Días 8, 9 y 10 - 6 de Septiembre de 2012

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Días 8, 9 y 10 – 6 de Septiembre de 2012

Tres días.

Tres días han pasado desde mi última entrada en este diario de infierno, o eso creo. No sé en qué parte de este lugar me hallo, aunque tampoco es como si antes tuviese eso mucho más claro.

Ahora daría lo que fuese por una ducha. Por sentir el agua sobre mi piel, llevándose toda la suciedad, todos los malos recuerdos, la asquerosa sensación de que aún sigo dónde estuve estos últimos días...

Fue... repugnante. Desesperante. Vomitivo. Enloquecedor... El propósito alcanzado, imagino. El propósito de quien me mantiene aquí, haciéndome pasar por cuantas salas se le antojan. Me quiere volver loca, lo noto, lo intuyo; lo sé. Quiere que agonice, que delire, que me vuelva majareta. Quiere que pierda el norte, que olvide lo que me ata a la cordura, ese algo que cada vez es más endeble, más efímero. Quiere destruirme lentamente hasta que no dé para más, hasta que llegue mi fin. ¿Me desechará entonces?

Estos tres días, los he pasado encerrada en una estancia extraña. Las paredes estaban revestidas de un material que se asimilaba al acolchado empleado para salas de un psiquiátrico, pero en color negro. Prácticamente toda la superficie era así, el techo, paredes e incluso el suelo. Pisarlo era como andar sobre una nube oscura y espesa, que me daba sensación de que me iba a hundir en el momento más inesperado. 

Había detalles desconcertantes en un principio, a los cuales fui encontrando el sentido a medida que pasaba tiempo allí. A media altura en las paredes, había una serie de espejos, empotrados en el acolchado y recubiertos por un vidrio que los protegía. Casi arriba del todo de uno de los muros, dos ventanas pequeñas, estrechas, dejaban entrar la luz del día. No había lámparas, bombillas, ni nada que me pudiese alumbrar, no aparte de dichas ventanas. Encima de los espejos, había una cenefa trazada en el negro material, a base de rombos y círculos que parecían ser de otro material, como plástico grueso.

Cabe remarcar que no había barrotes, la sala estaba completamente cerrada, mediante una puerta tan recubierta como el resto del lugar. Inspeccioné todo a consciencia o, al menos, eso pensé. Deambulé por allí, pasando mis dedos por doquier, observando cada mínimo detalle y preguntándome si tendría modo de alcanzar las ventanillas y abrirlas. Si lo lograba, ¿sería capaz de pasar mi cuerpo por un espacio tan reducido? Lo veía improbable, realmente, tanto el alcanzarlas como el caber por allí, por lo que deseché la idea. Ahora al pensar en ello, me doy cuenta de que ya me he rendido, por completo. Es triste reconocerlo, pero es así...

Bueno, no me voy más por las ramas, tengo que contar todo esto, ya que no sé de cuánto tiempo dispongo.

No tengo idea de cuánto permanecí allí hasta que las cosas se pusieron feas; horas, pero no sé cuántas. Estaba sentada en una esquina, tratando de no pensar, a la espera de algo indefinido, cuando algo me sobresaltó. Escuché un "clic" que sonó largo y extraño, miré a mi alrededor, buscando la ubicación de la puerta, creyendo que ésta se abriría, pero no fue así. Desconcertada, me erguí y observé con atención sin separarme de la pared pero, hasta que no noté un extraño contacto sobre mi espalda, no pude siquiera imaginar lo que empezaba a suceder allí dentro.

Sentí como si un escalofrío me naciese en la espalda, como cuando te soplan en la nuca y de repente te estremeces, pero de modo desagradable. Con mucha brusquedad, provocada por la sorpresa al no esperar contacto alguno, me di la vuelta en medio de un salto y quedé mirando la pared. Lo vi. Los vi. Y no podía creer lo que mis titilantes ojos veían. La pared estaba llena de patas. Decenas, centenas, miles. Un sinnúmero de patas de bichos, de los gusanos y las arañas que recorrían la superficie.  Empecé a temblar, más parecían convulsiones que otra cosa en realidad. Retrocedí, tratando de alejarme hasta que fui consciente de que el cosquilleo y recorrido de algo por mi espalda no había cesado. Comencé a moverme descontrolada, para sacármelos de encima; no podía verlos, pero sí sentir cómo habían descendido por mi espalda ya fuese por encima de la ropa o directamente por la piel. Por mi piel, de gallina en esos momentos. 

✔️El creador de locosTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon