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Al amanecer, cerca de las 5a.m., que es la hora donde empieza a salir el sol. Los rayos atravesaron las cortinas para finalmente llegar a mi rostro. Tallé mis ojos y cuando vi al otro lado de la cama, Ángel ya no estaba. Se había ido, pensé que se quedaría hasta el amanecer, pero como yo bien le había advertido anteriormente, sólo fue una atracción física la que nos motivó a revolcarnos en lo más profundo y vago del deseo.

Suspiré y aclaré la vista. Me decía a mí misma que quizás esa noche había sido una más para él, que quizás sólo había tenido sexo con una chica (que lo más probable era que cada noche se acostara con una chica diferente) y no con Elizabeth. Igual para mí solamente había significado nada, era un chico con el cual pasé una noche y ya.

Una pequeña sonrisa me invadía al recordar el sentimiento que me provocó estar con él. Su mirada aún me penetraba el alma. El despertador hizo que me despertara bruscamente de la fantasía para tirarme un balde de agua fría.

Despierta, Elizabeth. Sólo fue una noche. No habrán más. Me decía mi subconsciente.

Me senté a la orilla de la cama y tomé el vaso de agua de la cómoda. Luego caminé hacia el baño para darme una ducha con agua templada. Pegué un grito agudo al momento que el agua caliente hizo contacto con mi piel. Cantaba una canción de Guns N' Roses de la cual ya había olvidado la letra, me limitaba a tararearla y a imaginar cosas sin sentido.



Finalmente, después de una hora y media, salí de casa con un conjunto de ropa negra y unos tacones crema. Lana, que era la única chica de todo Stanford en quien confiaba, había quedado en recogerme para irnos juntas a la universidad. Escuché el motor de su coche acercándose y entré mientras le daba un beso en la mejilla como podía dentro.

—¿A quién has matado? —Se burló de mí—. Sólo vamos a la universidad, no a un sepelio.

Ambas reímos con una risa que casi se escucha en todo el vecindario.

En todo el camino hablamos sobre el baile que organizarían los estudiantes de último semestre para celebrar la tan anunciada salida de la universidad. Ella ya tenía con quién ir, iba a ir con el mariscal del equipo de fútbol, que cabe destacar que se llevaban ganas, pero ninguno tomaba la iniciativa. Por un lado, Jason era un mujeriego sin cura, y ella era una romántica imposible. Tenía la leve sospecha que en el baile le pediría que fuese su novia.

—¿Y tú con quién vas a ir? —Me preguntó mientras levantaba sus cejas y se dirigía a mí con una sonrisa de picardía.

Medité por un momento con quién posiblemente iría, pero no tenía muchos candidatos que digamos. Es más, no tenía opción. Todos ya estaban listo para el evento, excepto yo. Además, no soy tanto de bailes, tengo dos pies izquierdos que trituran los pies de mis acompañantes.

—No lo sé. —Dije frustrada, y le hice saber que habría una gran posibilidad de que yo misma fuese mi acompañante.

—Vaya tela, Elizabeth. Déjamelo a mí, yo te consigo al segundo chico más sexy de toda esta maldita ciudad.

Temía que su amenaza fuese cumplida.

—No te preocupes. —Le supliqué para que dejara las cosas como estaban.

Negó con la cabeza como diciendo esto no se queda así. Tras una búsqueda incesante en el estacionamiento, finalmente encontramos un lugar donde estacionar.

En ese preciso momento se acercó Jason, quien me saludó con la mirada, y rodeó a Lana con su presencia.

—No tienes solución —le dijo Lana.

—Entonces encuéntrame una. —Le sugirió con su sonrisa colgate.

—¡Tranquilízate! —le dio un codazo—. Controla tus hormonas, aquí está Elizabeth. —Al fin le recordó que yo estaba viendo esa escena empalagosa.

—¡Controla tus neuronas! —Dije mientras me reía de la situación tan embarazosa en la que me encontraba.

—Eli no tiene con quién ir al baile. ¿Me ayudas con ese problema? —Le mencionó mientras caminábamos por los pasillos.

Como si mi vida dependiese de tener que ir sola o acompañada a ese dichoso evento. Ahora toda la universidad se enteraría que era una futura abogada forever alone, aunque no me molestaría vivir para siempre con mis gatos. Así estaban las cosas en este punto.

—No es necesario. Yo me las resolveré para encontrarlo. —No quería que ninguno de los dos se metiese en ese asunto.

Jason se fue a la planta baja donde recibiría una clase que estaba repitiendo, pero que la estaba sacando a puras penas. Pero al fin de cuentas, se graduaría con nosotros.

—No debiste ser tan obvia. —Fue lo último que le dije a Lana, para luego dirigirnos a la primera clase que teníamos.

Regálame un amanecerWhere stories live. Discover now