabajo me obligaba a pensar si no deseaba dejar mi humanidad atrás. Ajusté mis guantes y salí de la sucia catedral.

Llovía.

No era nada nuevo; tampoco me gustaba.

Oculté mi rostro bajo el sombrero y comencé a caminar por la desolada calle. Ni un alma se podía observar. Ya me había acostumbrado a esa aterradora soledad que nos acecha en esa clase de lugares. Las farolas parpadeaban constantemente. Parecía que la electricidad no llegaba bien hasta esa zona de la ciudad, abandonada por su gente.

Me detuve en frente de un pequeño local con un rótulo luminoso viejo y sucio. Todo allí era similar, para qué mentir. Las pocas personas que quedaban decidieron hace tiempo dejar de limpiar y mantener la higiene; lo principal es asegurar la supervivencia. Traspasé el umbral de la puerta y me senté frente a la barra. Solo había tres personas allí sin contar al camarero.

- Una cerveza. -

- De acuerdo, señor. -

No tardó demasiado en servirme una jarra llena hasta arriba de aquel glorioso néctar que tanto disfrutaba. Sin dudarlo demasiado le di un largo trago, tratando de mantener mi mente ocupada... Pero una mujer se acercó a mi, tocando mi hombro con una de sus manos en un intento de llamar mi atención.

- Disculpe, ¿me permitiría hacerle unas cuantas preguntas? -

Finalmente dirigí mi mirada hacia ella. Se trataba de una elegante dama de cabellos oscuros, vestida con un ceñido vestido negro y un broche bastante bonito de una rosa roja. Seguramente sería una joya bastante cara, sobretodo en los tiempos que corren.

- ... Que sea rápido. -

- Está bien. Empecemos por lo sencillo, ¿es usted un cazador? -

Una sonrisa asomó en su rostro. Estaba claro que algo sabía acerca de mi, mínimamente le habrán hablado o contado algo acerca de mis trabajos...

- Sí, lo soy. -

- Entonces debe de ser Isaac, ¿verdad? Escuché hablar de usted, de hecho... Le estaba buscando. Verá, mi nombre es Maikah y soy la dueña de una empresa de cazadores que se dedican a proteger la ciudad y el Centro de los ataques. -

- No estoy interesado. -

Me era casi imposible no mostrar rudeza o desinterés ante algo así. Detestaba trabajar en equipo o para alguien.

- Lamento oír eso... Más me temo que no puede rechazar. Verá, una nueva ley obliga a todo aquel con tu trabajo a pertenecer a una organización o empresa bajo la supervisión de una persona que sea miembro político de nuestro gobierno. Es decir, en este caso sería yo. -

Me mantuve en silencio, tal vez solté algunos gruñido de disconformidad sin darme cuenta, pero ninguna palabra salió de mi boca.

- ... Bien, estaría encantada de que formara parte de Red Rose, una división dentro de mi agencia e instruyese a una de las aprendices. He escuchado maravillas de usted... Y si nos ayuda podré conseguirle un hogar en Centro a usted y a su hijo. No tendrá que preocuparse de que le falte comida o seguridad. -

Ahora había captado mi atención. Era muy complicado poder traspasar el campo de fuerza para vivir bajo la protección de este. De hecho, solo he conocido a dos personas que han pasado de vivir en las afueras al interior.

- Sé lo de su mujer, las noticias vuelan muy rápido... Su hijo está sólo, hágalo por él. -

Esa mujer... Era una manipuladora. Sabía dónde atacar para que fuese efectivo y cómo conseguir lo que deseaba.

- ... Está bien. - Respondí, por fin, a su oferta. - Pero si le pasa algo a mi hijo... -

- Lo sé, lo sé, ahora vienen las amenazas y demás. No te preocupes, soy una profesional. - Tras decir esas palabras dejó un pequeño fajo de billetes sobre la barra. - A esta invito yo. Cuando termine... - Antes de que pudiese finalizar su frase bebí la cerveza, o lo que quedaba, y me levanté. - Está bien, pues, vayamos. -

Seguí a la mujer hasta el exterior. El cielo seguía nublado pero al menos ya no llovía. Mi ropa estaba suficientemente mojada. Unos quince minutos después, más o menos, llegamos hasta aquella enorme barrera azulada que impedía el paso a cualquiera. Era un campo de fuerza formado desde el edificio más grande y que protegía a todos los habitantes de cualquier amenaza.

Maikah sacó una pequeña llave. No se veía como si fuese una normal, de hecho podía ver entre pequeñas aperturas que había tecnología en su interior, chips y cables. La introdujo en el campo de fuerza y una puerta se abrió, la cual cruzamos sin dudar.

El edificio del que ella era dueña se veía, sin duda alguna, mejor que los del exterior. Estaba limpio, bien cuidado y sin ninguna planta trepando por sus paredes. Lo mismo podría decir de las calles, de hecho, o de la ropa de los ciudadanos. Estaban todos muy bien vestidos con sus sombreros de copa y totalmente trajeados... Pero estoy seguro de que no podrían defenderse ni de la más débil criatura.

El interior mantenía aquel ambiente elegante y digno que arrastraba el Centro consigo. Paredes blancas como la espuma, casi me podría ver reflejado en ellas. La dama se acercó hasta el mostrador y le pidió que le dejase un mensaje a un hombre llamado Jordan para que trajesen a mi hijo hasta allí. Bien, escuchar aquello me alegraba, sin duda alguna. Tras ello se acercó a mi con una pequeña sonrisa.

- Bien, subiremos por el ascensor y allí arriba te presentaré a tu aprendiza. -

- No tengo todo el día. - Me quejé y fui hacia el elevador con paso apresurado. - Vamos... - Dije en un tono grave y lleno de molestia en él.

- ... Vaya, lobo feroz, no tiene por qué ser así. - Ella pulsó el botón en el que ponía "14" y, una vez la puerta se abrió, salimos. - La muchacha se llama Krizia Smirlen, es una híbrida capaz de controlar el hielo. Le ruego que le enseñe a ser una cazadora, posee mucho potencial. -

Finalmente llegamos hasta una puerta de madera y la abrió sin dudar. Había una muchacha de cabellera negra y desarreglada sentada sobre la cama, abrazando sus piernas. Vestía ropa de cuero. También pude observar una espada japonesa sobre el escritorio del cuarto. Esa mujer giró su rostro y miró hacia nosotros. Su mirada... Estaba vacía, pero al mismo tiempo podía ver tristeza en ella. Un dolor, una amargura sin igual. Ni siquiera la mía se comparaba a la suya.

- Bien, Krizia, él será tu maestro. Se llama Isaac, Isaac Newt. Es un reputado cazador que lleva años sirviendo a nuestra ciudad y, querida, él te ayudará a ser uno de nosotros. -

Ysatr: Witches Must DieWhere stories live. Discover now