48. El costo de los secretos

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—Tengo dinero y joyas en mi cajón, guárdalas mientras me visto —le dijo abriendo el armario y buscando un atuendo cómodo.

Ian sonrió con alivio, por un momento le había parecido ver un atisbo de duda en los ojos azules de la muchacha.

Rápida y sigilosamente guardaron lo necesario, y de la misma forma salieron por la ventana al techo. Ian había subido por una escalera.

Una vez en el jardín, Gatorade comenzó a ladrar, como si comprendiese las intenciones de los adolescentes y alertase a todos en la casa.

— ¡No, Gatorade, no ladres! —susurró Sophie, atisbando con miedo hacia la casa—. Por favor, debo irme. —Se puso de rodillas y lo abrazó.

—Sophie, vamos, tus padres pueden darse cuenta —la apuró Ian.

La motocicleta del muchacho esperaba junto a la vereda, montaron e Ian partió a toda velocidad. Alejandro, quien acababa de llegar, intentó llamar su atención. Era extraño que Nicolás le diese permiso a su hija de salir a tan altas horas de la noche.

Thaly se había encerrado en el baño, del enfado había pasado a la tristeza y lloraba amargamente en soledad

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Thaly se había encerrado en el baño, del enfado había pasado a la tristeza y lloraba amargamente en soledad. No estaba lista, no podía siquiera pensarlo ¿cómo podría contárselo a Nicolás? Era más de lo que podía manejar, los fantasmas del pasado asechaban de nuevo. Un manto negro cubría nuevamente su vida. Hacía mucho que no sentía tanta desesperación. Su padre no se daría por vencido. Aquello sólo había sido una advertencia; temía demasiado por sus hijos, por Tiago sobre todo; y Sophie... ella era quien más pena le causaba, había entregado su corazón a un muchacho que la había utilizado desde el principio, tal como a ella le había pasado en su adolescencia.

Nicolás se cansó de tocar la puerta. Thaly no iba a abrir. De seguro pasaría la noche encerrada. Algo pasaba y había alguien, además de su esposa, que estaba enterado de todo. Sacarle información a Daniel era un trabajo difícil, cuando su hijo se empeñaba en guardar un secreto, no había forma de hacer que hablase. Recurrir a métodos poco ortodoxos era necesario en esa ocasión.

Abrió la puerta de la habitación del niño y lo despertó. Daniel se negaba a levantarse, con la cobija se cubrió la cara y se encogió en posición fetal.

—Daniel, despierta, debo hablar contigo —le dijo su padre.

—No, es domingo, no molestes —balbuceó entre sueños.

Sin ver más remedio resopló y lo levantó de la cama, llevándoselo a la cocina.

Su hijo abría los ojos con pereza. No recordaba cómo había llegado allí, pero de seguro era un sueño alucínate.

Sus ojos se abrieron dejando de lado cualquier rastro de sueño al ver una enorme copa de helado, con tres bolas de diferentes sabores, crema batida, cherrys e hilos gruesos de chocolate y jalea de fresa.

Instintivamente tomó la cuchara y antes poder clavarla en aquel dulce manjar, la copa se alejó de su alcance.

— ¿Qué pasó con tu madre? —lo interrogó Nicolás, tomando custodia del helado.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now