Días 11 y 12 - 8 de Septiembre de 2012

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Días 11 y 12 – 8 de Septiembre de 2012

No pude completar mi última entrada. No sé, creo que me golpearon en la cabeza mientras escribía, no estoy segura de lo sucedido.

Estaba tratando de escribir apresuradamente, pues ya dije que no puedo nunca estar segura de cuánto tiempo dispongo diario en mano, pero parece que no me di suficiente prisa. Sigo desde el punto en que dejé la narración, reescribiendo la frase que dejé a medias.

Estando en la celda en la que aparecí tras aquellos tres días, según mi percepción del tiempo, aproveché que mi maleta estaba en mi mismo espacio para cambiarme de ropa a una limpia, pues la que llevaba estaba para quemarla y olvidar que existió. Dejé la sucia en una esquina, ni loca la metía de nuevo en la maleta junto a la poca que me quedaba aún limpia y con olor a suavizante, pues estaba segura de que la necesitaría como ha venido sucediendo este tiempo.

Tras eso, me senté a escribir en este diario de infierno, hasta que, supongo, me asestaron un fuerte golpe en la cabeza y caí redonda, sin poder terminar de escribir todo lo que pretendía, aunque era poco lo que restaba. Si no me golpearon, no tengo explicación para lo que pasó. 

Cuando tuve consciencia de nuevo, me dolía terriblemente la cabeza, tanto "por dentro" como por fuera, pues la parte trasera de ésta palpitaba y punzaba exageradamente e incluso la sentía algo entumecida y el cabello y el cuero cabelludo parecía tirante. Me costaba pensar y tenía la vista desenfocada; me costó un buen rato conseguir ver con claridad.

A todo esto, debo sumar la desorientación e incomodidad que me abordaba, hasta que, de algún modo, pude alcanzar un punto de claridad mental en que logré ser consciente de mi situación. Ya con la vista algo mejor, me miré a mí misma, sorprendiéndome en el proceso al verme atada a una pared. Sí, atada; parece que aquí tienen fijación por la inmovilidad...

Cuatro sólidos grilletes aprisionaban mis tobillos y muñecas contra el muro enmohecido, impidiéndome moverme del lugar y haciendo que tanto pies como manos me empezasen a doler a causa de los roces provocados por el frío y rasposo metal. Además de los grilletes, una burda y desgastada cuerda rodeaba mi cintura y subía por uno de mis costados, ligándome a un punto del techo que quedaba sobre mi dolorida cabeza. Dicha cuerda bien podía haberse roto a causa de su mal estado, pero aguantó el peso que le correspondía milagrosamente.

No estaba apoyada en el suelo, sino anclada a la helada pared y con mis pies a escasos dos centímetros del suelo, o menos. Tengo suerte de ser observadora y de que una tenue luz amarillenta regara su resplandor por el espacio entre aquellas cuatro paredes, o de lo contrario lo hubiese pasado peor de lo que lo hice, pues justo antes de tratar de estirarme al máximo para ver si lograba tocar suelo firme me percaté de que la superficie bajo mi cuerpo estaba mojada. En realidad, ésa no sería la palabra correcta, "inundada" sería la más acertada. Un gruesa capa de agua cubría el desgastado concreto y, como pude comprobar no mucho más tarde y de modo accidental, el líquido no quedaba muy lejos de mis dedos.

Las paredes, como siempre, estaban enmohecidas, con pelusa de tonos verdes y grises por doquier, asimilándose casi a grandes parches pegados por ellas. En otros puntos y, sobre todo, de la mitad inferior hacia abajo la humedad en todo su esplendor hacía acto de presencia. Se veía claramente que aquellas paredes estaban para el arrastre y plagadas de humedad que se había provocado a causa de la cantidad de agua que cubría el suelo durante quién sabe cuánto tiempo.

Pude ver, en la pared contraria a mi ubicación, unos cables que salían del techo y descendían hasta tocar el líquido, resultando peligroso entrar en contacto con éste. Algunas chispas se veían de tanto en tanto y, en esas ocasiones, el cable se sacudía ligeramente. Me abstuve de estirarme, siendo consciente de que corría riesgo de electrocutarme si lo hacía, pero horas más tarde y debido al cansancio que me provocaba contener mi propio peso lo suficientemente lejos del agua, mi cuerpo descendió y algunos de los dedos de mis pies se sumergieron parcialmente recibiendo, entonces, una descarga eléctrica que me recorrió brutalmente todo el cuerpo.

✔️El creador de locosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora